Impacta, aun conociendo su estilo, que las primeras declaraciones que haga un jefe de Estado sobre un accidente aéreo en su territorio sea atacar a un colectivo: los controladores aéreos. Lo ha hecho en su línea, sin filtro alguno. El choque en el aire entre aeronaves, un helicóptero militar y un reactor civil de vuelos regional, además, ocurrió muy cerca. A cinco escasos kilómetros de su actual residencia: la Casa Blanca.
Trump ha usado la red Truth Social para hacer una primera valoración a bocajarro: “debería haberse evitado” enfatizando que la torre de control “no dijo que hacer al helicóptero, en vez de preguntarle si vio al avión”. Ni una mención a víctimas civiles y militares, a sus familias o seres queridos. En su línea, el 47º presidente de Estados Unidos atacó, como primera respuesta a algo.
Destituciones hace unos días
El accidente, protagonizado por un helicóptero Black Hawk, adscrito al PAT o transporte aéreo prioritario y un CRJ de 70 plazas, se produce días después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reformara el Departamento de Seguridad Nacional el martes, destituyendo a los jefes de la Administración de Seguridad del Transporte y el servicio de guardacostas. En lugar de esperar a que completasen sus mandatos, los cesó de urgencia dentro de su plan para darle la vuelta a la administración, entre la que contempla la FAA o administración federal.
Entre las medidas que tienen que ver directamente con el sector aeronáutico y Trump quiere implantar a través del Departamento de Eficiencia del Gobierno, dirigido por el Elon Musk, es privatizar la organización de control de tráfico aéreo de la FAA. El presidente ya lo propuso en su primer mandato. El plan no llegó a cristalizar entonces, por lo que probablemente se está trabajando en este plan desde los primeros días de su administración.
El cambio que se quiere hacer a todo este sector va desde aspectos como la seguridad a otros tarifarios. Hay intención de privatizar la TSA, agencia encargada de la seguridad aeroportuaria creada por George Bush en 2001, justo después de los atentados del 11S y en lo referido a la relación entre compañías aéreas y sus pasajeros, la nueva administración estadounidense tiene en proyecto congelar o incluso retirar las reglas de la administración de Joe Biden, como la que prohíbe las aerolíneas de cobrar tarifas extras a las familias para sentarse juntas o la que requiere que las compañías aéreas revelen claramente posibles tarifas extras no especificadas también podrían desaparecer.
Faltan controladores
Si cualquier medida que se tome a nivel presidencial es trascendente, hay decisiones de más calado en la administración, como la orden ejecutiva que Trump emitió, congelando de las contrataciones federales, con excepciones para los puestos militares, de control de inmigración, seguridad nacional y seguridad pública. Entre los profesionales nuevos con los que ya no se cuenta, está en colectivo atacado por el presidente esta madrugada: los controladores aéreos.
La carencia de estos profesionales en torres y centros de control de Estados Unidos no es nueva. La crisis se remonta a los años 80, durante la administración de Ronald Reagan. El 40º presidente calificó una huelga de controladores aéreos como ilegal y despidió a más de 11.000 profesionales que se quejaban por bajos salarios y jornadas laborales demasiado largas que ponían en peligro la seguridad aérea. El presidente fue inflexible y no aceptó negociar ningún cambio en sus condiciones.
Ya en épocas más cercanas, el año pasado Michael Whitaker, administrador de la FAA al que Trump no permitió completar su mandato, reconoció que a pesar del fichaje de 1.800 nuevos controladores, la escasez seguía, pues un nuevo profesional de este sector necesita acumular experiencia durante un largo periodo de tiempo para estar habilitado y certificado al 100%, un periodo en que al mismo tiempo se iban a retirar 1.400 compañeros más veteranos.
Según datos de la misma agencia, de 2011 a 2022, el número de controladores completamente certificados disminuyó más del nueve por ciento, a pesar de que el tráfico aumentó notablemente. Según los objetivos establecidos por la FAA y el sindicato que representa a los controladores de tráfico aéreo, el 99% de los centros de control de tráfico aéreo de ese país carecen de personal suficiente.
El accidente de anoche
El tráfico aéreo sobre la capital de Estados Unidos es constante. Para los recién llegados a la ciudad sorprende ver despegues y aterrizajes tan cerca de lugares emblemáticos como el Capitolio, el obelisco, los museos Smithsonian o la misma Casa Blanca, cuyos jardines son usados como helipuerto de manera regular. Así, al margen del tráfico aéreo de fuerzas policiales y militares sobrevolando la ciudad, la cercanía del aeropuerto nacional, bautizado en recuerdo de Ronald Reagan en 1998, es la responsable de los aviones a baja altura en la zona. La ciudad dispone de dos aeropuertos civiles más: en de Dulles y el de Baltimore, además de la base de la Fuerza Aérea de Andrews, como principal aeródromo militar y base de las aeronaves presidenciales.
El accidente se produjo al impactar una aeronave de construcción canadiense, un CRJ o Canadair Regional Jet y un Black Hawk. El primero era uno de los mas de 140 jets de este tipo y de tres diferentes series, propiedad de la compañía PSA, nombre de una histórica de la aviación comercial del país, aunque desde hace años forma parte del grupo American Airlines y opera unos 500 vuelos diarios en su nombre usando estos aviones de 50 a 90 plazas. El helicóptero militar era uno de los más de 2.200 con los que cuenta el ejército americano. Adscrito a la una sección de transporte, no llevaba pasajeros y a bordo iba una tripulación mínima de tres personas.
En las grabaciones de las conversaciones, que ya han salido a la luz en varias redes y webs, entre la torre de control del aeropuerto Reagan y las aeronaves, el encargado de separar los tráficos entre el helicóptero, que volaba con reglas visuales y el avión, que estaba a punto de tomar tierra en la pista 33, este pregunta preventivamente al helicóptero si tiene el CRJ a la vista, a lo que contesta afirmativamente añadiendo “que lo iban a pasar por detrás”. Quizá los pilotos del Black Hawk erraron en sus cálculos, pues la aeronave que creían haber pasado, aún estaba por llegar e impactar con ellos.
Todo lo que venga ahora es investigación, conclusiones y probable ruido en medios y redes, cuando la evidencia es que en el corazón de Estados Unidos se ha producido un gravísimo accidente aéreo que implica a dos aeronaves que ahora descansan en el fondo del río Potomac.