Zagallo, el maestro ubicuo

Por la escuadra

Le llamaban Hormiguita, por su pequeña estatura y su incansable despliegue, inaudito en los extremos de los años 50, la década que forjó el mito de la exuberancia brasileña, plasmada en el equipo que ganó el Mundial de Suecia en 1958. Aquella selección, la de Pelé, Didi y Garrincha, inauguró una nueva época en el fútbol, en gran medida por la aportación de su pequeño y laborioso extremo izquierdo. Se llamaba Mario Zagallo, jugaba en el Flamengo y siempre tuvo la virtud de estar presente en el momento y sitio correctos, hasta el punto de parecer ubicuo.

No se entiende la historia del fútbol brasileño sin la fenomenal aportación de Zagallo, fallecido ayer a los 92 años. Integrante de la selección que ganó los Mundiales de 1958 y 1962, dirigió a Brasil en el Mundial de México 70. Aquel deslumbrante equipo, el de Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino, es el metro patrón con el que se comparan todas las grandes selecciones, irremediablemente para perder en la comparación.

No se entiende la historia del fútbol brasileño sin la aportación de Zagallo, fallecido ayer a los 92 años

Rara vez se nombra a Zagallo entre los grandes artistas brasileños del balón, pero siempre se le asocia a los mejores momentos de sus selecciones. En su menudo cuerpo siempre habitó un táctico. Dividió su carrera de futbolista en dos equipos de Río, Flamengo y Botafogo, donde se acreditó como un extremo astuto, “de 100 metros, no de los que esperan a que le entreguen la pelota para regatear”, solía comentar.

Dueño de una buena técnica y de un motor inagotable, Zagallo fue elegido para ocupar la banda izquierda en el Mundial de 1958. Sus cualidades resultaron decisivas en los asuntos tácticos. Brasil pasaba sin problemas del 4-2-4 al 4-3-3 gracias a la versatilidad y los pulmones de su pequeño extremo. Comprendió el impacto creciente del factor físico durante las numerosas giras europeas del Flamengo. Lo interiorizó como jugador y luego como entrenador, no sin críticas, a pesar de su impresionante hoja de servicios: campeón del mundo en cuatro ocasiones, dos como futbolista, una como seleccionador y otra como ayudante de Carlos Parreira en el Mundial de 1994.

FILE - Brazil's soccer star Pele, left, embraces Mario Zagallo after the latter's appointment as coach of the Brazilian national soccer team, in Rio De Janeiro, Brazil, in March 1970. Zagallo, who reached the World Cup final a record five times, winning four, as a player and then a coach with Brazil, has died. He was 92. Brazilian soccer confederation president Ednaldo Rodrigues said in a statement in the early hours of Saturday, Jan. 5, 2024, confirming Zagallo's death that Zagallo

Pelé abraza a Zagallo en 1970, meses antes de que Brasil ganara el Mundial con el segundo como seleccionador

Uncredited / LaPresse

Las críticas procedían de los sectores decepcionados por la deriva del fútbol brasileño, obsesionado con una cautela defensiva que abdicaba de su famosa exuberancia, de una idea paradisiaca del juego, lo que se bautizó como Jogo Bonito. Zagallo, un pragmático de primera, revertía las críticas con un mensaje sencillo: me adapto a lo que tengo entre manos.

Como jugador, adaptó su industrioso fútbol al tropical estilo de Pelé, Didí y Garrincha. No era el seleccionador elegido para conducir a Brasil en el Mundial de 1970, pero la renuncia de Joao Saldanha, en parte por las presiones del general Médici, el dictador del momento, no le representó problema alguno. Mantuvo el mismo equipo que Saldanha, representante del virtuosismo, con la excepción del portero. Eligió a Félix, que no era el más popular de los guardametas brasileños.

Si como jugador funcionó como una imprescindible solución táctica, como entrenador permitió que el mejor equipo de la historia se expresara sin ataduras, aunque la impronta de Zagallo se apreció en el intensivo trabajo físico que desarrolló para afrontar el Mundial a 2.000 metros de altura. Brasil ganó todos los partidos y, salvo la victoria por uno a cero contra Inglaterra, en todos los partidos marcó tres o más goles.

En la memorable final frente a Italia, Brasil venció 4-1 en medio de una explosión de creatividad y belleza. Llegado a ese punto, Zagallo se había convertido en un fetiche mágico. Era el hombre de la suerte, condición que el propio Zagallo no negaba. Se le asociaba a las victorias brasileñas o a las derrotas, cuando era notoria su ausencia en el cuerpo técnico. En el Mundial del 2002 no figuró en la delegación oficial del equipo, pero, por si acaso, Luiz Felipe Scolari le mantuvo como asesor áulico. Con éxito, como no podía ser de otra manera. Fue la última edición victoriosa de Brasil en los Mundiales y la última amparada por el maestro Zagallo.

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