“La presidencia de la Cámara Baja se declara vacante”, dijo Steve Womack, el legislador republicano encargado de dirigir la sesión en el Congreso.
La venganza contra Kevin McCarthy por haber contribuido a mantener el gobierno abierto financieramente ya está servida. La guerra civil entre republicanos, desatada por una minoría de ultras (ocho) liderada por Matt Gaetz, acabó este martes con la destitución del presidente de la Cámara Baja, y líder de la mayoría conservadora, algo nunca visto en la historia de Estados Unidos.
El resultado fue de 216 votos a favor de su expulsión (entre ellos ocho disidentes republicanos) contra 210 en contra, marcó una jornada para los anales. Siete legisladores no votaron. Cuatro de ellos eran demócratas, incluida Nancy Pelosi.
Otra batalla
La Cámara se queda paralizada, con un jefe interino, a la espera de otra guerra para elegir sucesor
El partido que se rinde genuflexo a Trump es el que sale retratado ante la sociedad. En paralelo, furiosos por las cesiones de McCarthy a los extremistas republicanos -no hay que olvidar que es otro colaborador de Trump–, los demócratas no perdieron la ocasión de hurgar en la herida y votar en bloque para echar al presidente.
“Desgraciadamente, nuestros colegas republicanos no son capaces de romper con los extremistas”, anunció Hakeem Jeffries, líder de la minoría demócrata al recomendar votar a favor de echar a McCarthy, que al final ha estado diez meses en el cargo. Solo se precisaban cinco votos republicanos para forzar la marcha de McCarthy, si los progresistas respondían en grupo.
Su destitución supone entrar en territorio no explorado. Nunca se había forzado dejar vacante el puesto de presidente de la Cámara Baja. Hubo dos peticiones previas que fracasaron. Una en 1910. La última en 2015 contra el speaker republicano John Boehner. Nunca llegó a votarse, pero Bohener dejó el puesto antes de lo previsto.
Sin presidente, la Cámara se paraliza a la espera de que alguien tome las riendas y supone dejar vacante el tercer cargo de poder en EE.UU. El republicano Patrick McHenry empezó a ejercer como interino.
Fin de un sueño
McCarthy comunica a sus compañeros a las pocas horas de ser destituido que no volverá a postularse para el cargo
McCarthy tuvo que afrontar 15 votaciones el pasado enero para alcanzar el cargo. Entonces Gaetz lideró la oposición, hasta que Trump le indicó que ya era suficiente. En este nuevo envite, McCarthy insistió en que contaba con un apoyo mayoritario en el grupo conservador así que, en caso de perder, respondió con un “ya veremos” ante la posibilidad de intentar competir de nuevo por el mazo. A las pocas horas de la derrota, el legislador por California destituido comunicó a sus compañeros que no volverá a postularse para el cargo. "Puedo luchar de otra manera", proclamó.
Para neutralizar la operación, se planteó a toda prisa una propuesta para evitar que un solo legislador pudiera forzar la votación para destituir al presidente de la Cámara. Pero fracasó. Once republicanos se opusieron, junto a los demócratas, y entonces empezó el show.
Fue un espectáculo sin igual ver cómo tomaban la palabra republicanos para despedazar no a un rival, sino a uno de los suyos, a su supuesto líder, mientras que otros, más numerosos, elogiaban al speaker y criticaban a los disidentes por ser agentes del caos en la Cámara y en el país. “Caos es McCarthy, alguien del que no puedes fiarte de su palabra”, replicó Gaetz.
Entre tanto, los demócratas escuchaban y no abrían la boca, no les hacía falta.
La Cámara estará en receso hasta la próxima semana. Entonces los legisladores regresarán para tratar de resolver el vacío de poder, aunque la ruta parece compleja
McCarthy se despidió con una extensa rueda de prensa. “Puedo haber perdido la votación, pero al dejar esta sala, me siento afortunado por haber servido como presidente. Ha sido uno de los grandes honores”, confesó. “No cambiaría nada”, recalcó en alusión al proyecto provisional de financiación de la administración que planteó para que los demócratas pudieran votarlo y evitar el cierre el pasado domingo, lo que en definitiva le ha costado el cargo.
“No me arrepiento de haber elegido la gobernanza en lugar de las quejas. Es mi responsabilidad, es mi trabajo. No lamento la negociación, nuestro gobierno está diseñado para encontrar compromiso”, prosiguió.
“He querido tener siempre una sonrisa”, matizó y lo cierto es que en esa comparecencia exhibió un buen perder. Pero no escondió la contradicción de que solo ocho del grupo republicano se rebelaran y hayan conseguido sacarlo del puesto, mientras que “el 96% está conmigo”, insistió. “Este país es muy grande para la pequeña visión de esos ocho”, replicó.
En realidad, culpó incluso más a los demócratas, sobre todo tras evitar el cierre del gobierno. Utilizó un lenguaje incluso más duro con los de la otra bancada que con los republicanos de la discordia, de los que afirmó que “no creo que sean muy productivos” y que “no son conservadores, están enfadados y son caóticos”. Pero remarcó: “Pienso que esto ha sido una decisión política de los demócratas y pienso que cosas que ellos han hecho en el pasado han causado mucho daño a la institución”.
Sostuvo que no se ha planteado abandonar su escaño en el Congreso, pero no confirmó tampoco que vaya a continuar. “Tengo una sensación de orgullo y de logro, y de optimismo”, insistió. Y remató con una cuestión. “¿Hice historia, no?”, se rió. De eso no hay duda, pero no en el sentido que se imaginó.