El día que Tesla se enfrentó a Edison
Rivales históricos
Los dos científicos mantuvieron un enconado enfrentamiento durante largos años. La razón: cada uno de ellos pretendía imponer su propio estándar de electricidad
Sin duda, se hallaba ante el momento más importante de su vida. Después de años de trabajo arduo, penurias, sabotajes e injurias, tenía ante sí la oportunidad de demostrar que estaba en lo cierto: la corriente alterna que había inventado era el futuro. El joven Nikola Tesla había llegado a Estados Unidos casi diez años antes, procedente de Europa, con unos pocos centavos en los bolsillos y un puñado de buenas ideas para mejorar el estándar de electricidad que allí se utilizaba, el ideado por Thomas Alva Edison.
Sin embargo, sus buenos propósitos y conocimientos en campos mecánicos, física y matemáticas pronto chocaron con los deseos y ambiciones de Edison. Este inventor norteamericano emprendió una lucha para denostarlo, porque si demostraba la peligrosidad de la corriente alterna se aseguraba la permanencia de su corriente continua como único flujo que corriera por las venas y arterias de las urbes estadounidenses. Aquel duelo de corrientes se resolvería ante millones de personas en la inauguración de la Exposición Universal de Chicago de 1893.
Los miles de espectadores congregados en el recinto de la feria serían los primeros en ver con sus propios ojos la nueva electricidad de Tesla. Cuando el presidente del país, Grover Cleveland, pulsó un botón y cien mil bombillas incandescentes iluminaron el espacio, el público prorrumpió en un aplauso entusiasta. La corriente alterna se imponía así sobre la continua. Ya no quedaba duda alguna: sería la energía de consumo masivo del siglo XX.
El sustituto del vapor
Aquella lucha de corrientes había comenzado mucho antes, en 1879, cuando Edison presentó la bombilla incandescente. Con la intención de introducir su invento en todos los hogares del país, empezó a investigar un sistema que permitiera suministrar energía para iluminar América. Tras ocho años de pruebas y experimentos dio con una solución, la corriente continua, que sustituía al vapor como fuente de energía. Los norteamericanos acogieron la propuesta de Edison con los brazos abiertos. Sin embargo, no tardaron en percatarse de sus numerosos inconvenientes.
La energía fluía en una sola dirección y los cables a menudo se derretían al paso de la corriente. El sistema no permitía transmitir energía a distancias superiores a 1 o 2 km, por lo que debían instalarse generadores por toda la ciudad. Y como tampoco se podía transformar el voltaje, se necesitaban líneas eléctricas por separado para proporcionar energía tanto a las industrias como a los hogares de forma eficiente, segura y económica. El resultado fue que el cielo de Nueva York quedó sembrado de gruesos cables de cobre.
Aun así, lo peor era la poca seguridad del sistema de Edison. El hecho de que Nueva York estuviera cableada por completo resultaba peligroso, como se puso de manifiesto durante el Gran Huracán Blanco que sepultó la ciudad en 1888. Los vientos que la azotaron causaron la rotura de numerosos cables y la caída de estos sobre los ciudadanos. Murieron más de 400 personas, buena parte de ellas electrocutadas.
Tesla llegó a Nueva York en 1884, con 28 años y una carta de recomendación para Edison que había escrito uno de los socios de este en Europa. “Querido Edison: conozco a dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es este joven”, decía. Al inventor americano aquel muchacho no le causó buena impresión, pero acabó contratándolo. La primera tarea que le encomendó fue que hallara una forma para mejorar su sistema de corriente continua. Si lo conseguía, le dijo, le recompensaría con 50.000 dólares.
Tesla era capaz de resolver mentalmente los problemas técnicos, lo que sacaba de quicio a Edison
Al poco tiempo de trabajar juntos, las diferencias entre ambos fueron fuente de conflictos. Edison carecía de una educación formal y todos sus inventos se basaban en un método de ensayo, prueba y error. Tesla, en cambio, poseía una sólida formación y era capaz de resolver mentalmente los problemas técnicos que surgían sin recurrir a los experimentos, lo que sacaba de quicio a su colega. Quizá por eso, cuando Tesla se presentó ante él un año después y le anunció que había dado con una solución a su problema, Edison no le creyó y desdeñó la propuesta.
El joven había diseñado un sistema de generación y transmisión de corriente alterna que permitía que el voltaje se elevara con un transformador antes de transportarse a largas distancias y, una vez en su destino, se redujera para proporcionar energía con seguridad. Aquello presentaba muchas ventajas frente a la corriente continua de Edison. Sin embargo, este menospreció a su creador. Además, se negó a pagarle la recompensa prometida alegando que había sido tan solo una broma. Furioso y decepcionado, el chico dimitió.
Pero Tesla ya se había labrado un nombre y muchos inversores se interesaron en financiar sus trabajos, como A. K. Brown, que le proporcionó fondos para que diseñara un motor de corriente alterna. O la Western Union Company, que apoyó su investigación sobre generación y transporte de corriente alterna a largas distancias. Fue entonces cuando George Westinghouse, inventor de los frenos de aire para trenes y propietario de la compañía The Westinghouse Corporation, le propuso comprarle su sistema de corriente alterna.
Guerra de corrientes
La comercialización de aquel nuevo sistema de energía supuso el inicio de la “guerra de corrientes”, que enfrentó durante casi una década a Thomas Alva Edison y la General Electric, por un lado, con Nikola Tesla y la Westinghouse Corporation, por otro. Edison emprendió una campaña de difamación y desprestigio de la corriente alterna. Llenó la ciudad de carteles que advertían de los peligros que esta suponía y se dedicó a electrocutar en público, con corriente alterna, a perros y caballos para demostrar así su poca seguridad.
Tras meses de batalla, aquel enfrentamiento concluyó en la Exposición Universal de Chicago de 1893, una cita de una gran repercusión internacional. Los organizadores buscaban una fórmula para iluminar el recinto y recurrieron a Edison y a Tesla. El primero les propuso su sistema de corriente continua y les pidió un millón de dólares para implementarlo. En cambio, Tesla, con su corriente alterna, les presentó un presupuesto que rebajaba esa cantidad a la mitad y que, además, libraba a la feria del enjambre de cables que suponía la opción de su rival.
Ambos sistemas se expusieron durante la feria. Tesla demostró una y otra vez la belleza y el poder de su corriente alterna mediante un espectáculo en el que conseguía que le saltaran chispas de los dedos. Edison también realizó una demostración de su corriente, aunque con peor fortuna: al encender el interruptor de su bombilla incandescente, todas las luces de Chicago se atenuaron.
El uso de la corriente continua de Edison resistió residualmente en Nueva York hasta 2007
Tres años más tarde, Buffalo se convirtió en la primera ciudad de Estados Unidos en iluminarse por la corriente de Tesla, después de que The Westinghouse Corporation instalara una central hidroeléctrica en las cataratas del Niágara capaz de enviar energía hasta a 32 km de distancia. A partir de ese momento comenzó a reemplazar la corriente continua como estándar.
En Nueva York, la compañía de Edison continuó proporcionando energía a muchos clientes que habían adoptado el sistema de la corriente continua a comienzos de siglo, sobre todo hoteles que la empleaban para hacer funcionar sus ascensores. En 1998, la central de Nueva York que Edison había fundado casi un siglo antes aún suministraba energía a 4.600 personas, cifra que se redujo a 60 en 2006. No fue hasta 2007 que hizo su última transmisión de corriente continua. A Tesla le gustaba decir: “El presente es suyo, el futuro es mío”. Y así fue. Su corriente alterna ilumina el mundo.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 490 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.