Así podría haber fracasado la Biblia de Gutenberg

El despegue de la imprenta

La Biblia y la imprenta de Johannes Gutenberg se beneficiaron de unas circunstancias sin las que no habrían representado el enorme punto de inflexión que fueron

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Retrato de Gutenberg realizado en el siglo XVI.

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Vivimos en tiempos muy marcados por la influencia huracanada del determinismo tecnológico. Por eso resulta tan fácil asumir que las nuevas tecnologías se imponen a las viejas, que las grandes innovaciones desatan por sí solas cambios radicales (son revolucionarias) y que el éxito de los inventos más extraordinarios debe atribuirse, sobre todo, a la genialidad de los inventores. En consecuencia, los grandes innovadores se funden con sus creaciones en un extraño magma que parece predestinado a hacer historia, y su éxito se vuelve inevitable.

Por supuesto, casi nunca lo es, y un buen ejemplo de ello lo encontramos en la Biblia de Gutenberg, la gran obra producida por la primera imprenta moderna de Occidente alrededor de 1455 en la ciudad germánica de Maguncia. Fue un asombro técnico que subrayó y encarnó la novedad de esta nueva máquina de impresión con tipos móviles metálicos. Aquellas biblias –se crearon unas 180 en total, de las que se conservan solo 49– resultaban poco menos que impresionantes. Pesaban 30 kilos cada una, su letra y distribución imitaban los mejores estándares de los manuscritos eclesiásticos y fueron retocadas a mano e iluminadas por artistas de talento.

La imprenta no habría asombrado tanto al mundo sin su Biblia, y aquella Biblia no se habría perfilado como la madre de los libros modernos sin esa máquina prodigiosa que permitía reproducirlos con una exactitud, rapidez y eficiencia sin precedentes, al menos en Europa.

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Página de la Biblia de Gutenberg.

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Puesto que los volúmenes impresos (las Escrituras muy especialmente) se convirtieron en el marco y punto de partida de algunos de los grandes debates y cambios culturales de los siglos siguientes, no resulta extraño que la Biblia de Gutenberg se considere irresistible y revolucionaria. Tenía que publicarse de esa forma, en ese momento y con ese resultado. Es difícil imaginar o aceptar escenarios alternativos o el sencillo poder del azar.

Un proyecto afortunado

Y, sin embargo, Gutenberg, su imprenta y su Biblia no solo triunfaron por su talento o innovación, sino también porque tuvieron muchísima suerte. Para empezar, el gran orfebre alemán necesitó y obtuvo la oportuna financiación y confianza del burgués Johann Fust, que le prestó más de 1.000 florines para desarrollar la máquina y comprar papel y tinta. No debió de ser fácil encontrar inversores en aquel entonces para un proyecto arriesgado, sin precedentes y capitaneado por un inventor de carácter difícil.

Schöffer era un experto con formación internacional en diseño tipográfico, tallado de caracteres, aleaciones...

Para continuar, la puesta en página del texto sagrado le debe muchísimo a Peter Schöffer, el futuro yerno de Fust. Hablamos de un experto con formación internacional en diseño tipográfico, el tallado de los caracteres, las aleaciones de los tipos y la creación de nuevas fórmulas para las tintas. Fue él quien creó la regleta de la Biblia, consiguió que se incluyeran las notas marginales y logró introducir los títulos del texto en color.

Recordemos que una de las claves del éxito de la Biblia es que su lectura resultaba especialmente clara y atractiva para la época gracias a la perfecta justificación del texto, a que había solo 42 líneas por página a dos columnas y a que, por fin, el estilo de la letra imitaba con destreza el de los mejores manuscritos religiosos. Cada obra conjugaba con especial maestría la majestuosidad que se esperaba de un texto sagrado, su aire conservador y continuista y el prodigio técnico.

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Estatua a Gutenberg en Maguncia.

Ingo.staudacher / CC-BY-SA-2.0/de.

Gutenberg y su Biblia también tuvieron la suerte de que el proyecto naciera con una evidente vocación comercial. La promoción de la máquina fue tan eficaz en la feria de Fráncfort (ya de impacto internacional en aquellos años) que los primeros ejemplares de la Biblia se vendieron antes de empezar a imprimirse. Esto financió claramente su producción, redujo los riesgos para los inversores y aseguró un suelo de ingresos para el equipo de Gutenberg.

El apoyo del poder

Poco después, la máquina se presentó en la Dieta Imperial de Fráncfort, y se enviaron algunos volúmenes a grandes personalidades políticas y religiosas de la corte del emperador Federico III para atraer su favor. Básicamente, se quería evitar la oposición de cualquier institución, eclipsar la influencia de los grupos de presión a los que podía perjudicar la nueva imprenta (existían editores con imprentas de planchas de madera y talleres con decenas de copistas amanuenses) y utilizar a las principales autoridades como grandes prescriptoras de un producto de lujo.

Que el arzobispo de Maguncia viese con simpatía la imprenta y la nueva Biblia facilitó su aceptación

Todo esto, y el hecho de que hubieran elegido la Biblia como su gran carta de presentación y que su edición fuera tan rigurosa e impresionante, ayudó a contener las críticas que apuntaban que la máquina terminaría incitando a la subversión y la herejía . Hay que tener en cuenta que el arzobispo de Maguncia actuaba como el más importante de los siete príncipes electores del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y que, en tiempos de Gutenberg, era su líder religioso más poderoso.

Que Theodoric Schenk, el arzobispo local de 1434 a 1459, viese con simpatía la imprenta y la nueva Biblia multiplicó las posibilidades de que ambas fueran celebradas y aceptadas dentro y fuera del Imperio.

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Retrato de Gutenberg realizado en el siglo XVI.

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Ya se ve que la portentosa innovación técnica de Gutenberg no habría bastado para provocar la enorme transformación que contribuyó a desatar. Merece la pena recordar también, en ese sentido, que los chinos imprimían desde el siglo XI con tipos móviles de madera y que los coreanos lo hacían con tipos móviles metálicos desde el siglo XIII. Aunque existen importantes diferencias entre estos precedentes y lo que inventó el orfebre alemán, estas no justifican que la influencia histórica de unos y otros sea tan incomparable.

A Gutenberg le favorecieron muchas cosas al mismo tiempo. Para empezar, existía la urgente necesidad de mejorar técnicamente lo que había: las impresiones con madera (en vez de tipos móviles de metal) resultaban muy costosas, porque las planchas tardaban mucho tiempo en tallarse y se deterioraban rápidamente.

La expansión de los talleres de impresión ocurrió muchas veces en contra de la voluntad de Gutenberg

Además, la máquina de Gutenberg respondía al deseo de los florecientes centros urbanos, y más todavía cuando albergaban, o aspiraban a albergar, unas universidades que se veían obligadas a recurrir a ejércitos de copistas para nutrir las bibliotecas. Las urbes con fuero de ciudades libres como Maguncia, convertidas cada vez más en un polo de atracción de personas prósperas y cultivadas, empezaban a demandar libros e información. Sabían leer y escribir y estaban, en cierta manera, abiertas al progreso y la innovación.

La herencia de Gutenberg

La importancia histórica de la imprenta y la Biblia de Gutenberg reside en gran medida en su legado, y ese legado no es consecuencia de la visión o el deseo del gran orfebre alemán. Es más, se puede decir que la explosión y expansión de los talleres de impresión en Occidente ocurrieron muchas veces en contra de su voluntad y sus intereses. Sin esa difusión, que supuso la creación de más de mil imprentas en Europa entre 1455 y 1500, la “revolución de Gutenberg” no se hubiera producido.

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Ilustración de una temprana imprenta de madera.

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Johann Fust pleiteó con el gran orfebre alemán hasta quedarse con casi todas sus herramientas de imprimir. Poco después, montó con Peter Schöffer uno de los mayores y más exitosos talleres industriales de impresión de Europa, y ambos consiguieron que Schenk, el arzobispo de Maguncia, les encargase en 1457 la publicación de un libro de coros, que terminó siendo muy innovador.

Además, Schöffer puso la primera piedra de lo que hoy conocemos como la Feria del Libro de Fráncfort, que hasta finales del siglo XVII lideró los encuentros de este tipo en el Viejo Continente. Ese evento catapultó la internacionalización del libro impreso, y el éxito del taller de Schöffer y Fust animó a otros inversores y editores a meterse en el negocio.

A Gutenberg tampoco le vino bien –es más, los vencedores le expropiaron hasta la casa– la guerra de 1462 y 1463. Años después de la muerte de Schenk y con el trono del arzobispado de Maguncia en disputa, estalló un conflicto que devastó parte de la ciudad.

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Edición impresa de las noventa y cinco tesis de Lutero.

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El arzobispo Diether de Isenburg, que había sido destituido por Roma a causa de sus reformas (y en contra de la opinión de sus feligreses, Gutenberg incluido), fue derrotado por el sucesor nombrado por el papa, Adolfo II de Nassau, que se apresuró a revocar el fuero de Maguncia como ciudad libre. Todo ello provocó una fuerte emigración de sus impresores, y se considera que aceleró la implantación de su oficio en el resto de Europa.

En las décadas siguientes, la explosión y expansión de los talleres de impresión en Europa y su producción (¡ya no solo eran biblias, sino también comentarios teológicos!) atizaron, canalizaron y profundizaron un debate religioso que erosionó la autoridad de la Iglesia de Roma como la única intérprete legítima de las Escrituras. Además, la difusión que permitía la imprenta sirvió de megáfono y herramienta movilizadora para quienes cuestionaban las decisiones del papa o los abusos de la institución.

Con el cisma protestante, se empieza a vincular la imprenta con la libertad religiosa y de expresión

Este fue el contexto en el que Martín Lutero difundió sus noventa y cinco tesis en Wittenberg. Sus aliados las imprimieron masivamente hasta alimentar una enorme discusión europea que terminaría provocando el cisma protestante y el brutal deterioro de la autoridad papal. Es entonces cuando se empieza a vincular la imprenta (y a Gutenberg) con la libertad religiosa, la libertad de expresión y la posibilidad de controlar al poder.

En paralelo, la Biblia de Gutenberg quedó inmortalizada como el origen de todas esas pequeñas biblias, en inglés o alemán, que las familias protestantes podían guardar en sus hogares para relacionarse directamente con Dios e interpretar su voluntad sin intermediarios. Desde luego, eran un reconocimiento a su responsabilidad y a su mayoría de edad como ciudadanos, pero... ¿ seguro que la de Gutenberg podía considerarse la madre de todas ellas, teniendo en cuenta que era un producto de lujo, publicado en una lengua minoritaria como el latín y dirigido a unas élites nobiliarias y eclesiásticas fieles entonces a la jerarquía de Roma?

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