Argentino de Rosario, como Messi y otros cracks del balón, Darío Grandinetti también soñó con ser futbolista, pero pronto vio que sobre el escenario “manejaba” mejor. Comprometido, reivindicativo, ha dado vida a figuras como el papa Francisco, Gardel o Perón (Santa Evita), Almodóvar repitió con él en Hable con ella y Julieta y ha prestado su poderosa mirada a tipos como el siniestro gurú de La residencia o el turbio Díaz de la exitosa Hierro, junto a Candela Peña. En mayo estrena otra serie, Honor, y le esperan dos rodajes más en breve.
Ahora saborea el estreno de una comedia (“por fin”): Empieza el baile, una atípica road movie por tierras argentinas dirigida por Marina Seresesky. Un viaje de secretos y mentiras, donde coincide con quien es su pareja desde hace seis años, Pastora Vega. Un guión con diálogos chispeantes sobre lo que fue y lo que pudo haber sido, a ritmo de bandoneón y con aroma a provoleta.
El filme transmite complicidad.
Fue un rodaje entrañable, divertido. Nos conocemos desde hace décadas, conocemos a nuestros hijos. Ya teníamos relación y eso se transmite. En la vida real también nos hemos burlado juntos de nosotros mismos.
Soy muy bocón, me cuesta callarme algunas cosas. Y el hablar claro, el sincericidio, trae problemas a veces”
Encarna a un exbailarín de tango…pero creo que eso no es lo suyo, ¿verdad?
No, la verdad, como dice Marina, la directora del filme: el tango está en el imaginario colectivo de un modo que no es real. La gente cree que cualquier argentino baila tango. Y no es así… Es como en España... Vaya, no sé si tú tocarás las castañuelas... (ríe).
¿Cuál es el mensaje, si lo tiene?
Habla de esas cosas que no deben perderse, esas relaciones que hay que preservar. La lección para esos viejos amigos es: ¿y por qué estuvimos tanto tiempo separados? Yo lo cuido eso, me junto a menudo con compañeros del colegio. A comer, de viaje… Intentamos que no pase mucho tiempo sin vernos.
¿Qué momento le gustaría revisitar?
Volver a tener a mis hijos pequeños, por ejemplo. Lo cierto es que estoy bastante atento a no olvidarme de las cosas y la gente del pasado. No le tengo miedo a la palabra nostalgia. La palabra melancolía me gusta menos, pero nostalgia no me molesta.
No tiene por qué ser triste.
Así es. Y con ternura, que me parece a veces más importante que la alegría incomprensible, eso de reírse por cualquier cosa.
La gente cree que cualquier argentino baila tango. Y no es así… Es como en España... No creo que mucha gente toque las castañuelas”
Tiene 64 años, ¿traspasar los 60 le ha cambiado el enfoque vital?
No hay que temer esa cifra. Paradójicamente, lo que me ha enseñado la edad es a no darse prisa. Hay tiempo. Tiempo hasta para que las cosas pasen… Algo que anhelas tal vez demasiado luego llegará, se irá y dirás: ¡tanto esperé esto y quizás no era para tanto! Además, actuar es un oficio de fondo. Con el correr del tiempo, me aparecen personajes más ricos que hace 20 años. A los 30, por muy Marlon Brando que seas no puedes hacer un Rey Lear. Los años ponen las cosas en su lugar. Claro que uno debe colaborar, no ocurrirá todo porque sí, depende de cómo acomode uno las piezas en el puzle de la vida.
¿Qué le hace más feliz de cómo ha ido decidiendo vivir?
Haber podido crecer con un oficio que elegí, que disfruto y del que sigo aprendiendo. De los personajes que he podido hacer, la gente que he conocido, cosas que yo ni soñaba cuando empecé a hacer teatro en Rosario. Me han pasado cosas mucho mejores de lo que yo me he permitido imaginar.
Le gustaba el fútbol, y siendo de Rosario, ¿por qué ganó la interpretación?
Pues muy bien no lo sé… Bueno, recuerdo que una de las primeras cosas que experimenté al actuar es que me prestaban atención. Eso no quiere decir que yo de niño sintiera que no me hacían caso, pero sí que en uno de mis primeros ejercicios en teatro se rieron por algo que yo dije y que no estaba previsto. Y entonces pensé: “Ah, mira, yo manejo acá, yo te puedo hacer reir”. Me di cuenta de que uno ahí en el escenario tiene la sartén por el mango. Me sentí bien.
No soporto la falta de conciencia de clase. Un pobre que vote a la derecha, eso no lo comprendo”
¿Tiene antecedentes en la familia?
No, mi padre tenía un programa de radio pero al casarse y nacer yo tuvo que dejarlo para ganar la pela. Yo cantaba, tocaba mal la guitarra. Nadie decía de mi, como les ocurrió a otros colegas eso de: “este niño va a ser actor”. Tampoco decían que sería futbolista, aunque yo sí quería, claro. Decidí vivir de este oficio y he superado el deseo con creces.
¿Cuál es su punto fuerte como actor?
Ah, eso no lo sé. Me dicen cosas que no uso como herramientas al actuar, como que tengo ¡presencia! (ríe); yo no soy consciente de ello. A mí me gusta la comedia y apenas me ofrecen.
¿Su mejor virtud?
Soy consciente de ser un privilegiado. He desarrollado un oficio, he crecido en él, con gente que me ha ayudado a mejorar como actor y como persona, hermanos de la vida, como Jorge Marrale (su colega en Empieza el baile) e incluso a dos de mis hijos, Laura y Juan, les ha parecido atractivo dedicarse a esto.
Muy personal
Lugares, placeres
Lujos compartidos. “Más allá de placeres cotidianos, como la caña que me estoy bebiendo, algo que disfruto mucho es, por ejemplo, ir al campo a ver un partido de fútbol con mis hijos o ver una película juntos. Y especialmente haber trabajado con mis tres hijos. Ese es un gran lujo para mí”.
Regalar (se). “Se me hace difícil elegir un regalo para mi pareja, aunque la verdad es que luego lo que escojo le gusta. A veces nos regalamos cosas que usamos los dos: un anillo, una pulsera, un pendiente...Yo lo que me compro mucho son CD, no uso Spotify. Me gusta mucho el jazz y también los cantautores, Javier Ruibal, por ejemplo”.
Un paisaje. “El río Paraná de mi ciudad, Rosario. El lugar donde he crecido, me he bañado en verano toda mi vida y sigo haciéndolo; lo tengo enfrente de mi casa. Baja del Amazonas y termina en el Río de la Plata. Imagínate qué pedazo de río es, enorme”.
De visita a Buenos Aires. ”Los teatros son maravillosos, merece la pena asistir a una función. Cualquier bar antiguo de la ciudad es entrañable. El café Tortoni, por ejemplo. Como lugar emblemático, la plaza de Mayo, que nos convoca cuando hay que protestar por algo”.
Un defecto.
Soy muy bocón, me cuesta callarme algunas cosas. Y el hablar claro, el sincericidio trae problemas a veces.
Ha dicho más de una vez que cree en la política, algo inaudito en la era de “todos los políticos son iguales”.
Sí, yo creo en la política y en que hay un porcentaje alto de políticos honestos y honorables, con los que puedes incluso no coincidir. Pienso que lo único que nos puede salvar es la política. Porque cuando ha habido problemas con algunos y nos hartamos de ellos y decimos: “Que se vayan todos”, entonces aparecen los Macri, por ejemplo, el presidente que tuvimos en Argentina. ¿Y qué sabe él de la gente?, ¿qué barrio ha caminado? Lo único que ha hecho es endeudar al país. Y eso sucedió porque la sociedad dijo: “Votamos a este porque como tiene plata no va a robar”. Pues no, yo creo en esa política que hace que la ciudadanía mejore.
¿Qué es lo primero que cambiaría usted si tuviera poder?
Pues pondría en marcha todas las medidas posibles para lograr de una vez la igualdad económica y social.
¿Estamos retrocediendo en ese sentido?
Absolutamente. Yo acabaría con el neoliberalismo, que se convierte en un problema para sí mismo. En mi país, por ejemplo, ha hecho que se termine el consumo. ¿Y qué capitalismo existe sin consumo? La gente no tiene dinero para comprar, para viajar… todo eso que genera un círculo virtuoso y se lo ha cargado el neoliberalismo. Soy optimista para muchas cosas, pero creo que la batalla está perdida. Aunque seguiré pensando así, claro, y eligiendo papeles que puedan sensibilizar.
Con el correr del tiempo, me aparecen personajes más ricos que hace 20 años. A los 30, por muy Marlon Brando que seas no puedes hacer un Rey Lear”
¿Escoge los papeles con esa idea?
Sí, me interesa contar historias que nos importen. No creo que la misión de los actores sea cambiar el mundo, pero sí aportar una mirada que ayude a comprender algunas cosas. No podemos aspirar a mucho más.
¿Qué no soporta de los demás?
La falta de conciencia de clase. Un pobre que vote a la derecha, eso no lo comprendo.
¿La cualidad que más aprecia?
Ante todo la honestidad, la sinceridad, el no acomodarte según convenga.
¿Un aprendizaje vital que quiera compartir?
Con los años he aprendido a trabajar la paciencia. Era más ansioso, quería las cosas rápido. Mi padre decía “todo llega y todo pasa” y yo no estaba muy de acuerdo. Me sigue sonando algo trágico, como esa cosa del destino, de “esto es así y no voy a poderlo cambiar”. Pero sí que es verdad que eso que uno desea es probable que llegue. Hay que estar atento, porque a veces llega cuando estás mirando para otro lado.