Hernán Cortés, ¿héroe o genocida? (II)
Los expertos responden
Consultamos la opinión de otros dos especialistas sobre el perfil de Hernán Cortés en el año del quinto centenario de la conquista de México.
Continuamos esta breve serie iniciada ayer en la que algunos de los más importantes especialistas en historia latinoamericana aportan su visión sobre el conquistador español, cuyo perfil está teñido desde hace años por la polémica.
La celebración este año del quinto centenario de la conquista de México por Hernán Cortés ha avivado las controversias entre sus defensores, que ven en él a un héroe de la Era de los Descubrimientos, y sus detractores, que lo contemplan como un genocida por las matanzas que sus fuerzas perpetraron entre la población nativa.
Para resumir los hechos, la conquista duró poco más de dos años. En febrero de 1519, Hernán Cortés decidió saltarse a su inmediato superior, el gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, para arrogarse la autoridad de la que iba a ser su futura conquista: el México azteca. Con poco más de quinientos españoles y doscientos o trescientos indios, Cortés zarpó de La Habana para desembarcar en las costas y fundar la ciudad de Veracruz.
Las tribus que Cortés y los suyos encontraron a su paso al adentrarse en el continente se mostraron descontentas con la hegemonía azteca, un régimen imperial opresivo. El español aprovechará los resentimientos para hacer de los nativos sus aliados contra el emperador Moctezuma.
Con miles de hombres a su lado, Cortés pone sitio a Tenochtitlan, la capital, que cae en agosto de 1521. A partir de ese momento, el Imperio azteca pasa a convertirse en la Nueva España.
¿Cómo hay que juzgar desde la Historia el papel del conquistador extremeño? Ayer, los especialistas Felipe Fernández-Armesto y Bernat Hernández valoraban aquí el perfil del conquistador. En esta ocasión lo hacen otros dos expertos: Carlos Martínez Shaw y Esteban Mira Caballos.
Hernán Cortés, ¿héroe o genocida?
Hombre decidido a conseguir sus fines, no tuvo escrúpulos en traicionar a su superior (el gobernador Diego Velázquez), en enfrentarse a otros españoles (la hueste de Pánfilo de Narváez), en asesinar a sus enemigos (la tortura e inesperada ejecución de Cuauhtémoc) o en perpetrar terribles matanzas entre los indígenas (matanza de Cholula, terrorismo en la región de Tepeaca, atrocidades en el Pánuco). Sin embargo, pese a los episodios de manifiesta crueldad, no cabe acusarle de genocidio, porque nunca persiguió el exterminio de las poblaciones nativas de México.
¿Por qué venció?
La victoria se debió a una conjunción de factores favorables. La superstición paralizante de sus enemigos (la creencia en el retorno de Quetzalcóatl), la energía en la conducción de las acciones militares, la superioridad de sus instrumentos de guerra (espadas de acero, armas de fuego, empleo de caballos y perros), la oportunidad de la alianza con los tlaxcaltecas (enemigos de los aztecas y colaboradores de los españoles), la ayuda inesperada de la epidemia de viruela en el decisivo asalto a Tenochtitlan.
Su figura está desdibujada en el universo mental de los jóvenes”
¿Cómo le ha tratado la posteridad?
El tratamiento de su figura ha oscilado según los países y según las épocas. En México, tras la independencia, nunca ha sido un personaje estimado (pese a su labor a favor de la construcción de la nación mexicana), sino más bien denostado por la destrucción de la antigua civilización mexica y por sus actos en contra de las poblaciones indígenas.
En España ha ido adquiriendo progresivamente un aura de héroe por sus éxitos militares (como “conquistador de México”) y por su contribución a la construcción de la Nueva España.
En todo caso, el actual sistema educativo español ha relegado a un plano marginal el estudio de la historia (y más aún el de la historia de América), por lo que su figura está muy desdibujada en el universo mental de las jóvenes generaciones.
Hernán Cortés, ¿héroe o genocida?
Desde la época de la conquista se planteó esta cuestión sobre la que seguimos debatiendo cinco siglos después. Para cronistas como Francisco López de Gómara o Bernal Díaz, fue un héroe elegido por la providencia, mientras que fray Bartolomé de Las Casas lo veía como un codicioso más, hambriento de riquezas.
Sin embargo, un historiador del siglo XXI debe rehuir de ambos extremos partidistas, apasionados, que forman parte de la misma mentira. Está claro que no fue un elegido por la providencia ni tampoco un genocida. Y no lo fue porque su intención nunca fue el exterminio, sino la sumisión, ganando tributarios, vasallos y futuros cristianos.
¿Por qué venció?
Se enfrentaron dos mundos muy diferentes, con un desfase evolutivo abismal. Un estado como el mexica solo pudo ser destruido por un puñado de hombres debido a un conjunto de elementos que les otorgaron una gran superioridad. Primero, técnicamente, pues disponían de aceros toledanos, pólvora y équidos frente a las poco operativas armas indígenas. Segundo, estratégicamente, pues cualquier caudillo europeo, por mediocre que fuera, era muy superior al más brillante de los estrategas indígenas. Y tercero, psicológicamente, pues los hispanos confiaban en su victoria, a diferencia de los naturales, que tardaron poco en desanimarse ante lo que se les venía encima. Asimismo, la capacidad para acentuar las enemistades entre ellos y captar aliados les sirvió de gran ayuda, sin olvidar los estragos que causaron las epidemias.
Los españoles confiaban en su victoria, a diferencia de los naturales”
¿Cómo le ha tratado la posteridad?
He analizado la historiografía cortesiana realizada en España, así como la literatura y el teatro, y esta ha sido condescendiente con el héroe. Los historiadores, intelectuales y escritores que se han mostrado críticos son habas contadas: el dominico padre Las Casas en el siglo xvi, Francisco Pi y Margall en el xix y poco más. El resto de críticos han sido extranjeros, aunque tampoco mayoría. De hecho, muchos de los grandes cortesianos de la Edad Contemporánea son extranjeros, como Carlos Pereyra, Hugh Thomas, José Luis Martínez o Juan Miralles. Por tanto, hay que concluir que se equivoca Henry Kamen cuando afirma en su obra Poder y gloria que España ha menospreciado a sus héroes.