Madame de Pompadour, favorita de Luis XV de Francia, fue una de las mujeres más influyentes del siglo XVIII. La corte estaba escandalizada de que la amante oficial del monarca no fuera de noble cuna, sino una simple burguesa. Pese a ello, disfrutó de una educación que hubieran envidiado muchas hijas de duques y marqueses. Le dio clases de canto un divo de la ópera, Jelyotte. El poeta Crebillon le enseñó a escribir. Lanoue, el actor, a subirse a un escenario.
Todas estas habilidades, unidas a una figura esbelta y a unos ojos seductores, la hicieron destacar en el salón de madame Tencin, donde se reunía la flor y nata de los intelectuales de París. Allí conoció a varios ilustrados, entre ellos Voltaire, que más adelante se convertiría en su protegido. Todos la llamaban “Reinette”, pequeña reina. un apodo profético. Por lo visto, a los nueve años, una adivina le predijo que conquistaría el corazón de un rey.
En cualquier caso, aquella joven no dejaba de ser una burguesa. Para codearse con las grandes familias de Francia, necesitaba algo más que unos cuantos amigos influyentes. Luis XV compró para ella un título, el de marquesa de Pompadour. Pero, a pesar de su exquisita educación, desentonaba. Era refinada, no ceremoniosa. Aunque hablaba un francés elegante, no dominaba el argot ni el acento de Versalles. Tuvo que aprender un sinfín de pequeñas reglas no escritas.
Al principio, nadie en la corte la consideró un verdadero peligro. La mayoría opinaba que aquel capricho del rey no podía durar.
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Retrato de Madame de Pompadour
¿Cuál era el secreto de la marquesa? El amor de Luis XV y Pompadour duró más allá de los primeros años de pasión. Con el tiempo se convirtieron en algo parecido a un matrimonio burgués bien avenido. Pero, además, madame de Pompadour tuvo la inteligencia de comprender que el rey necesitaba intimidad. Luis XV, ciertamente, era un hombre reservado. No disfrutaba con el enrevesado protocolo que lo convertía, a su pesar, en un hombre-espectáculo en medio de multitud de cortesanos.
La favorita real introdujo en Versalles una nueva mentalidad, la de la Ilustración. Mientras tanto, el delfín y las princesas la llamaban madame putain, un insulto que no necesita traducción. Los jesuitas de la corte dedicaban todos sus sermones a condenar el adulterio. El pueblo tampoco le tenía simpatía. La acusaban de manipular al monarca y a él, de sangrar a la población con impuestos para costear los lujos de su amante. En realidad, fue la guerra de los Siete Años lo que vació las arcas reales.
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Retrato de Luis XV en 1763.
Madame de Pompadour contraatacó con una campaña de imagen. Para esas representaciones privadas en las que actúa como cantante y actriz, escoge argumentos que aluden entre líneas a la buena salud de su relación con el rey. La misma táctica la aplicó a sus retratos. Cada uno de sus cuadros y esculturas era un sutil mensaje propagandístico que realzaba su sensualidad, su elegancia, su cultura o su virtud. Este dominio de la imagen pública fue clave para mantenerse en el poder.
La biografía de la historiadora Evelyn Léger, disponible en inglés y francés, es una de las recomendaciones de Isabel Margarit, directora de Historia y Vida, y la periodista Ana Echeverría Arístegui para profundizar en el tema. También en inglés figura la biografía que le dedicó Nancy Mitford en 1953, algo desfasada en interpretaciones políticas pero muy divertida y ágil. Néstor Luján, antiguo director de la revista Historia y Vida, escribió asimismo una excelente novela histórica, La otra marquesa de Pompadour.
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