¿Cómo nacieron las historias de fantasmas? Hechizados por los seres de ultratumba desde la Antigüedad
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Desde la noche de los tiempos hasta los mundos paralelos dibujados por la inteligencia artificial y el metaverso, las historias de fantasmas han sacudido nuestra imaginación
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Puede parecer algo chocante, pero ¿se imagina a un espectro vestido con túnica, calzando sandalias y hablando un perfecto latín? No es la imagen más habitual, ¿verdad? Sin embargo, el terror también tiene su propia máquina del tiempo. Y podemos subirnos a ella en busca de nuevas sensaciones… y escalofríos antiguos.
“Sospecho que las historias de fantasmas existen desde que la gente ha estado presente para contarlas. La Odisea de Homero, compuesta alrededor del siglo VIII o VII a. C, presenta al héroe haciendo un viaje al inframundo, donde habla a los espíritus de los muertos”, sostiene Greg Buzwell, conservador de archivos y manuscritos de literatura contemporánea de la British Library. Algo similar le ocurre a Eneas en su visita al averno narrada en la Eneida.
Los antiguos dramaturgos fueron, tal vez, los primeros que plasmaron estas historias fantasmagóricas en sus tragedias, pero la máquina del tiempo del terror vuelve a enviarnos mucho más atrás, hasta la Babilonia del año 1.500 a. C, donde encontramos una tablilla de arcilla que nos habla de un extraño ritual de exorcismo.
Vida después de la muerte
Este ritual estaba “casi con certeza relacionado con alguien que no fue enterrado correctamente. La idea de los fantasmas proviene de la antigua idea de que el espíritu de una persona está separado de su cuerpo”, explica Paul Patterson, profesor del Departamento de Inglés, Escritura y Periodismo de la Universidad Saint Joseph’s de Filadelfia.
Posiblemente, este documento sea la representación más antigua conocida de un fantasma. En esta pequeña guía del exorcismo, con detalladas instrucciones para deshacerse de los molestos espectros, hay una última advertencia a los lectores: “no mirar hacia atrás”.
La escritora británica Jeanette Winterson, sin embargo, sí nos invita a viajar todavía un poco más atrás para encontrar trazos de nuestra obsesión por desentrañar el misterio tras la frontera de la muerte. “La obra de literatura secular más antigua que se conserva en el mundo es la Epopeya de Gilgamesh (2000 a. C.) Es una historia de amistad. Es una historia de la vida después de la muerte. Los humanos siempre hemos creído en los fantasmas. Siempre lo haremos”, asegura.
“La creencia en los fantasmas está vinculada obviamente con la ancestral creencia en la vida después de la muerte”, añade Juan Luis González Caballero, editor de Valdemar, sello especializado en literatura fantástica y de terror.
Un fantasma romano
Las primeras historias documentadas de fantasmas, a juicio de los expertos, se remontan a la antigua Roma, y fueron recogidas en cartas que mencionan supuestas apariciones reales. Es el caso de la misiva enviada en el siglo I por el filósofo y escritor Plinio el Joven a su amigo Lucio Licinio Sura, en la que se refiere a una casa tomada por un espíritu.
“Pero ¿no es acaso más terrorífico y no menos admirable lo que voy a exponer ahora, tal como me lo contaron? Había en Atenas una casa espaciosa y profunda, pero tristemente célebre e insalubre. En el silencio de la noche se oía un ruido y, si prestabas atención, primero se escuchaba el estrépito de unas cadenas a lo lejos, y luego ya muy cerca, a continuación, aparecía una imagen, un anciano consumido por la flacura y la podredumbre, de larga barba y cabello erizado; llevaba grilletes en los pies y cadenas en las manos que agitaba y sacudía. A consecuencia de esto, los que habitaban la casa pasaban en vela tristes y terribles noches a causa del temor”, rezaba la epístola.
Considerada por muchos estudiosos como la primera referencia de espectros donde aparece el componente sobrenatural, su eco resonó en los siglos posteriores, dando forma a un arquetipo presente en todas las historias de fantasmas narradas hasta nuestros días.
De Séneca a Shakespeare
En las culturas de Grecia y de Roma, el personaje espectral solía anclarse en contextos rituales en los que primaba una tonalidad sacra. Sin embargo, autores como Séneca ya se alejan de esa ritualidad tan marcada y optan por adornar con nuevos matices a sus personajes.
“Séneca empleó los fantasmas maléficos, infernales, que solían ocupar la posición inicial en el prólogo. Procedían del mundo infernal, del espacio de ultratumba, caracterizado como lugar tenebroso (locus horridus). Podían dirigirse al público para adelantar cuestiones de la trama o entablar un diálogo con otro personaje. Al ser fantasmas infernales su presencia servía para impregnar la escena de un ambiente criminal”, describe el investigador de la Universidad de Burgos Emilio Pascual Barciela en su obra Apariciones espectrales en la tragedia española del siglo XVI.
“El trabajo de Séneca fue una influencia en escritores muchos más tardíos como William Shakespeare, algunas de cuyas obras, como Macbeth y Hamlet, están llenas de elementos sobrenaturales, incluyendo fantasmas y brujas”, apostilla Buzwell.
Fascinados por el miedo
La presencia espectral puede rastrearse, asimismo, en las grandes obras de la tragedia española del siglo XVI, o en piezas de Lope de Vega, Calderón de la Barca o Tirso de Molina, en el XVII. La función de esos espíritus, no siempre maléficos, es amplia.
“Su aparición en escena podía consistir en informar sobre detalles esenciales de la trama, revelar secretos, alentar venganzas sangrientas, reclamar una justicia que se les habría negado en vida, solicitar sepultura, resolver enigmas, vaticinar sucesos trágicos, expresar sentimentalidad, ofrecer vaticinios y soluciones proyectivas, etc.”, enumera Pascual.
Muchos papeles y funciones diversas con un denominador común: el miedo. “Los muertos nos asustan porque no podemos negociar con ellos. ¿Qué hay que temer cuando ya estás muerto? Un fantasma tiene el poder porque literalmente no hay nada que podamos hacer: no podemos sobornar, no podemos amenazar. Sin embargo, para muchos, la visita de un fantasma no sería una amenaza, sería algo maravilloso”, argumenta Jeanette Winterson.
El miedo ilumina el patio oscuro de nuestra conciencia, se alimenta de nuestra imaginación y nos hace vibrar, suspendidos entre el horror y, en ciertas ocasiones, algún tipo de placer morboso y macabro. Una de las emociones más intensas y un reto que siempre nos pone a prueba.
“Creo que, en las circunstancias adecuadas, a la gente también le gusta estar asustada. Es bastante tranquilizador, de alguna manera, estar asustado por una película de terror y luego poder encender las luces, reunirse con amigos y saber que esos miedos solo estaban ahí en la pantalla y no en la vida real”, sostiene Greg Buzwell.
Para Paul Patterson, enfrentarse a una situación aterradora sintiéndose a salvo puede suponer una liberación catártica de las tensiones que oprimen el día a día. “Vivimos en un mundo que está lleno de cosas que son eventos aterradores y experimentar el miedo en un entorno seguro nos ayuda a sobrellevar la situación”, asegura.
El terror gótico
Las historias de miedo han evolucionado a lo largo de la historia, reflejando a menudo las preocupaciones de la época en la que se escribían, jugando con los miedos contemporáneos en torno a temas tan diversos como la intolerancia religiosa, la experimentación científica y médica sin restricciones o las nuevas tecnologías.
“El hombre comparte historias de miedo desde las hogueras nocturnas de la prehistoria, pero no es hasta el siglo XVIII, con la aparición de la novela gótica en Gran Bretaña, cuando toman carta de naturaleza y se convierten en un género literario”, explica Luis González Caballero.
Con la publicación en 1764 de la novela de Horace Walpole El castillo de Otranto, se abrió una nueva etapa en la literatura: la del terror gótico. Con el telón de fondo de un clima de perros y una atmósfera asfixiante, casas encantadas, castillos medievales, monasterios en ruinas o bosques sombríos se convirtieron en los escenarios por donde deambulaban y atormentaban de nuevo a los humanos los viejos espectros.
El flamante fervor por los relatos sobrenaturales comenzó en Gran Bretaña, pero se extendió rápidamente por otros territorios. Así comenzó lo que muchos expertos consideran la primera edad de oro de la literatura gótica. “Hubo una segunda ‘edad de oro’ de la ficción gótica en las décadas de 1880 y 1890, con novelas como El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886), El retrato de Dorian Gray (1891) y Drácula (1897)”, explica Buzwell.
Lámparas de gas
¿Por qué el siglo XIX fue tan rico en historias de fantasmas y encantamientos, especialmente, en lugares como el Londres victoriano? Apasionada por estos temas, la escritora Jeanette Winterson rescata una teoría que explica la proliferación de estos relatos durante esa época: la intoxicación por monóxido de carbono procedente de las lámparas de gas.
“La mayoría de la gente vivía en sus casas con iluminación de gas, y todas las calles estaban iluminadas con gas. Las lámparas de gas emitían una luz amarillenta y deprimente, y las emisiones de monóxido de carbono provocaban alucinaciones y paranoias. El territorio perfecto para ver fantasmas”, explica la autora.
Como sostiene Greg Buzwell, una tercera época de esplendor de las historias góticas llegaría alrededor de las décadas de 1970 y 1980 con películas como El exorcista (1973) y Alien (1979), junto con las novelas de Stephen King Salem’s Lot (1975), El resplandor (1977) y Cementerio de animales (1983). “El impacto de esta tercera edad puede ser visto en todo el terror moderno, pero tiene un gran efecto nostálgico en la exitosa serie de televisión Stranger Things”, argumenta el experto.
El miedo del siglo XXI
Las historias de miedo de hoy en día juegan mucho más con factores psicológicos y con el complejo funcionamiento de la mente humana. También con el temor ante un avance tecnológico imparable que quizá no podamos controlar y acabe empujándonos al abismo.
“La tecnología ha moldeado nuestro mundo hasta tal punto que el horror ha comenzado a abordar estos temas. La IA, en particular, ha ocupado un lugar de miedo en el imaginario popular durante años. Películas como Terminator (1984) y, más recientemente, Ex Machina (2014) y Meghan (2022) han abordado el miedo a la tecnología y lo que podría significar para nuestra sociedad”, explica Paul Patterson.
“También me gustan novelas como Rouge, de Mona Awad, que se publicó en 2023 y mira la industria de la belleza moderna y el culto a la juventud a través de una lente oscura y gótica de cuento de hadas”, añade Greg Buzwell.
El corazón de estas historias siempre es el miedo a lo desconocido. Y la última barrera que desafía nuestra conciencia es la que separa la vida de la muerte. Siempre ha sido así.
“Nadie sabe qué pasa después de la muerte. Científico o sacerdote, nadie lo sabe. Y así, en ese enorme espacio de pérdida y esperanza, seguiremos inventando historias de fantasmas, porque, de alguna manera, nos ayudan a sentirnos mejor ante la muerte”, concluye Jeanette Winterson.