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Rodrigo Rato, la arrogancia de quien lo fue todo

Condenado a 4,5 años de prisión

Gestor estrella en el PP de Aznar, el partido le puso en Bankia y allí se perdió por la caja

Vuelta a la cárcel . La Audiencia Nacional debe ahora fijar cuándo y cómo Rodrigo Rato habrá de ingresar en prisión

Andrea Comas / Reuters

“Estamos seguros del enorme potencial de Bankia y de su papel dinamizador de la economía española”. 20 de julio del 2011, plaza de la Lealtad, Madrid, ­sede de la bolsa. Un Rodrigo Rato eufórico, nervioso y agotado trata de convencer a la opinión pública y al mundo financiero de las bondades de la salida a bolsa de Bankia que se acaba de producir tras pedir 3.100 millones de euros a cientos de miles de clientes de la entidad y a inversores institucionales. El éxito de la operación –“una cuestión de Estado”, como se decía entonces en la capital– pronto se volvería contra Rato, el gestor que el PP había colocado al frente de una entidad que apenas tenía un año de vida y que estaba podrida de centenares de miles de créditos incobrables al inmobiliario.

Y así fue como menos de diez meses después de saltar al mercado, el 7 de mayo del 2012, tras haber mantenido un largo pulso con el Gobierno y el Banco de España, Rato se rindió: dimitió como presidente y puso el epitafio a una carrera esplendorosa en la que fue todo. Bankia fue intervenida, recibió 22.000 millones de dinero público y España tuvo que pedir un rescate para ella y el resto de las cajas de ahorros de 100.000 millones de euros. Para Rato, licenciado en Derecho, máster por Berkeley, exvicepresidente del gobierno en los ocho años que estuvo presido por Aznar y exgerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), fue un golpe durísimo y una injusticia. Nunca admitió errores ni hizo autocrítica.

Dirigió la economía española en los años de fuerte crecimiento y el FMI lo encumbró

Con una cabeza extraordinaria, gran clarividencia y una capacidad de trabajo indiscutible, Rato proyectaba una imagen de líder, de persona segura de sí misma, con las ideas claras y una fama –luego discutida– de excelente gestor. Durante años, todo el mundo le alababa y hasta Emilio Botín, presidente del Santander, llegó a decir que había sido “el mejor ministro de Economía de la democracia”.

Ese fue siempre, hasta su definitiva caída en desgracia, su gran activo: los ocho años de crecimiento ininterrumpido de España –con él al frente del equipo económico del ejecutivo– desde 1996 hasta el 2004. El ciclo permitió al país, apoyado en los fondos de cohesión y el viento de cola, converger en renta con la UE, culminar las grandes privatizaciones de empresas públicas y reducir el paro a la mitad, hasta el 11%. Pero también, como luego se puso de manifiesto, fueron años de excesos apoyados en una ley del Suelo que ayudó a disparar la borrachera inmobiliaria y los desequilibrios financieros que tanto daño causarían después.

El rescate de Bankia, sus problemas con Hacienda y las ‘black’ hundieron su prestigio

El animal político que era Rato –había sido diputado por Cádiz ya en 1982 y llevaba 25 años en primera línea– no se quedó para verlo. Mariano Rajoy era ya el nuevo líder del PP, que acababa de pasar a la oposición. Parecía que se apagaba la estrella de Rato, pero no. En la primavera del 2004, poco después de que la revista Newsweek atribuyera a Aznar ser el artífice del “milagro económico español”, Rato voló a Washington para dirigir el FMI, el cargo más alto en el campo económico que ha alcanzado jamás un español.

El indudable éxito para el país no se sostuvo en el tiempo. Rato no cuajó y dimitió por sorpresa en junio del 2007 alegando motivos personales. Años después, el FMI le pasó factura. Un informe del fondo en el 2011 cuestionó la labor de la institución para prevenir la crisis durante el mandato de Rato. Y en el 2012, en otro informe sobre la banca española le dio la puntilla. “Es esencial que estos bancos, y en particular el de mayor tamaño, tomen medidas rápidas y decisivas para fortalecer sus balances y mejorar su gestión y su gobierno corporativo”. Blanco y en botella: Bankia. Rato caería en quince días. Con su defenestración, afloraría la parte oscura de Rato: las presuntas operaciones de blanqueo, el ocultamiento de fondos en el extranjero –y su regularización con la amnistía fiscal del 2012– y, sobre todo, su actuación en Bankia, por la que será recordado.