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EE.UU. retrasa su salida de Siria

El conflicto sirio

Bolton condiciona la retirada de las tropas a la seguridad kurda

Un blindado estadounidense apostado en los alrededores de la ciudad siria de Manbij

Hussein Malla / AP

No te vayas todavía, no te vayas por favor. En estos tiempos de bulos en las redes, parecería que un coro unánime se ha levantado en Oriente Medio, no para que Estados Unidos deje de provocar estropicios en la zona, sino para que no la abandone jamás.

Nada más lejos de la realidad, excepto, evidentemente, en Israel, donde el consejero de Seguridad Nacional de EE.UU., John Bolton, regalaba ayer los oídos de Beniamin Netanyahu, matizando las palabras de su presidente.

El consejero de seguridad de Trump visita Israel antes de desplazarse a Turquía

Aunque Donald Trump anunció el mes pasado el fin de la presencia estadounidense en Siria, su consejero apuntó ayer que dicha retirada no tenía fecha y que estaba condicionada a la seguridad de sus aliados kurdos. El ejército turco, apostado ya a pocos kilómetros de las milicias kurdas en Siria, debe consultar y coordinar con Washington cualquier intervención, según John Bolton.

Cuando Bolton habla de kurdos se refiere a las Unidades de Protección Popular (YPG), la rama siria del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), a la que Washington ha armado contra el Estado Islámico (EI). Misión cumplida para Trump. No del todo, según su círculo de halcones o según Macron (Francia mantiene también tropas en Siria)

Parar los pies a Irán, nuevo argumento para prolongar la presencia de marines

Ralentización al margen, Bolton y Netanyahu –defensores de la vía más dura con Irán– ven cómo sus fantasías más belicistas pierden pie. El pulso a Qatar –e indirectamente a Turquía– ha hecho agua. El príncipe heredero de Arabia Saudí está en sus horas más bajas tras el asesinato de Khashoggi. Y la corrupción señala el ocaso de Netanyahu.

El otro halcón antiiraní – perro rabioso Jim Mattis– ha dimitido como secretario de Defensa en desacuerdo porque Trump se ha propuesto cumplir su promesa de abril de sacar sus tropas de Siria y Afganistán –no así de Irak–.

Para más inri, Emiratos Árabes Unidos –también Bahréin– acaba de tragarse la amarga píldora de reabrir su embajada en Damasco. Un nuevo aldabonazo para el régimen de Bashar el Asad, pocas semanas después de la visita del presidente de Sudán, Omar al Bashir, a Damasco, la primera de un alto mandatario árabe. El cordón sanitario suní se ha roto.

El régimen policiaco de El Asad, con el apoyo de Rusia e Irán, ha ganado la guerra. Y los que confiaron en derrocarlo, desde Recep Tayyip Erdogan hasta la plana mayor de Occidente, la han perdido. Atrás quedan medio millón de muertos. Y enfrente, más de seis millones de refugiados, la mitad en Turquía, donde la oposición a Erdogan empieza a flirtear con la xenofobia.

Bolton visita mañana Turquía y a continuación será el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien haga un tour por una decena de países árabes. Este último declaró que debía evitarse “que Turquía masacrara a los kurdos”, algo que ha provocado una airada protesta oficial de Ankara.

Cabe recordar que la presencia de tropas estadounidenses en Siria –como la de tropas turcas– no obedece a ningún mandato de la ONU ni se produce a petición del Gobierno que conserva todos sus derechos ante este organismo, que es el de Bashar el Asad.

Ahora, lo que está sobre la mesa es hasta qué punto y a qué velocidad el régimen de Damasco recupera el territorio bajo control del YPG, que sólo en una tercera parte es de mayoría kurda. En total constituye un 30% del territorio sirio, que alberga más de un 90% de sus hidrocarburos y la mayor parte de la producción de trigo y algodón. Además del caudal del Éufrates.

Ciertamente, hay que reconocer que las milicias kurdas pusieron muchos muertos para revertir los avances del EI. Aunque también los puso Hizbulah.

En cualquier caso, la arabización de Afrin, tras la ocupación militar turca y de sus aliados islamistas –que siguen controlando Idlib, la última moneda de cambio–, obliga a prestar atención a los temores kurdos.

Redur Jalil, comandante y portavoz del YPG, considera inevitable afinar un acuerdo con Asad, con Moscú como garante. De hecho, las tropas sirias ya están a las puertas de Manbij.

Nada nuevo bajo el sol. El YPG-PKK, el último en llegar a las zonas kurdas de Siria, arrinconó en tiempo récord a fuerzas kurdas de oposición mucho más veteranas, hasta imponer su hegemonía política y cultural a mano armada. Una velocidad que hizo que los demás partidos kurdos sospecharan ya en el 2011 de su connivencia con El Asad, cuya caída no pedía. En Ankara no tenían ninguna duda de que El Asad estaba pagándoles con la misma moneda el apoyo de Erdogan a la insurgencia suní.

Cabe recordar que el líder del PKK, Abdulah Öcalan, vivió protegido por Hafez el Asad hasta poco antes de su captura, facilitada por la CIA y el Mosad.

Öcalan lleva en una cárcel del mar de Mármara desde 1999. Hoy, tanto el PKK como el YPG exhiben su retratos. Pero si el PKK se adiestraba hace treinta años con los palestinos de la OLP en el valle de la Bekaa, ahora son Washington y Tel Aviv quienes les cortejan. Hasta la próxima. Su supuesto defensor, John Bolton, hablaba ayer de ellos en el Jerusalén disputado y hoy puede volver a hacerlo en los altos del Golán. Mejor que él, Trump ha terminado entendiendo algo fundamental. No es sólo Erdogan, sino también la oposición, el Estado turco, quien jamás permitirá la consolidación de un ente paraestatal bajo control del PKK en su frontera. Lo que para Donald Trump es “arena y muerte” –su definición de Siria– para Turquía es un problema existencial. El caso del Kurdistán iraquí es muy distinto, porque el Gobierno de Erbil es competidor del PKK y aliado de Erdogan.

Al parecer, una llamada del presidente turco habría acelerado la decisión de Trump. Y la posible compra de misiles Patriot por parte de Ankara –no en lugar de los S-400 rusos, sino complementariamente– podría haber sellado el trato.

Rusia, la única potencia con capacidad de interlocución con todos los estados implicados en Siria, se consolida en Oriente Medio. Tarde o temprano habrá un brindis por la marcha de los dos mil marines y no será con té, será con vodka.