Donald Trump logró aplacar el viernes la primera rebelión interna del nuevo curso político en Washington, en la apertura del 119º Congreso de Estados Unidos. En una votación dramática, constató que la ajustada mayoría republicana en la Cámara de Representantes, revalidada en las elecciones de noviembre, contiene las mismas divisiones que desestabilizaron la anterior legislatura y que amenazan el desempeño de su futuro mandato.
En el uso de su autoridad como presidente electo, le bastaron una serie de llamadas a dos de los congresistas republicanos díscolos para que cambiaran su voto y facilitaran la reelección de Mike Johnson como presidente de la Cámara Baja. Elegido por 218 votos frente a los 215 del demócrata Hakeem Jeffries, será el encargado de impulsar su agenda legislativa, que incluye deportaciones masivas, elevados aranceles, rebajas de impuestos a las rentas altas o el impulso de la extracción de hidrocarburos. Unas costosas medidas que deberán conciliar con el recorte del gasto público y el techo de deuda, principal exigencia del ala dura, que se oponía a Johnson.
La urgencia por elegir a un presidente de la Cámara –lo que suele ser un trámite– era máxima: sin un speaker, no puede certificarse el resultado de las elecciones presidenciales. Este proceso, que coronará mañana a Trump en el Capitolio, a dos semanas de su toma de posesión, tendrá lugar en un clima muy distinto a la violencia que rodeó la misma votación hace cuatro años, el 6 de enero del 2021.
Once legisladores del grupo ultraderechista Freedom Caucus argumentaron en una carta que tan solo habían votado a favor de Johnson para resaltar su “firme apoyo al presidente Trump y para garantizar la certificación oportuna de sus electores”. Pese a sus diferencias y las de algunos de sus aliados, el presidente electo había ofrecido su apoyo al speaker en un mensaje en Truth Social esa misma mañana, asegurando que su triunfo sería “una gran victoria para el Partido Republicano”.
Las reticencias del ala dura con Johnson se deben a lo que consideran una actitud complaciente con los demócratas, con quienes se ha abierto a la negociación durante sus 14 meses en el cargo y pactó una prórroga presupuestaria en diciembre. Un hecho similar precedió en octubre del 2023 a otra rebelión del mismo grupo, que costó la cabeza del anterior speaker, el también republicano Kevin McCarthy.
La renuncia de Gaetz y las salidas de Stefanik y Waltz estrecharán la mayoría republicana a 217 frente a 215 escaños
Trump vendió la reelección de Johnson como un “voto de confianza sin precedentes”, que devolverá “sentido común, fortaleza y liderazgo” al Congreso. Sin embargo, esas son precisamente las tres virtudes de las que carece la ajustada mayoría republicana: se estrechó con la renuncia de Matt Gaetz a su escaño (tras sus acusaciones de tráfico sexual, sexo con menores y abuso de drogas) y será todavía más angosta cuando los republicanos Elise Stefanik y Mike Waltz abandonen sus sillas para trabajar en la futura administración de Trump, si finalmente son confirmados como embajadora ante la ONU y asesor de Seguridad Nacional.
Entonces, los republicanos controlarán la Cámara de Representantes por 217 a 215 escaños, por lo que una defección en sus filas será suficiente para bloquear cualquier proyecto de ley. Al cabo de unos meses, los escaños liberados por Gaetz, Stefanik y Waltz serán sometidos de nuevo a votación popular. Pero el estrecho margen en los primeros meses de mandato de Trump supondrá una importante piedra en sus flamantes zapatos presidenciales.
Estos 217 congresistas se dividen en múltiples facciones (o caucus), que se pueden resumir en tres corrientes: republicanos moderados, conservadores y la ultraderecha. La rebelión de estos últimos, cercanos a Trump, ha supuesto el primer golpe de realidad para Johnson, que deberá lidiar en los próximos dos años con los designios del líder del partido y, en paralelo, conciliar las divisiones internas.
Mike Johnson deberá conciliar entre las demandas de Trump y las divisiones internas de los republicanos
Si pretende, como ha hecho hasta ahora, apoyarse en los votos demócratas para mantener la financiación del gobierno, podría enfrentarse a las represalias del ala dura del partido, que ya ha amenazado con forzar un voto de censura para echarlo si no cumple sus demandas. La próxima votación dramática será el próximo 14 de marzo, fecha límite para aprobar una nueva ley de gasto y evitar el cierre de la administración.
Trump también enfrentará en las primeras semanas su fragilidad en el Senado, donde los republicanos han retomado la mayoría con 52 senadores frente a 47 demócratas e independientes (y una plaza vacante). La Cámara Alta será la encargada de confirmar los cargos de su futuro gabinete, entre los que el antivacunas Robert Kennedy (Sanidad), la prorrusa Tulsi Gabbard (Inteligencia) y Pete Hegseth (Defensa), acusado de agresión sexual, destacan como los nombramientos más polémicos.
La composición del Congreso augura un mandato tumultuoso para Trump, que el 20 de enero se convertirá en el primer presidente convicto en la historia del país. Diez días antes, conocerá la sentencia por los 34 delitos por los que un jurado le declaró culpable en el caso Stormy Daniels, según anunció el mismo viernes el juez Juan Merchan de Nueva York, aunque avanzó que no enviará al presidente electo a la cárcel.