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Tremp, el ejemplo a evitar

Crisis sanitaria

Una residencia del Pallars se adjudica un doloroso récord: el brote más letal de la segunda ola

Coronavirus España | Cierres perimetrales y restricciones por Navidad, noticias en directo

Tremp ha perdido el 1% de sus vecinos en este brote en el asilo

EFE

No se conoce, o al menos no ha trascendido en esta segunda ola de la pandemia, un brote de coronavirus tan letal y corto en el tiempo , como el que ha azotado a la residencia de la Fundació Fiella de Tremp. Sesenta y un muertos en un mes (la mayoría de esos óbitos registrados en menos de dos semanas) y la práctica totalidad de sus más de 140 usuarios contagiados. Ahora quedan 71 en el centro, todos negativos, y estos días se permitirán visitas de 20 minutos.

Una factura en vidas escandalosamente cara y un ejemplo que merece ser estudiado por las autoridades sanitarias para que el drama no se repita en ningún otro geriátrico. Ese alto índice de mortalidad en un asilo se ha producido en la segunda ola, cuando la situación en estos centros nada tiene que ver con lo ocurrido la pasada primavera. El virus sorprendió y desbordó entonces a unos profesionales, así como al sistema social y sanitario, sin preparación ni capacidad para frenar la pandemia. O al menos esa es la excusa más escuchada desde el pasado mes de marzo para justificar los estragos que la Covid-19 causó en el pico de la pandemia en las residencias.

Sorprenden tantos muertos en esta etapa, cuando los geriátricos disponen de muchos más medios

En el caso de Tremp la historia se ha repetido en noviembre y queda claro –o al menos hay muchos indicios para aventurar esa hipótesis, como apunta la investigación penal de la Fiscalía de Lleida– que en ese geriátrico (uno de los más grandes del Pirineu) fallaron muchas cosas. El primer error, apunta la Conselleria de Salut, hay que buscarlo en un fallo en los protocolos exigidos a esos centros de gente mayor para evitar que el virus volviera a colarse en las residencias. Y a partir de ahí (la primera infectada habría sido una trabajadora) no parece que se tomaran las medidas exigidas para sectorizar el centro (separar a enfermos de sanos) y evitar así la propagación del virus hasta el último rincón de la residencia.

El Departament de Salut asegura que reaccionó con premura tras la primera muerte de un usuario. Pero cuesta entender por qué se esperó casi diez días hasta tomar las riendas de la situación con una gestora nombrada por el Govern. Cuando ese paso se hizo efectivo, el número de fallecidos se acercaba ya a la decena y los contagiados pasaban del medio centenar. “Estuvimos ahí desde el primer momento y se asumió la gestión cuando vimos que la actual dirección era incapaz de reconducir la situación”, repite la consellera de Salut, Alba Vergés, siempre que se le pregunta por los pasos dados en este dramático caso.

Choca, por otro lado, que casi el ochenta por ciento de los fallecidos muriera en su cama de la residencia, cuando el hospital del Pallars está conectado a ese centro por un pasillo. Vergés responde, al plantearle ese interrogante, que “se siguieron en todo momento los criterios clínicos”. Por lo que hay que entender que los médicos que asistieron a los residentes consideraron que podían tratarlos en las mismas instalaciones (donde se dispusieron varios equipos de oxígeno) y que trasladarlos solo unos metros, hasta el hospital, no habría reducido este alto índice de mortalidad.

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Muchas de las familias del grupo de usuarios que han perdido la vida en este corto espacio de tiempo coinciden en que este extremo tendrá que explicarse mucho mejor. Ahí está, ya en marcha, la investigación de la Fiscalía de Lleida, que apunta la posibilidad de acusar a los responsables y gestores de esa residencia por homicidio.

A la impotencia de esas familias que esta Navidad se han quedado sin sus seres queridos se suman otras denuncias, como el hecho de que esas personas mayores es­tuvieran desnudas en sus ha­bitaciones, sin ropa limpia para cambiarlos o que resultara imposible, durante días, contactar con ningún responsable de esa residencia para conocer el estado de salud de sus parientes. Historias que recuerdan a la primera ola, que se creía, al menos en los geriátricos, ya superada.