La ley seca: el despegue de las mafias en EE.UU.
Alcohol y gángsters
La ley seca no solo fue ineficaz, sino que propició el despegue de las redes mafiosas y la generalización de la corrupción política y policial en Estados Unidos
A principios del siglo XX, la llegada masiva de inmigrantes de clase obrera a ciudades como Nueva York o Chicago había propiciado el florecimiento de una nueva cultura urbana basada en la afición por el whisky y el bullicioso ambiente de los saloons. Era una manera de pasarlo bien que no todos toleraban.
Los sectores conservadores, que defendían los antiguos valores del orden y la moral estricta, veían en este ocio una amenaza a los principios típicamente americanos y protestaron hasta conseguir su abolición. Y lo lograron.
La ley Volstead (llamada así por el nombre de su impulsor, el congresista luterano por Minnesota Andrew J. Volstead) fue aprobada en 1919 por el Congreso después de tres meses de debate. Al año siguiente entraba en vigor la norma que prohibía “la fabricación, venta o transporte de bebidas alcohólicas intoxicantes”.
Inmediatamente después de su aprobación se destruyeron millones de litros de vino y licores, se clausuraron infinidad de destilerías y las sentencias de cárcel por delitos relacionados con el alcohol empezaron a crecer exponencialmente.
Pero muchos se oponían a la prohibición y desafiaban la ley constantemente. Las tabernas clandestinas y los clubes nocturnos se reprodujeron a gran velocidad, y los contrabandistas de licores se hicieron de oro traficando con bebidas a través de las fronteras mexicana y canadiense.
Los había que fabricaban su propia cerveza o destilaban ginebra en la bañera. El alcohol industrial se volvía a destilar y se convertía en ginebra y whisky sintéticos, muchos de ellos extremadamente venenosos, incluso mortales. De nada servían los más de mil quinientos agentes destinados a hacer cumplir la ley.
Chicago, capital del crimen
Pero la peor consecuencia de la ley seca fue estimular el crimen organizado. La venta ilegal de alcohol ofrecía buenas perspectivas de negocio. Las bandas del hampa, en especial las de Chicago, se propusieron controlar el mercado del licor ilegal, y enseguida pusieron en funcionamiento sus propias destilerías, cervecerías y redes de distribución.
Los temidos gánsteres como John Torrio y su sucesor, Al Capone, se rodearon de auténticos ejércitos privados y se dedicaron a intimidar y liquidar a sus competidores, mientras obligaban a los propietarios de tabernas clandestinas a pagar su “protección”.
A principios de los años veinte, Johnny Torrio erigió un imperio del contrabando de alcohol a través de pactos con otros gánsteres y jugosos sobornos a políticos, policías y jueces para que le dejaran “trabajar” en paz.
Alphonse Capone, su lugarteniente, heredó el negocio. La prensa y el estado lo calificaron de “enemigo público número uno” mientras él se embolsaba más de sesenta millones de dólares al año. En 1923 era ya el criminal más conocido y temido de Estados Unidos. Sus métodos sanguinarios sumieron a la ciudad en una ola de violencia sin precedentes. Se llegaron a registrar más de quinientos asesinatos en tres años, casi todos ellos impunes.
La criminalidad asociada al tráfico ilegal de alcohol iban de la mano con la corrupción política. En Chicago, la connivencia con el mundo del crimen fue total y terminó provocando un alud imparable de guerras entre bandas.
La revocación
El fracaso de la ley seca era evidente, por lo que se desató una importante corriente favorable a su revocación. Llegó finalmente con el triunfo demócrata en las elecciones de 1932. La postura antiprohibicionista sería a la postre una de las claves del éxito electoral de Franklin Delano Roosevelt.
En términos sociales, la ley seca fue una catástrofe. No erradicó el consumo de alcohol y produjo un cambio cualitativo en la sofisticación del crimen organizado. La ley seca generó enormes fondos que luego fueron reinvertidos en otras formas criminales a gran escala, como el juego, la prostitución, la extorsión laboral y el tráfico de drogas. Quería “purificar” el país y acabó provocando, en gran medida, el despegue definitivo de las mafias en Estados Unidos.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 485 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.