La Superliga olvida el poder atávico del fútbol

POR LA ESCUADRA

Decidió el tribunal y ya sabemos que el fútbol tiene abiertas las puertas a organizar competiciones fuera del mandato de la UEFA, que ha abusado del poder desde una posición de monopolio. Como no hay otra interpretación posible, Florentino Pérez tardó un minuto en difundir una declaración triunfal que proclamaba un nuevo tiempo, el que libera al fútbol del yugo de la UEFA. Apareció después Joan Laporta –en este asunto, la jerarquía está clara– y lanzó un discurso más vibrante que el del presidente del Real Madrid, pero con menos interés por pasar a la historia como el líder de la revolución. En cuestiones de liderazgo, a Florentino Pérez sólo le obsesiona Santiago Bernabéu y el veredicto que emita la historia. Tiene razón Florentino Pérez: la decisión del Tribunal Europeo de Justicia marca la posibilidad de un cambio radical en el devenir del fútbol. Es la consecuencia lógica de la célebre sentencia Bosman, que hace 28 años transformó un juego extremadamente popular en una industria en toda regla, con todas las características de los negocios más golosos: codicia, globalidad, arribismo y desigualdad. En definitiva, el neoliberalismo a la quinta potencia que, de Bosman a esta parte, explica la masiva presencia de actores a los que jamás les había interesado el fútbol: capital norteamericano, petrodólares árabes y, hasta el comienzo de la guerra de Ucrania, del dineral ruso.

Una hora después de las triunfales declaraciones de los dos presidentes, se presentó su modelo de competición, con tres categorías (Star, Gold y Blue) que sonaban a jerga crediticia y fútbol plastificado, que es lo que esta gente tiene en la cabeza. No hubo referencia alguna al sistema de financiación y ése déficit en la presentación explica la debilidad actual del proyecto, rechazado por todos los clubs que fueron compañeros de viaje en el levantamiento de 2021. En aquella ocasión, temblaron las columnas del imperio. Una docena de grandes clubs –seis ingleses, tres españoles y tres italianos– se confabularon para dinamitar el viejo régimen del fútbol y crear al margen de la UEFA una competición exclusivista y cerrada, a la manera norteamericana de entender el deporte profesional. Aquella operación, que disponía del banco JP Morgan como financiador, colocó a la UEFA en una situación crítica, pero se enfrentó al poder de la calle.

La tecnocracia del fútbol entiende al hincha como un simple consumidor, sin nada que decir, ni nada que decidir. El aficionado existe para exprimirlo. Es una visión del fútbol que olvida y desprecia su parte atávica: el sentimiento tribal, primario, emocional que lo preside. En algunos lugares, el hincha todavía se siente indispensable y se resiste a la consideración de objeto inútil y manipulable.

Al primer proyecto de la Superliga, con el que verdaderamente soñaba Florentino Pérez, no le derrotó la UEFA con sus amenazas, ni los gobiernos, ni la presión mediática, que a decir verdad fue inexistente en Italia y España. Si los 12 clubs levantiscos hubieran permanecido unidos, las posibilidades de victoria habrían sido altísimas, pero la reacción de los hinchas ingleses acabó con la unidad del proyecto.

GRAFCAT7601. BARCELONA, 19/12/2023.- El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, durante su discurso en la tradicional comida de Navidad con los medios de comunicación que el equipo azulgrana ha celebrado este martes .EFE/Enric Fontcuberta

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta

Enric Fontcuberta / EFE

Los aficionados ingleses se levantaron en armas contra sus clubs y en dos días sofocaron la revolución. Uno por uno, los capitostes de los seis rebeldes –Manchester United, Liverpool, Manchester City, Arsenal, Arsenal, Chelsea y Tottenham– se vieron obligados a renegar del plan y, en todos los casos, a pedir disculpas a sus aficionados por su incapacidad para comprender el factor comunitario del fútbol. Hasta JP Morgan reconoció su error.

Sin los equipos ingleses, el modelo que ahora propugnan Florentino Pérez y Joan Laporta no vale nada. Todos han rechazado el plan y se mantienen donde lo desean sus aficionados. Significa un golpe mortal para la nueva Superliga, a la que no acuden ni sus viejos aliados. Sin embargo, la puerta ya está abierta y por ahí están desatadas las ambiciones. Quienes han comprado la mejor Liga de golf, probablemente piensan que también se puede comprar una Superliga de fútbol.

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