Lélia Demoisy, poesía en el bosque, madera viva

Arco-Espacio Ruinart

La joven artista francesa asombra en Arco con su trabajo en madera en el marco de las “Conversaciones con la naturaleza” que organiza Ruinart

La artista francesa Lélia Demoisy, que vive en la región boscosa de Les Yvelines, ha expuesto en la reciente edición de ARCO

La artista francesa Lélia Demoisy, que vive en la región boscosa de Les Yvelines, ha expuesto en la reciente edición de ARCO

Mathieu Bonnevie

Lélia Demoisy era una niña cuando su padre vendió un trozo de parcela de su jardín trasero en su casa de les Yvelines, zona boscosa y preciosa, inspiración de gran artistas y escritores franceses, a 45 km de París.Marcado el límite, la artista francesa que exhibe estos días en Arco, vio que su árbol favorito había quedado al otro lado de la “frontera” y que acabaría siendo rebanado por la base. 

Un recuerdo de infancia

Cuando era una niña, Demoisy vio a un vecino cortar un  árbol: no le dejó cicatriz, pero sí la vía para hablar con la naturaleza

La tristeza no le dejó cicatriz, pero sí una misión: respetar la naturaleza, dialogar con ella, trabajar con los árboles caídos convertirse en la brillante escultora de madera que ha atraído la atención de la excelsa casa de champán Ruinart, cuyo cometido a favor del arte vinculado al entorno dura ya muchos años con un programa burbujeante -Conversaciones con la naturaleza-con artistas de mucha finura como, por ejemplo, Tomás Saraceno.

Algunas de las obras, todas en madera, que ha expuesto la artista francesa en ARCO

Algunas de las obras, todas en madera, que ha expuesto la artista francesa en ARCO

Studio SEBERT
Demoisy construyó una especie de abrigo-capa cosido con alambre a partir de las maderas desechadas de los árboles talados en un bosque cerca de su casa

Demoisy construyó una especie de abrigo-capa cosido con alambre a partir de las maderas desechadas de los árboles talados en un bosque cerca de su casa

Cortesía de la artista

La obra de Demoisy (31años) no sólo está hecha de naturaleza, de troncos caídos, sino que la revive hasta el punto que puede dialogar con ella y se puede viajar a la infancia propia, si uno se crió en un ambiente rural. “Durante mis estudios en la École des Arts Décoratifs de Paris volvía a casa todos los fines de semanas... la verdad es que me aburría en la gran ciudad. Es cierto que su oferta cultural es grandísima y muy interesante, pero regresaba al campo. Tenía esa necesidad”.

Cuando estudiaba en París, volvía a casa cada fin de semana... tenía esa necesidad: en la ciudad me aburría”

Demoisy dedica una parte del día a trabajar sobre el terreno, a pasear con su perro, a hablar a escuchar a observar a los animales que se le cruzan. “A veces la conexión llegan por sorpresa, vas caminando y hay un momento de duda, de si ves un animal, y sale la sorpresa, un animal que te mira de manera diferente. No sé si mi trabajo es un diario de mi vida pero sí es mi camino, mi proceso… voy encadenando temas, rutas”.

La artista ha construido un lazo de metal que une a dos árboles en los terrenos de la 'maison' Ruinart en Reims, Champaña

La artista ha construido 'Entre nous', un lazo de metal que une a dos árboles en los terrenos de la 'maison' Ruinart en Reims, Champaña

Mathieu Bonnevie
Lélia Demoisy es la última artista que ha participado en el programa 'Conversaciones con la naturaleza' que organiza Ruinart

Lélia Demoisy es la última artista que ha participado en el programa 'Conversaciones con la naturaleza' que organiza Ruinart

Alice Jacquemin

La obra de Lélia Demoisy tiene diferentes formas, discursos variados que giran en torno a la madera. Una de ellas, con los troncos incestos, esculpidos y en corro, recuerdan a La danza de Matisse, un abrigo pesadísimo de esquirlas de madera que quedaron en un bosque cruelmente talado.

 El abrigo puesto convierte a una persona en un erizo gigante y conecta, extrañamente, con la maravillosa película de Apichatpong Weerasethakul, El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas. Una de las piezas es un signo del infinito hecho de madera de castaño lijado hasta el punto que parece mármol con las vetas que marcas los años.

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“Trabajar la madera es duro, la verdad, están las rugosidades, los nudos, puede llegar a ser difícil, no soy una pintora que tiene una inspiración y la plasma, con la escultura tienes una idea y moldearla, porque hay mucha técnica”.

Demoisy insiste que su trabajo no es ecopolítico: “Todos los días nos bombardean con cifras catastróficas sobre la deforestación, la polución del agua, del aire. Y nos dicen que tenemos que hacer algo para remediarlo, que debemos preservar la naturaleza para que nosotros nos podamos salvar...

Hay que cuidar a la naturaleza porque tiene el derecho a existir independientemente de nosotros”

”Pero también hay otra visión -agrega-: la de cuidarla porque tiene el derecho a existir independientemente de nosotros. Los árboles, los bosques tienen una evolución, son un biblioteca genética… hace más tiempo que están aquí que nosotros”.

Demoisy quería hablar “de la sensibilidad, de la emoción” que le produce la naturaleza, de sus “experiencias extraordinarias… como un caballo delante de ti mientras paseas. No quería seguir un discurso moralizador. Por supuesto, si al público le llega un mensaje ecologista mejor que mejor. Pero hay que tratar a la naturaleza de tú a tú”, insiste.

“Trabajar con la madera es muy duro”, reconoce la artista al explicar esta obra, Anastomose', ensamblaje de dos partes de un mismo árbol

Studio Sebert
Un fragmento de un bosque con los troncos desnudos, sin corteza, presentado por Demoisy en ARCO

Un fragmento de un bosque con los troncos desnudos, sin corteza, presentado por Demoisy en ARCO

Studio Sebert

Para algunos de sus trabajos Demoisy visitó las viñas de Ruinart en la región de Champaña para ver, tocar, clavar sus dedos en la tierra y escuchar tanto lo que suena a su alrededor como lo que dice la tierra. Con unos sensores subterráneos de oían los versos del ‘terroir’. “Es la magia de la tierra que habla, oír los pájaros, ver los insectos, fue genial. La viña necesita de muchas cosas para dar sus frutos”.

La artista va campo a través, incluso desde que estudiaba: eligió hacer sus prácticas con Alaric Chagnard, el único artesano en Francia que hace máscaras para el teatro: “Ahora no me acuerdo porque lo elegí, pero fue muy importante para mí, trabajar en ese taller tan pequeñito, es el único de Francia que lo hace. Trabajas sólo con roble y hay muchas etapas. Toma la medida con yeso: primero los ojos, después el interior y luego el exterior”. 

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Magazine comparte el día con Lélia en un hotel en medio del campo, junto a lo que fueron los antiguos jardines de rosas de Guerlain. La experiencia ya es mágica de por sí, pero se eleva a la estratosfera cuando sale a saludarla el dueño del establecimiento, el famosísimo Yann Arthus-Bertrand. El fotógrafo que nos ha mostrado la belleza de nuestro planeta a vista de pájaro. “Espero que estén disfrutando de la comida”. 

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