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Algunos especialistas señalan que quienes ejercen un poder autoritario normalmente tienen, por decirlo de algún modo, un equilibrio psicológico precario en el que predominan el ego o la falta de empatía. Es difícil determinar si es así, pero un vistazo a algunos casos parece apuntar a esta hipótesis.
Un héroe muy antipático. Alejandro Magno, “fue una de las personas más antipáticas de la historia; tenía algo casi psicópata, pues mató a algunos de sus mejores amigos”. Eso sí, “nunca perdió una batalla” asegura el historiador Roderick Beaton, que ha publicado Los griegos (Ático de los libros). Beaton sostiene que, en cierta forma, aún hoy somos griegos.
Culto a la personalidad. Como sucede con todos los dictadores la salud mental de Mussolini ha sido puesta en cuestión, una impresión a la que contribuyó su histrionismo y el omnipresente culto a su personalidad. Sus partidarios, no obstante, siempre dirán que sus intenciones eran buenas, al menos al principio, cuando apenas cien personas formalizaron el fascismo italiano en su primera asamblea en 1919.
Empatía cero. Por decirlo con suavidad los dictadores de la Segunda Guerra Mundial empatizaban poco con el sufrimiento humano. Dan fe de ello historias como la de Tamara Andréyevna, que vivió en su niñez el terrible asedio nazi a Leningrado. O la de Francisco Largo Caballero, que llegó a ser presidente del Gobierno en la Guerra Civil y que terminó en el campo de Sachsenhausen. En el otro bando, tampoco se puede decir que Stalin fuera un personaje empático.
Revisitar la Biblia. La Biblia es sin duda uno de los grandes pilares de nuestra cultura. Por ella desfilan cientos de personajes algunos de los cuales, no obstante, tienen un comportamiento ciertamente cuestionable. El estudioso John Barton propone, con su último libro, redescubrir esta obra.
Más allá
Cisternas de la Antigüedad. Las cisternas para recoger agua de lluvia son uno de los grandes legados de la ingeniería romana. El historiador Andrés Nadal, especializado en historia antigua, habla en este hilo de X de infraestructuras de este tipo romanas pero también de otras épocas. Hablar de legado en este caso apunta directamente a su sentido material: algunas de ellas se siguen utilizando en la actualidad.
La población europea. En el canal de Youtube Cottereau se pueden encontrar mapas históricos animados. Uno de ellos es este, en el que se puede observar cuál ha sido la evolución de la población europea desde el 400 aC hasta hoy. Son muchos los datos llamativos, pero por encima de todo, se puede observar el gran salto de habitantes. Por ejemplo, al inicio del mapa, la población de la Península Ibérica es de 3 millones de personas; hoy, de 57 millones.
Déjà vu
Presidentes autoritarios. La posibilidad de que Donald Trump venza en las elecciones de dentro de unos días ha hecho crecer la preocupación, tanto entre sus detractores como en los países europeos, por el avance del autoritarismo en Estados Unidos y, como consecuencia, en el mundo general. Sin embargo, estas tendencias autoritarias, contrariamente a lo que se cree, no son un fenómeno nuevo ni excepcional en la política estadounidense.
El historiador y periodista Nick Bryant publicó hace unos meses el libro The forever war (La guerra eterna). Para el autor, la historia estadounidense no es solo la del desarrollo de un robusto sistema liberal, sino también la pugna entre este régimen y una serie de tendencias autoritarias que en muchas ocasiones han sido mostradas incluso por los presidentes.
En su repaso, Bryant se remonta, por ejemplo, a John Adams, segundo presidente del país, bajo cuyo mandato se aprobó la polémica ley de Sedición, que calificaba de delito la publicación de escritos considerados “falsos, escandalosos y maliciosos” contra el Gobierno o contra los funcionarios, con penas de entre dos y cinco años de cárcel. En la práctica, llevada al extremo, la medida significaba la prohibición de la crítica y, en consecuencia, de la oposición política.
Otro de los ejemplos recordados por el autor es el de Thomas Jefferson (en el cargo entre 1801 y 1809) cuyo caso aún hoy es objeto de debate académico, pues se considera que se saltó la Constitución en el proceso de adquisición de Louisiana. Tampoco se salva Abraham Lincoln, que en tiempos de guerra suprimió el habeas corpus y conculcó la libertad de prensa. Incluso, apunta Bryant, la abolición de la esclavitud no fue constitucional porque no podía llevarse a cabo con una orden presidencial. Los mitos pueden, en un momento dado, desmoronarse.