Hernán Cortés y la toma de México
Con una treta política, el español puenteó a su inmediato superior para hacerse con la autoridad en su futura conquista: el México azteca.
Hace quinientos años, el 18 de febrero de 1519, Hernán Cortés partió hacia México desde La Habana. Le acompañaba un contingente de poco más de quinientos españoles, reforzado con doscientos o trescientos indios.
En teoría, actuaba en nombre del gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar. Sin embargo, lo primero que hará Cortés al llegar a tierra firme será fundar una nueva ciudad, Veracruz. Eso implica abrir un ayuntamiento y repartir sus cargos.
Cortés aprovecha para distribuir a sus partidarios en los puestos clave. Estos, una vez elegidos, le reconocen como capitán. De esta forma, su autoridad ya no procede de Velázquez, al que ya no tendrá que rendir cuentas. Ahora, su único superior es el rey.
Los hombres del gobernador no aceptan esta especie de golpe de Estado. Cortés reacciona con furia y ordena ejecuciones. Para evitar que nadie escape a Cuba, ordena barrenar sus barcos. Esta es la base real de la “quema de las naves”, expresión que todavía utilizamos para referirnos a la determinación del que está dispuesto a todo para alcanzar un objetivo.
Divide y vencerás
El emperador azteca, Moctezuma, envía emisarios para saber quiénes son aquellos extranjeros y qué quieren. Los conquistadores hispanos podrán comunicarse con ellos gracias su traductora indígena, doña Marina, la mítica Malinche, una indígena cristianizada .
Los españoles pronto advierten que las tribus que encuentran están descontentas con el dominio azteca, represivo y militarista. El viejo principio de “divide y vencerás” les impulsa a sacar provecho de esta circunstancia para convertir a los nativos en aliados contra el enemigo común, Moctezuma.
Cortés consigue de este modo miles de hombres con los que pone asedio a Tenochtitlán, capital que logra tomar en agosto de 1521 tras un cruento asedio. A partir de entonces, el antiguo Imperio mexica se convertía en la Nueva España.
¿Españoles imbatibles?
La habilidad con que los españoles explotaron las disensiones indígenas parece haber sido el factor principal de su éxito. Cierto que contaban con un armamento superior, pero los arcabuces de la época no eran precisamente infalibles. La pólvora podía mojarse, y las armaduras no salvaban a nadie de los buenos arqueros. De hecho, los aztecas llegaron a imponerse en la famosa “Noche Triste”, en 1520, en que Cortés tuvo que huir a toda prisa.
Los caballos, desconocidos hasta entonces en el Nuevo Mundo, tuvieron, al principio, un poderoso impacto psicológico. Provocaban el pánico, pero, con el tiempo, los nativos se acostumbraron a combatirlos. Si de verdad creyeron, tal como señala el tópico, que animales y jinetes formaban una sola criatura, pronto salieron de su error.
El rey tiene las riendas
Temeroso de un vasallo con excesivo poder, Carlos V hará todo lo posible para limitar la autoridad del flamante conquistador . Este intentará en los años siguientes repetir su gran gesta, pero todos sus esfuerzos acabaron en fracaso.
Su expedición a Las Hibueras (actual Honduras) fue un desastre, tanto que salió vivo de milagro. Más tarde patrocinó diversos viajes de exploración que tampoco llevaron a nada. Su gran momento de gloria había pasado.