“Guantánamo no acaba nunca”
EE.UU.
Aunque Trump mantuvo la ley de revisión de casos, cunde el desánimo sobre el futuro de los 41 presos del infame penal
Como marca la ley, “esta sesión está siendo seguida por miembros de la prensa local e internacional, representantes de universidades y oenegés”, afirma una voz desde Guantánamo en presencia de su preso número 28, Moath Al Alwi. La realidad en la pequeña sala de escucha del Pentágono, decorada con imágenes de militares estadounidenses volviendo a casa, es más modesta: los observadores se limitan a dos abogados de un blog de temática legal, una profesora universitaria y esta corresponsal. Al saberse que, por “problemas técnicos”, la conexión iba a ser sólo telefónica y no por videoconferencia otros renunciaron, afirma un comandante.
Son las 10.24 de la mañana y acaba de comenzar la reunión de la junta de revisión periódica de los casos de los presos de Guantánamo (PRB, en inglés). Compuesta por seis representantes gubernamentales, el sistema fue creado por Barack Obama para dar una salida legal a los presos. Donald Trump revocó su decisión de cerrar Guantánamo pero ha mantenido en vigor las juntas. Pocos creen sin embargo que vaya a autorizar salidas.
Al Alwi lleva 16 años preso aunque ni era escolta de Bin Laden ni se sabe si combatió
Al Alwi es yemení y tiene unos 40 años. Nunca ha sido juzgado ni acusado de nada. Mata el tiempo construyendo maquetas de barcos y dibujando el mar. En Guantánamo lo oyen y lo huelen pero no lo ven. Llevaba 5.915 días encerrado en la infame prisión militar –más de 16 años— cuando el pasado 27 de marzo la junta se reunió para examinar su caso. “El objeto de esta sesión es determinar si la persona sigue representando una amenaza para la seguridad de EE.UU. o si puede ser transferido, pero no determinar la legalidad de la detención”, aclaran.
Se pasa a leer la parte desclasificada de su dossier. Tres párrafos. Al Alwi “era un miembro de Al Qaeda que pasó tiempo con el equipo de seguridad de Osama Bin Laden pero probablemente no era uno de sus guardaespaldas” (en contra de lo que decían al principio). “Viajó a Afganistán para sumarse a la yihad y probablemente se entrenó con Al Qaeda”. “Posiblemente” ayudó a gestionar uno de sus albergues en Kandahar. “Pasó tiempo” con combatientes talibanes pero “no sabemos si participó directamente en combates” (antes se decía que era un jefe militar de Al Qaeda).
Al Alwi “no parece tener lazos directos con extremistas”, prosigue leyendo la voz masculina, pero sí “un primo que en el 2006 estuvo implicado” en esas actividades y se escribe con expresos de Guantánamo. Tiene un historial de odio y amenazas hacia América y siente empatía por los combatientes sirios, lo que sugiere que “estaría abierto a reengancharse” si no es plenamente rehabilitado, afirman.
Interviene luego su representante personal, una militar asignada por el Pentágono que lo define como una persona positiva, que interactúa bien con otros detenidos y con los guardias y que tiene posibilidades de reintegrarse en la sociedad gracias a sus capacidades artísticas. Después llega el turno de su abogada personal, que habla también del interés que han suscitado las obras de Al Alwi. Destaca su buen comportamiento de los últimos años (antes tuvo conflictos con guardias e hizo huelga de hambre) y el deseo de su familia de acogerle en Arabia Saudí. Ambas recomiendan con vehemencia su liberación.
Guantánamo ha acogido a unos 780 presos
La voz masculina informa de que la sesión ha llegado a su fin. Ha durado 13 minutos. En realidad, prosiguió durante horas pero sin observadores, en sesión restringida. Nadie puede seguir ni el interrogatorio al preso ni sus discusiones posteriores con sus representantes. La decisión, explicó una oficial en el Pentágono, se conocerá en 30 días. El jueves no habían dado novedades.
Por Guantánamo han pasado unos 780 presos. Su creador, George Bush, liberó a más de 500. Con Obama, salieron cerca de 200 personas mediante el PRB. En la era Trump, se sigue utilizando pero ningún preso ha sido declarado apto para ser liberado ( cleared for release). “Es un teatrillo, un show político”, sentencia Ramzi Kassem, el abogado que representa a Al Alwi ante la justicia civil. “Quieren dar la impresión de que hay un proceso justo pero son sandeces. Es todo de cara a la galería, para que no parezca que están deteniendo a la gente de forma indefinida”, critica el abogado días después de la vista.
El profesor George Edwards, de la Universidad de Indiana, uno de los académicos que más de cerca ha seguido la evolución del penal, discrepa. “Todavía es posible para los presos ser transferidos”, afirma, refiriéndose a la orden ejecutiva de Trump que preservó el sistema, que no impide a Defensa autorizar la salida “cuando se considere adecuado”. La orden de Obama, recuerda, no pretendía dejar a todos libres sino llevarlos a su país de origen, uno de acogida o una prisión en EE.UU.
Hoy quedan 41 prisioneros en Guantánamo. Cinco de ellos fueron declarados aptos para ser puestos en libertad al final de la era Obama pero siguen ahí. Porque hay otro problema: la oficina del Departamento de Estado que negociaba entregas con terceros países y hacía seguimiento de los presos reubicados ha sido desmantelada. “No fue una buena idea”, escribe en Just Security el abogado Benjamin Farley, que ha trabajado para Defensa y defendido a presos. “Sus responsabilidades han sido desperdigadas sin ser reasignadas”. “No será fácil subsanar el error” de perder esa valiosa “memoria institucional”, alerta.
Varios presos han sido declarados ‘aptos para ser liberados’ pero no tienen destino
El PRB sigue en vigor pero Farley ve señales de “disfunciones y falta de compromiso” para hacer cumplir la ley. Hay por ejemplo un saudí condenado que, ya en la era Trump, pactó con un tribunal militar cumplir el resto de la pena en su país pero sigue preso. A dos hombres liberados a Senegal se les ha perdido la pista. Al menos uno ha sido llevado contra su voluntad a Libia. Kassem era su abogado. “Si has sido prisionero, Guantánamo no se acaba nunca. Ni siquiera cuando sales”, dice.
Las obras de Al Alwi (realizadas con cartón, cuerdas de su alfombra de oraciones y seda dental) y otros presos salieron a la luz hace unos meses con la exposición Oda al mar organizada en Nueva York por una universidad. Muchos sólo vieron el mar un día en su vida, cuando un huracán amenazó la bahía y retiraron las lonas que los aíslan del exterior. Sus obras llamaron la atención del público, expertos en arte y víctimas furiosas del 11-S. El Pentágono montó en cólera y decretó que todas las obras producidas en Guantánamo son propiedad del ejército y no pueden salir del penal.
“Reaccionaron así porque si el público conoce sus nombres y sus sentimientos puede cuestionar su narrativa de que esa gente no son personas sino monstruos y por eso están ahí”, afirma Kassem, profesor de Derecho en la City University de Nueva York y fundador de la oenegé Clear. Kassem no descarta que declaren a Al Alwi ‘apto’ para salir pero es pesimista. “Ojalá me equivoque pero eso ya no significa nada. No significará nada hasta que la gente que tiene que salir, salga. Mientras tanto, será una farsa”.