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Así era el Templo Mayor de Tenochtitlan en México

Arqueología

El rescate arqueológico del Templo Mayor de Tenochtitlan en México reveló muchísima información sobre la cultura de los aztecas

Teotihuacán, la metrópolis que deslumbró a los aztecas

Ilustración del Códex Tovar con un templo con dos adoratorios como en el Templo Mayor de Tenochtitlan.

El templo mayor de Tenochtitlan

Aunque existen diversas versiones sobre su lugar de origen, los mexicas –englobados en el término historiográfico aztecas– fundaron uno de los estados más extensos y poderosos de Mesoamérica (parte de México y Centroamérica). Su diversidad étnica propició migraciones que alimentarían diversas ciudades-estado por el territorio. Una de las más importantes fue Tenochtitlan, que fundaron en 1318 o 1325, según las crónicas. Sobre ella se asentaría Ciudad de México.

La leyenda cuenta que se establecieron en esta pequeña isla del lago Texcoco al encontrar allí un águila posada sobre un nopal, con las alas extendidas al sol, devorando una serpiente. Los símbolos indicaban el lugar de la tierra prometida.

Los mexicas fundaron uno de los estados más extensos y poderosos de Mesoamérica

Los mexicas basaron su economía en la agricultura y la caza, y establecieron complejas redes comerciales. Eran unos grandes estrategas, destacaron en el arte de la guerra y celebraron importantes alianzas matrimoniales. También seguían una compleja vida ritual. Creían que los seres estaban hechos en parte con materia sagrada y que, mediante cultos, podrían entrar en contacto con el ámbito divino.

Representación alegórica de Tenochtitlan en el Códex Mendoza.

TERCEROS

La pirámide majestuosa

Así que erigieron un templo para engrandecer a su dios patrono, Hutzilopochtli. Al principio, el monumento no era más que un pequeño adoratorio hecho con materiales sencillos (paja y hierba). Pero, debido a que cada gobernante acometía una nueva etapa constructiva, acabó convirtiéndose en una majestuosa pirámide.

El Templo Mayor se alzó dentro de un complejo político-sagrado formado por cerca de ochenta construcciones más. La fachada de aquella gran pirámide se orientaba hacia poniente, donde cae el sol. Se asentaba sobre una plataforma que representaba el nivel terrestre. En ella nacían unas escalinatas que conducían a la parte superior del templo, el nivel celestial, que solo podían pisar los sacerdotes y las víctimas de los sacrificios.

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Como, según la creencia azteca, todos los dioses favorecen la existencia armónica del universo, la pirámide no solo rendía culto a Huitzilopochtli, dios del Sol y de la guerra, sino también a Tláloc, divinidad de la lluvia y patrono de los agricultores. Por eso, en la parte alta se diferenciaron dos adoratorios, uno para cada uno.

Chac mool encontrado en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Foto: Wikimedia Commons / Adriel Macedo Arroyo / CC BY-SA 3.0.

TERCEROS

En el meridional, perteneciente a Huitzilopochtli, las estancias se pintaron de color rojo y negro, y en el septentrional, correspondiente a Tláloc, de azul y blanco. Frente al acceso a la capilla del primero había una piedra de sacrificios, y a sus pies, la gran escultura de la diosa lunar Coyolxauhqui; frente a la del otro, un chac mool (figura escultórica reclinada de piedra típica de Mesoamérica) policromado. Diversas serpientes descansaban sobre la plataforma del templo.

Del imperio a la colonia

Tenochtitlan, con sus barrios, canales, plazas y templos, fue el centro del poder religioso, político y económico azteca durante dos siglos. Sobre todo, gracias a los tributos que pagaban los pueblos sometidos al poder del Estado. Por este motivo, no fueron pocos los indígenas que se aliaron con los conquistadores españoles cuando llegaron a Mesoamérica.

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El asedio fue imparable, hasta que, el 13 de agosto de 1521, la ciudad al fin se rindió. Hernán Cortés ordenó la completa demolición de los pocos edificios que aún se mantenían en pie. Sobre sus ruinas se construirían los cimientos de la capital de la futura Nueva España.

Ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan. Foto: Vía Flickr.

TERCEROS

Olvidado durante siglos

Los restos arqueológicos del Templo Mayor, así como los de los otros complejos del recinto sagrado, permanecieron ocultos durante siglos. En 1900, el arqueólogo Leopoldo Batres dio con una escalinata, pero no la relacionó con el templo. Trece años después, el antropólogo Manuel Gamio la identificó como parte de la fachada de poniente del monumento precolonial, estableciéndose así su verdadera ubicación.

Las excavaciones iniciadas por el arquitecto Emilio Cuevas en 1933 culminaron con el hallazgo de varias piezas. Pese a los hallazgos, el gobierno prefería no intervenir arqueológicamente en el sitio. No obstante, el descubrimiento de 1978 dio un giro a la situación. El multidisciplinar Proyecto Templo Mayor, puesto en marcha aquel mismo año, se marcó el ambicioso propósito de reconstruir la cultura de la capital del Imperio azteca.

Maqueta que representa el recinto sagrado de Tenochtitlan. Foto: WIkimedia Commons / Steve Cadman / CC BY-SA 2.0.

TERCEROS

El proyecto ha logrado ubicar una quinta parte de los 78 edificios que probablemente albergaba el recinto sagrado. Ciudad de México ha ido desempolvando tantos tesoros de su centro histórico (más de siete mil) que, en 1987, la Unesco declaró el sitio Patrimonio de la Humanidad. Ese mismo año, el Museo del Templo Mayor abría sus puertas como guardián de esos valiosos bienes.

Este texto se basa en un artículo publicado en el número 540 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Este artículo se publicó en La Vanguardia el 21 de octubre de 2019