El multiartista y cartelista más importante de la historia, el checo Alfons Mucha (1860-1939) subió en Le Havre a bordo de La Lorraine el 4 de marzo de 1904 con destino a Nueva York, con 400 dólares en el bolsillo y una fama en Europa solo comparable a la que ostentaba por entonces el escritor austriaco Stefan Zweig.
Nueva York, 1904
A bordo de ‘La Lorraine’, Mucha fue recibido con una pancarta: ‘Bienvenida al artista más grande del mundo’
Cuando el genial Mucha (múja en checo, mishá en francés) atracó en la ciudad de los rascacielos , unos admiradores le recibieron con una cartel. “La sábana decía 'Bienvenido, Alfons Mucha, el artista más grande del mundo'”, certifica a Magazine su bisnieto Marcus Mucha, que al frente de la fundación familiar, está exultante.
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'Moravian Teachers Choir' 1911
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Cartel de Mucha dedicado a Montecarlo
Desde hace unos días (el museo se inauguró la última semana), parte de la impresionante colección de más de 4.000 obras, luce en el Savarin, uno de los palacios barrocos más extremados e impresionantes del centro de Praga.
“En los últimos tiempos había sido un casino”, cuenta Marcus. él no lo dice, pero el aspecto del edificio proyectado por Kilian Ignaz Diezenhofer era poco más que decadente después de casi un siglo de albergar un casino. Previamente el lugar de encuentro de los intelectuales.
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Autorretrato de 1907 del artista de Moravia
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Autorretrato de Mucha alrededor de 1937, un año antes de ser detenido por los nazis y dos antes de morir
La restauración ha sido primorosa. Solo hay que dejar hablar a las fotos adjuntas e imaginarlas adornadas con los afiches que elevaron el art nouveau retratando no sólo a la más grande cantante de inicios del siglo XX, Sara Bernhardt, sino a la mitología, a familias de la Moravia donde nació, entonces un rincón del extenso imperio austro-húngaro .
“Estamos ante un artista que no solo fue cartelista, hizo esculturas, vidrieras, creó joyas y fue uno de los artífices de la evolución de la fotografía”, apunta al teléfono Tomoko Sato, la historiadora de arte japonesa que es la primera autoridad en la figura que floreció en paralelo pero lejos del bullicio de los Klimt, Otto Wagner o Koloman Moser en Viena.
Mucha no solo fue cartelista: hizo esculturas, vidrieras, joyas y ayudó a la evolución de la fotografía”
Por alguna razón u otra la obra de Alfons Mucha, por muy popular que fuera entre el público y en el mundo del teatro y la ópera, escapaba al aprecio de las autoridades, no así sus ideas revolucionarias (pero no comunistas).
“Su ideario pasaba por la democracia, por una cierta visión utópica, por una popularización del arte como años después haría Warhol. Hay que recordar que sus primeras obras en París, los de las representaciones de Sarah Bernhard, se pegaron en la calle, como si de street art se tratara”, recuerda Marcus Mucha.
Su bisabuelo recibió a partes desiguales el desprecio de los nazis, y tras su derrota, y de los comunistas que les sucedieron en el poder. Para los primeros, la belleza y delicadeza de las formas de los posters y cuadros eran una nadería. En realidad eran demasiado bellos, profundamente poéticos y alegóricos.
Para los comunistas: la línea era otra, el realismo que ensalzara el poder de los sóviets que ya obligó en Rusia a que artistas como Kazimir Malévich bajaron la cabeza, no sin protestar sibilinamente con su firma jeroglífica. De alguna manera la obra de Alfons Mucha se preservó en ámbar y pasó desapercibida o desdeñada.
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Un cartel de 1896 dedicado a la obra de teatro 'Job'
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'Réverie', obra de Mucha realizada entre 1897 y 1898
No así su perfil humanista. “Con la invasión de los Sudetes por parte de los nazis todo cambió”, recuerda Tomoko Sato.”Mi bisabuelo -añade Marcus- fue de los primeros en ser interrogados por la Gestapo en 1938 por su idealismo y principios democráticos: estuvo 10 días retenido, no sabemos en que condiciones ni cómo lo interrogaron”. “También había otra razón -completa la doctora Sato-, la madre del artista tenía raíces judías y era masón. Ya arrastraba una neumonía, pero en la cárcel se le agravó”, confirma.
Mi bisabuelo fue de los primeros en ser interrogados por la Gestapo en 1938 por su idealismo: estuvo 10 días retenido”
La vida del artista tenía fecha de caducidad: julio de 1939, a solo diez días de su cumpleaños. Sufrió su parte de tortura, pero no vería la barbarie posterior. Tampoco Kafka que había muerto en 1924, pero cuyo origen judaico condenaría al resto de miembros de su familia. Kafka tenía tres hermanas, Elli, Valli y Ottilie que fueron encerradas en el gueto de Łódź (Polonia).
De allí llevaron a Ottilie a Theresienstadt y el 7 de octubre de 1943 fue gaseada el mismo día de su llegada junto a a otras 1318 personas. Las otras dos hermanas también murieron en el Holocausto.
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Uno de las salas del palacio Savarin de Praga, sede del museo
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Un fragmento de la fachada del Palacio Savarin de Praga
Por su parte, la familia Mucha acabaría emigrando a Londres en 1966 dos años antes del intento de reforma política de Checoslovaquia por parte de Alexander Dubček, la llamada primavera de Praga, aplastada sin miramientos por Moscú.
Con la creación de Chequia, la figura de Mucha ha alcanzado una altura acorde con su arte, aderezado por el imponente y desbordante (el barroco es el barroco) palacio Savarin. El resultado merece una película. Podría impulsarla Marcus, que fue productor en Hollywood muchos años y acabó tomando las riendas de una historia que continuará.