El fin del mundo se podría desencadenar en Jaén
Lugares
La ciudad andaluza concentra diversas leyendas relacionadas con tesoros escondidos
Estoy en un apuro. Necesito varios trillones de euros y solo se me ocurren dos maneras de conseguirlos: a través del trabajo honrado; o encontrando alguno de los legendarios tesoros que Jaén oculta. Elijo la solución B, me parece más realista.
La ciudad andaluza, lo compruebo pronto, es poco propicia para quienes sufren herpetofobia, aversión a los reptiles, sobre todo a los lagartos. Estos salen al paso continuamente, en festividades populares, en certámenes de música —como el Lagarto Festival, que antes se llamó Lagarto Rock—, en fuentes públicas, en brebajes y hasta puede que le den su forma a la ciudad, que se enrosca en torno al cerro de Santa Catalina.
Supuestamente, el origen de tanta lagartofilia está en el barrio de la Magdalena, donde un saurio gigantesco tuvo su guarida a finales del siglo XV. La bestia se comportaba de un modo desconsiderado, ya que no solo se zampaba los rebaños que pacían en la zona, sino también a los vecinos que acudían en busca de agua a un manantial cercano. La población rabiaba, y las autoridades no sabían cómo solucionar un asunto tan feo.
Un reo condenado a muerte se ofreció para matar a la fiera a cambio de la libertad. Todos se pusieron muy contentos porque el plan era baratito: solo requería un cargamento de panes calientes, un saco con pólvora y un caballo, por si urgía poner pies en polvorosa. De noche, mientras el lagarto dormitaba en su cueva, el preso trazó una hilera con panes desde la boca de la gruta hasta la plaza de San Ildefonso, donde el saco de pólvora completó la ristra.
No se tomen esta historia a broma, porque forma parte de los doce tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España
El ingenuo animalillo despertó con el tentador aroma de los panes y los fue comiendo uno tras otro, tan engolosinado que también engulló el saco sin apreciar la diferencia. Cuando la pólvora estalló, la bestia saltó descuartizada por los aires, víctima de la gula. No es extraño que los jienenses usen todavía la expresión “reventar como el lagarto de la Malena” (por la Magdalena, el barrio) para advertir a quien come en exceso, un peligro siempre latente en Jaén a causa de la suculenta gastronomía local.
No se tomen esta historia a broma, porque forma parte de los doce tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. Además, existe un día oficial del Lagarto de la Magdalena en el municipio, cada 2 de julio, cuando la población conmemora el suceso y consume sangre de lagarto, una pócima que se prepara calentando vino tinto con clavo, canela, anís, azúcar, y cáscara de naranja o limón. Y si no les basta, siempre pueden fotografiarse junto al monumento al Lagarto, en la calle de Santo Domingo, una creación del escultor Damián Rodríguez Callejón, inaugurada en 1962.
Ustedes se preguntarán cómo afectan esas historias antiguas a mi búsqueda de unos trilloncejos rápidos. Tiene que ver. Según la tradición local, el despanzurrado lagarto estuvo allí para proteger la Mesa de Salomón, un objeto sagrado con un valor incalculable. También conocida como Tabla o Espejo de Salomón, la Mesa perteneció a aquel rey de Israel con fama de sabio y ecuánime, quien transcribió en ella todo cuanto se conocía sobre el universo, incluida la fórmula de su creación. Como consecuencia, la Tabla da el conocimiento absoluto a quien la posee. Además, dicen que la superficie propicia la adivinación ya que es una ventana hacia otros tiempos y lugares. Y encima se le achaca la revelación del nombre secreto de Dios, un hallazgo, eso sí, algo inconveniente, ya que su enunciación desencadenará el fin del mundo.
Creada en torno al año 950 a.C., la mítica Mesa de Salomón permaneció en el templo de Jerusalén hasta que, en el año 70, las legiones la llevaron a Roma como botín de guerra. Cuando los godos saquearon esa ciudad el año 410, la Mesa empezó un largo viaje con estancias en Carcasona, Rávena, Barcelona o Toledo, donde la irrupción musulmana del año 711 obliga a su ocultación... y nunca más se supo. Las crónicas de la época afirman que “estaba hecha de oro puro, incrustado de perlas, rubíes y esmeraldas, de tal suerte que no se había visto otra semejante”.
La catedral de Jaén tiene mucha importancia artística y religiosa. La sala capitular y la sacristía son proyectos de Andrés de Valdelvira
Una línea de investigación apunta la catedral de la Asunción de Jaén como posible escondite para el objeto sagrado. El templo, digámoslo ya, tiene mucha importancia artística y religiosa. La sala capitular y la sacristía, por ejemplo, son proyectos del gran arquitecto renacentista Andrés de Valdelvira. Por otra parte, la catedral custodia reliquias trascendentales para el cristianismo, como el Santo Rostro de Cristo, el paño con que Verónica limpió la cara de Jesús durante la pasión, quedando la faz plasmada. Si sienten curiosidad por el objeto, se guarda en la capilla Mayor y se expone al público los viernes. Eso sí, sepan que otros templos cristianos compiten por la posesión del auténtico lienzo de Verónica.
Algunos estudiosos han postulado que el templo tiene más tesoros escondidos. Ahí aparece la Mesa de Salomón, procedente o no de la cueva de la Magdalena. Para alimentar esa creencia, se ha esgrimido desde la presencia de estatuas de David o Salomón en la puerta Norte del templo, hasta la abundancia de estrellas de David, nudos de Salomón y otras marcas relacionadas con la Kábala y el ocultismo. Se interpretan como advertencias, guiños de complicidad de los constructores del templo a las generaciones posteriores.
Durante el siglo XIX, en plena efervescencia romántica, diversos eruditos emprendieron una búsqueda sistemática de joyas ocultas, pero no hubo ningún descubrimiento deslumbrante. El hallazgo del cercano tesoro visigodo de Torredonjimeno en 1926 reanimó las investigaciones en la catedral con los mismos resultados.
No se desanimen, yo no lo hago. Tal vez la búsqueda de la Mesa de Salomón les parezca incierta, pero no hay motivos para la rendición. De hecho, la ciudad y sus inmediaciones conservan muchos más mitos de riquezas escondidas. Uno de ellos se asocia al emplazamiento original de la hornacina del Cristo de los Tres Huevos, en la actual calle García Requena. También se habla de tesoros enterrados en los caseríos de Pilatos y Mariblanca, e incluso en el cerro de Pitas, nombre que alude a la presencia de gallinas supuestamente ponedoras de huevos de oro...
Dicen que en las cercanías de la plaza de los Huérfanos existió una cueva donde una familia judía ocultó sus riquezas antes de ser expulsada
Por mi parte, he decidido concentrar mis esfuerzos en la plaza de los Huérfanos, donde se alzó una de las puertas de la ciudad antigua, la de Baeza, de la que apenas quedan los cimientos. Dicen que en sus cercanías existió una cueva donde una familia judía ocultó sus riquezas antes de ser expulsada por sus creencias; confiaban en regresar algún día para recuperarlas.
Cierta vez, unos pastores pidieron alojamiento a los nuevos propietarios de la casa, ofreciendo una generosa retribución a cambio. A media noche, la hija de la familia oyó ruidos procedentes del sótano y acudió a curiosear. Así vio a los hombres en torno a una vela encendida, mientras pronunciaban unas palabras en una lengua extraña. Debía de ser un sortilegio, porque la pared se abrió, los supuestos pastores penetraron por la grieta y salieron cargados de joyas y monedas. Cuando apagaron la vela, el muro se cerró de nuevo. Los ganaderos abandonaron la casa al día siguiente, pero la avispada niña ya había memorizado el enigmático abracadabra.
La noche siguiente reprodujo el ritual con el mismo resultado, pero no se dio cuenta de que la vela ya estaba muy menguada. Deslumbrada por el tesoro, permaneció dentro de la cavidad demasiado tiempo, la llama se extinguió y el hueco se cerró por completo. La joven quedó fatalmente atrapada por la codicia, no se supo de ella nunca más.
Ya se lo que piensan: que si encuentro el sótano, a mí me sucederá lo mismo. Se equivocan: en cuanto tenga los trillones que necesito, abandono la cueva, y mando a dragones y encantamientos a la porra. Lo que sí me fastidiaría es cavar y cavar como un enanito de Blancanieves, y que luego resulte que los puñeteros tesoros son espirituales. ¡Menudo chasco!