El efecto Valls sacude la batalla por la alcaldía de Barcelona
Sin favorito claro
Actores inesperados entran en escena, otros salen y el guion esconde aún giros imprevisibles
Malos tiempos para la futurología y peores para la prospectiva. La disputa en campo abierto de la alcaldía de Barcelona, huérfana de un favorito claro, y las muchas ambiciones personales y colectivas que convergen en una ciudad muy codiciada a pesar de todos sus actuales problemas –o precisamente por culpa de ellos– han roto en mil pedazos todos los esquemas de la política local.
Ayer, el ganador de las primarias de ERC hace siete meses, Alfred Bosch, se despidió sin hacer ruido en la asamblea local de su partido de la carrera por la sucesión de Ada Colau, para ceder paso casi automáticamente –serán necesarias otras primarias de puro trámite– al conseller de Exteriors y exteniente de alcalde socialista Ernest Maragall.
El entorno de Puigdemont aprovecha para invocar la lista unitaria
El relevo republicano no será el último movimiento de carteles electorales. El martes, el ex primer ministro francés Manuel Valls –que ayer publicó un tuit pretendidamente enigmático sobre su candidatura– anunciará por fin que él también opta a la alcaldía. Su paso adelante quizás no sea el factor más influyente en el paso a un lado de Bosch, pero sí que puede ser determinante a la hora de configurar definitivamente las candidaturas que concurrirán en los comicios del 26 de mayo del 2019.
Tanto en el remendado frente independentista como en el no menos heterogéneo de los partidos opuestos al proceso soberanista, casi todas las incógnitas permanecen sin despejar a falta de ocho meses para las elecciones. La próxima confirmación oficial de la entrada en combate de Manuel Valls ha reavivado en las filas independentistas aquel viejo debate entre dos opciones que son igual de válidas hasta que (en las elecciones) se demuestre lo contrario: ¿qué suma más, ir juntos o por separado?
Cobra más fuerza la idea de que la alcaldía será para quien obtenga un voto más que el rival
En el universo plural de la antigua Convergència y en la órbita del expresident Carles Puigdemont la idea de una lista unitaria se ha convertido en un credo que no admite duda alguna. Ayer, el president Quim Torra, en una entrevista con la agencia Efe, insistía en la “unidad electoral” para ganar una “pieza clave” no tanto por la importancia intrínseca de Barcelona como por su condición de “capital del país”. También el PDECat, que a través de su presidente, David Bonvehí, animó a Ernest Maragall a replantearse el no de Esquerra a la candidatura unitaria. A la renovada apuesta por la lista conjunta (PDECat+ERC) se apuntó asimismo el exalcalde Xavier Trias.
La situación del PDECat sería sorprendente si se abstrajera del totum revolutum independentista y de la inestabilidad absoluta del mapa preelectoral barcelonés. El partido eligió el pasado mayo, también en primarias, a una alcaldable, Neus Munté, que muy pocos creen que acabe encabezando lista alguna. Los designios inescrutables de Puigdemont apuntan en otras direcciones: un Junts o una Crida per Barcelona a la que, hasta ahora, ERC ha hecho oídos sordos. Quizás el delegado de la Generalitat en Madrid, Ferran Mascarell, buen conocedor como Ernest Maragall de la ciudad a la que sirvió desde el Ayuntamiento y durante años aspirante socialista a la alcaldía más por ambición personal que por convicción de su antiguo partido. Acaso algún tapado o tapada cuyo nombre no ha sido revelado, pero que entra en una trama todavía inconfesable que se urde en Waterloo.
En ninguna parte está escrito que el cambio de Bosch por Maragall juegue necesariamente a favor de una candidatura unitaria. Sí parece evidente que el inminente anuncio de Manuel Valls ha provocado el rearme independentista y que la noticia no desagrada a los comunes. Probada la creciente incapacidad de los políticos locales para tejer alianzas postelectorales, todos los contendientes en la batalla de Barcelona tienen muy presente en sus cálculos que el candidato que gane, aunque sea sólo por un voto de diferencia, tiene muchos números para ser el próximo alcalde o alcaldesa.
Todos los actores de esta película estarán muy atentos a la evolución de la candidatura de Valls, que tal y como avanzó ayer La Vanguardia podría ir adquiriendo una tonalidad alejada del naranja. El ex primer ministro francés huirá de la identificación como candidato de Ciudadanos, formación, sin embargo, que a estas alturas, y después de haber hecho pública en voz muy alta su apuesta por Valls, difícilmente puede dar marcha atrás. A la espera está el PP, que no ha decidido si volverá a confiar su suerte al inagotable Alberto Fernández, que continúa pateándose como ningún otro concejal la ciudad en busca de situaciones que denunciar en la Barcelona de Colau mientras en la calle Génova siguen sin comunicarle cuál va a ser su futuro político.
Asimismo aguarda para mover ficha el PSC, que también mediante primarias eligió a Jaume Collboni alcaldable. Para tener éxito en su aventura barcelonesa, Valls necesita convencer a muchos antiguos votantes socialistas, de los que no se atreven a dar el paso de confiar en Cs. De hecho, en el equipo fundacional de campaña del político francés figuran destacados colaboradores de ese alcalde Maragall cuya herencia política casi todos, incluidos los que por la derecha y por la izquierda le denostaron, ahora reclaman.
¿Beneficia o perjudica la candidatura de Manuel Valls a Ada Colau? Las opiniones, como los candidatos, pueden cambiar en los próximos meses, pero de momento los comunes no ven con desagrado tener enfrente a un rival al que –no hay que ser muy perspicaz para adivinarlo– no dudarán en etiquetar como el candidato de la oligarquía, los poderosos y de tantas otras cosas más.