Artemisia Gentileschi, la pintora feroz y libre de la Italia del barroco

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Con su extraordinario talento, Gentileschi desafió las convenciones de género de su tiempo, como nos cuentan Isabel Margarit y Ana Echeverría Arístegui en este episodio

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Autorretrato de Artemisia Gentileschi como santa Catalina de Alejandría (1615-17)

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Hija del pintor Orazio Gentileschi, Artemisia (1593-c. 1656) aprendió de él su oficio. A diferencia de sus hermanos, ella sí demostró capacidad artística. Pero el hecho de ser mujer representaba un problema para la continuidad del negocio familiar: no podía entrar en la Academia de San Luca, ni practicar con modelos desnudos del natural.

Con tan solo diecisiete años firmó su primera gran obra: Susana y los viejos. En el cuadro aparece una muchacha desnuda que se defiende del acoso de dos viejos que la espían mientras se baña. La escena, un pasaje del Antiguo Testamento muy popular en su época, fue un tema que abordaron muchísimos artistas. 

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La propia Artemisia pintó varias versiones a lo largo de su vida, todas diferentes. Pero la primera se aleja radicalmente de lo que hacían los pintores varones: en lugar de centrarse en la belleza de la protagonista, se fija en su extrema indefensión. Es una mirada completamente femenina. ¿También una premonición?

Un año después, Agostino Tassi, amigo y colaborador de su padre, la violó salvajemente. Por escandaloso que nos parezca ahora, Tassi prometió casarse con su víctima. Por entonces esa era una manera de reparar el honor de la joven. Sin embargo, no llegó a cumplir su palabra. Entre otras razones, porque ya estaba casado. Finalmente, tras el juicio, Artemisia no recibió indemnización de ninguna clase. Aceptó un matrimonio apresurado con otro hombre y se mudó a Florencia. 

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'Susana y los viejos', pintado por Artemisia Gentileschi en 1610

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Siguió pintando sin parar y se abrió camino en la corte de la gran duquesa Cristina de Lorena. Aprovechó aquel entorno para adquirir cultura (su padre le había enseñado a pintar, pero no a leer y escribir) y cultivar amistades sofisticadas como la del astrónomo Galileo Galilei. Logró convertirse en una auténtica empresaria mientras se adaptaba a los cambios en el gusto estético, para asegurarse de que su pintura fuera comercial.

Artemisia aseguraba a sus clientes que sus obras hablarían por sí mismas porque, como escribió en una ocasión, “un nombre de mujer despierta dudas hasta que se ve su trabajo”. Logró ser una mujer independiente y una artista que vivió de su trabajo, algo excepcional en su tiempo. Sin caer en la tentación de convertirla en un icono feminista, Artemisia Gentileschi tuvo conciencia de ser una pionera en un mundo de hombres. 

Un par de recomendaciones para profundizar en la figura de Gentileschi: la exposición “Artemisia, heroína del arte”, que se inaugura el próximo 19 de marzo en el Museo Jacquemart-André de París; y el libro El taller de Artemisia, de Sandra Ferrer, volumen que recoge las experiencias de muchas pintoras a lo largo de siglos de discriminación.

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