Un órdago de última hora de BComú dejó este miércoles las ordenanzas fiscales del gobierno del alcalde Jaume Collboni en el aire. De un modo muy inesperado los comunes se reservaron el voto en la votación celebrada por la tarde en la comisión de Economía convocada únicamente para esta cuestión. Están seguros de que el ejecutivo municipal está pergeñando la habilitación de una terminal de cruceros de lujo en el puerto de Barcelona, y le exigen que renuncie públicamente a esta idea, entone el mea culpa y prometa que no lo volverá a hacer. Este repentino tercio tiene también un ramalazo muy ortopédico, artificial, postizo...
Los herederos de Ada Colau podrían cambiar el sentido de su voto en el pleno municipal de este viernes y así propiciar igualmente la aprobación de las ordenanzas fiscales propuesta por el ejecutivo. Se trata de la última oportunidad del gobierno municipal de sacar adelante su política tributaria. De lo contrario el Ayuntamiento prorrogará sus ordenanzas e ingresará veintitantos millones de euros menos de lo previsto. Pero vistos los últimos intercambios de reproches la reconciliación se antoja remota. El gobierno municipal entiende que no tiene nada de lo que redimirse, que no está pergeñando ninguna terminal de cruceros de lujo, que los comunes están haciendo un ejercicio de escenografía... Y no está dispuestos a dejarse mangonear.
Ante el nuevo panorama, a la espera de que unos y otros resuelvan sus diferencias, los ediles de ERC, también reservaron su voto. Junts, PP y Vox votaron en contra, como se esperaban. En un instante los encarrilados planes de ejecutivo del alcalde Collboni saltaron por los aires. Se suponía que esta comisión extraordinaria no era más que un trámite, que PSC y BComú habían encontrado un camino de entendimiento, que la próxima escala eran los presupuestos municipales del 2025...
A media mañana Janet Sanz, la nueva presidenta del grupo de BComú, anunció en una rueda de prensa que los comunes no apoyarán las ordenanzas de los socialistas hasta que el ejecutivo deje bien claro que renuncia del todo a la habilitación de la dichosa termina. A buen seguro que las cejas del teniente de alcalde de Economía y también de Turismo, de Jordi Valls, se arquearon del todo cuando se los comunes lo llamaron minutos antes para adelantarles su órdago, y también que aún le colea el enfado que entones le asaltó ¿acaso las terminales de cruceros se desarrollan según los artículos de las ordenanzas fiscales? ¿y de dónde sale esta terminal? Sanz argumentó que los comunes están obligados a tratar de frenar de todos los modos las derivas elitistas de los socialistas, sus tendencias a ponerse del lado de los lobbies, de ponerles alfombras rojas. Si no fuera por ellos los barceloneses quedarían a merced de una industria depredadora. A su juicio los comunes están haciendo un ejercicio de responsabilidad. No pueden facilitar la acción a un gobierno que no está del lado de la gente.
La respuesta del ejecutivo
“No convirtamos una terminal fantasma en otro Hard Rock para parar las ordenanzas”
Al poco el teniente de alcalde montó su rueda de prensa y se mostró muy contundente. “No convirtamos una terminal fantasma que no existe en el nuevo Hard Rock para no aprobar las ordenanzas”, dijo en cuanto cogió el micrófono. La verdad es que en ningún momento Valls pareció que estuviera a punto de pedir perdón. Todo lo contrario. “Dejen de poner palos en las ruedas de los gobiernos progresistas”. El teniente de alcalde vino a decir que los comunes están elevando a los altares un documento de trabajo que simplemente recoge unas cuantas observaciones, que no hay ningún proyecto a este respecto sobre ninguna mesa, que les están subiendo el IBI a los hoteles de lujo y a las terminales del puerto, que acordaron con la Generalitat doblar el recargo municipal de la tasa turística, que hasta van a encarecer el aparcamiento de los autocares de turistas, que lo que les pasa a los comunes es que tienen ganas de discutir...
¿Y de qué terminal estamos hablando? Hace meses, antes del verano, el propio Collboni anunció que el Ayuntamiento iniciaba la revisión del convenio suscrito en el 2018 con el Port de Barcelona. El objetivo no era otro que reducir el número de terminales del puerto. Se trata de un trabajo muy laborioso. El actual convenio no caduca hasta el 2027. Y, meses después, a finales de septiembre, los comunes hicieron públicas sus condiciones para avenirse a apoyar los próximos presupuestos municipales. Entre ellas, que el puerto pase de tener siete terminales a solo cinco. Así que unos y otros montaron una mesa de trabajo para conseguirlo. Y el martes, en un borrador de conclusiones y propuestas de actuación, los comunes leyeron las siguientes líneas: “El gobierno municipal, en el marco de las conversaciones con el Port de Barcelona, hace constar y valora positivamente que éste plantea habilitar una mini terminal que dé servicio a barcos de nueva generación con capacidad máxima de mil pasajeros. Pese a ello, no forma parte de estos acuerdos”.
El Port de Barcelona no quiere entrar de ninguna manera en controversias políticas. Y aunque no lo diga con claridad tampoco quiere que le tomen por el pito del sereno. Fuentes de la institución recuerdan que la potestad sobre las terminales es suya. Y subrayan que aún están esperando una propuesta del Ayuntamiento sobre el futuro de las terminales, que el convenio seis años atrás firmado por Sixte Cambra y Ada Colau aún rige, que cuando el Ayuntamiento finalmente le haga saber sus planes decidirán qué hacen, qué uso dan a cada una de las terminales. En verdad aún colean muchas cuestiones en el aire.
Una gerente de alcaldía para mejorar la coordinación interna
Uno de los principales problemas que han afectado al ejecutivo de Jaume Collboni en el año y medio que lleva al frente del Ayuntamiento es la falta de efectivos para cubrir todos los frentes. Esta es una de las razones a favor de una ampliación de gobierno que hoy por hoy, con las ordenanzas fiscales y los presupuestos del 2024 en el aire, se antoja un poco más lejana. Con esta perspectiva y con la de mejorar la coordinación entre las diversas áreas de gestión municipal, Collboni se sacó de la chistera el pasado mes una figura hasta ahora inédita en el organigrama del Ayuntamiento de Barcelona, una gerencia de alcaldía. El primer edil eligió para ese cargo, de manera muy discreta, sin apenas publicidad, a la que hasta ese momento era la gerente de Horta-Guinardó, Elena Amat, una persona de su máxima confianza y con dos y medio de experiencia previa en aquel distrito. La necesidad de poner orden en la gestión y evitar duplicidades explica que la nueva gerente haya asumido un campo de actuación que abarca responsabilidades tan diversas como la cultura, los deportes, el plan de barrios y la estrategia metropolitana, aspectos todos ellos que ya estaban bajo la dirección política de otros concejales del gobierno y que sobre los que el alcalde ha querido asumir un control más directo. / Ramon Suñé