En un rincón de los Alpes, conocido como “la Riviera suiza”, se dieron cita, durante el verano de 1816, un pequeño y selecto grupo de escritores. Aquel año, el célebre lord Byron había abandonado Inglaterra acompañado de su médico, John William Polidori. En su exilio recalaron en Suiza. Por su parte, el escritor Percy Bysshe Shelley, su amante (y futura esposa) Mary Godwin y la hermanastra de esta, Claire Clairmont, también llegaron al país de los Alpes.
Todo el grupo se reunió en Ginebra. Claire, que había sido amante de Byron, hizo las presentaciones y enseguida sintieron afinidad. Por eso decidieron quedarse un tiempo en Cologny, en las proximidades del lago Lemán, en la frontera con Francia. Percy, Mary y Claire alquilaron una pequeña casa, la Maison Chapuis, mientras Byron elegía una ostentosa mansión, la Villa Diodati. Ese año el clima se volvió loco.
En la Villa Diodati, Byron tuvo la idea de que cada uno de los presentes escribiera un relato de miedo, cuanto más aterrador, mejor.
En abril del año anterior, 1815, tuvo lugar una potentísima erupción del volcán Tambora, en la isla de Sumbawa, en la actual Indonesia, que dejó doce mil muertos. Sus efectos fueron mucho más allá en el espacio y el tiempo, desencadenando una serie de fenómenos naturales que afectaron drásticamente a todo el planeta. En 1816, el tiempo se había tornado extrañamente frío y lluvioso en el hemisferio norte, Suiza incluida. Ese año acabaría conociéndose como “el año sin verano”.
A mediados de junio, la lluvia caía sin tregua sobre el lago Lemán donde pasaban sus vacaciones Byron, Godwin y los demás. Aquel clima adverso les imposibilitaba navegar o dar paseos, obligándoles a permanecer en la mansión. En ella pasaron recluidos tres noches, las del 16 al 19. Resguardados de los aullidos del viento y los rugidos de los truenos, al calor de la chimenea de la Villa Diodati, pasaban las horas entre charlas y lecturas.
Como buenos ilustrados, hablaban de todo: filosofía, lenguas clásicas, matemáticas... Por supuesto, de los poetas románticos ingleses, como Wordsworth y Coleridge, y de los últimos avances científicos. En la Villa Diodati también leyeron mucho. Entre otras cosas, esos cuentos de terror tan del agrado de Byron. Se centraron en una antología de relatos góticos alemanes del siglo XVIII: Fantasmagoriana. La suma de aquellas sugerentes historias y la misteriosa atmósfera que les envolvía proporcionaron a Byron la idea: cada uno de los presentes escribiría un relato de miedo, cuanto más aterrador, mejor.
El nacimiento de los monstruos
La cosa empezó como un juego. Contra todo pronóstico, los dos literatos consagrados, Byron y Shelley, no terminaron su historia, mientras que Godwin y Polidori no solo alumbraron obras perdurables, sino que en ellas dieron forma a los dos grandes mitos de la literatura gótica: el monstruo de Frankenstein y el vampiro.
Según algunos expertos, para su personaje de Victor Frankenstein, Mary se inspiró en Luigi Galvani, un médico del siglo XVIII que planteaba que la electricidad era capaz de curar ciertas enfermedades y hasta de revivir cadáveres. Para otros se basó en el alquimista Johann Konrad Dippel (1673-1734), a quien se atribuían macabras pruebas con cadáveres humanos a los que intentaba reanimar y transferir el alma de otras personas. Las llevaba a cabo en su casa, el castillo de Frankenstein, cerca de Darmstadt (Alemania).
'El vampiro', de John Polidori, se publicó en 1819, y se convertiría en el germen del celebérrimo 'Drácula' de Bram Stoker (1897), que lo “copió” casi todo de él.
Frankenstein salió a la luz en marzo de 1818 como obra anónima y dedicada a William Godwin (el padre de Mary), a quien se atribuyó. Se editó dos veces más en vida de Mary: en 1822, en cuya versión ya aparece la firma de la autora, y en 1831, reescrita y con una extensa introducción.
Por su parte, El vampiro se publicó en 1819, y se convertiría en el germen del celebérrimo Drácula de Bram Stoker (1897), que lo “copió” casi todo de él. El protagonista de la novela de Polidori recuerda mucho a lord Byron. Lord Ruthven es un elegante aristócrata inglés, culto, políglota... También sumamente desagradable y, ante todo, un seductor nato. Su único objetivo es atraer a jóvenes inocentes para chuparles la sangre y a continuación matarlos.
Por si este perfil no levantara ya sospechas del más que razonable parecido con el ególatra paciente del autor, el destino quiso que el libro estuviese aún más ligado al famoso poeta. Así, la primera edición de El vampiro apareció atribuida a lord Byron, y, aunque parece que el responsable del error fue un tipógrafo sin mala intención, Byron, que no perdía ocasión de pavonearse, no se molestó en negar su autoría. Al contrario, presumió de ella.
El destino quiso que aquellas personalidades y mentes complejas, tan distintas entre sí, coincidiesen en un tiempo y un lugar. De aquel “año sin verano” nacieron los monstruos de los que, más de doscientos años después, seguimos hablando.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 580 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.