10 de la mañana. Cuatro soldados de la guardia de honor de la 53ª división del ejército surcoreano se aproximan al asta. Impávidos tras sus gafas de sol, avanzan a paso marcial y se detienen al unísono. Coreografía 1.000 veces practicada. Uno de ellos despliega una bandera azul celeste. La entrega a dos compañeros que, igualmente enguantados, la enganchan y la izan con agilidad mecánica. El cuarto soldado saluda a la enseña, la mano derecha en la sien. La bandera de la ONU ondea en el único camposanto que esta organización tiene en el mundo.
La ceremonia se repite todos los días del año en el Cementerio Memorial de las Naciones Unidas en Busan, al sudoeste de la península de Corea. Acoge 2.300 tumbas de soldados de la ONU que cayeron luchando por el sur a principios de los cincuenta.
65 años esperando la paz
El armisticio entre las dos Coreas se firmó el 27 de julio de 1953. Desde entonces ambos países siguen técnicamente en guerra. Pasados 65 años, sin embargo, el conflicto puede estar llegando a la jubilación. Hay señales esperanzadoras. Tras el acercamiento en los últimos Juegos de Invierno, el norte y del sur han expresado el deseo de alcanzar una paz permanente. A su vez, Washington y Pionyang dan pasos en la misma línea. A la espera de este acontecimiento histórico, el cementerio de Busan preserva el testimonio de uno de los episodios más cruentos de la guerra fría.
Se calcula que la guerra civil coreana provocó cerca de un 2,5 millones de muertos y desaparecidos. De ellos, unos 40.896 lucharon bajo la bandera de la ONU. Todos sus nombres están esculpidos en el llamado muro del Recuerdo, en 140 paneles de mármol negro.
Los militares enterrados pertenecen a once nacionalidades. La mayoría, británicos, turcos y canadienses. Sus once gobiernos integran la comisión que gestiona el cementerio de Busan, y cada cual ha erigido allí monumentos para sus propios combatientes.
¿Dónde se sellará el fin de la guerra?
El camposanto abre gratuitamente al público cada día. Sus 14 hectáreas ajardinadas, sus monumentos nacionales, su capilla interconfesional y una pequeña exposición sobre su historia lo convierten en un atractivo turístico de interés cultural. Sin embargo, no suele haber multitudes. Se trata, pues, de un remanso de paz a 370 km del paralelo 38, la frontera más caliente del planeta.
Es allí, sin embargo, donde se han entablado las negociaciones entre las autoridades del norte y el sur lo largo de los años. Y donde más pronto que tarde debería sellarse una paz que han ansiado tres generaciones de coreanos.