Jekyll, Hyde, Laporta

Por la escuadra

Jekyll, Hyde, Laporta

Los últimos días pasarán a la historia del Barça por la victoria y la temporada perfecta del primer equipo femenino y las derrotas y la temporada defectuosa del primer equipo masculino. Ambos equipos pertenecen al mismo club, aunque a veces parezca que el femenino se consolida como alternativa sentimental sustitutoria y garante de los valores del escudo que el equipo masculino, amenazado por la avaricia y la expropiación moral que vive el fútbol, dilapida. Si Barcelona, la ciudad que lleva el nombre del club, ha apostado por una obscena sumisión al turismo masificado, el Barça masculino es esclavo de una sumisión similar y de una falta de escrúpulos propia del lado más oscuro y depredador del capitalismo.

En la cima de esta cúspide, un presidente de arrebatos, errático, cada vez más frívolo y que confunde la audacia con la astucia de vuelo corto. Un presidente que alterna los aciertos y los errores con la misma fiabilidad aleatoria que marcó su, ay, etapa política. Si Laporta ganó de calle las elecciones con aquella lona madrileña del “Ganas de volver a veros”, hoy podría perderlas si un opositor cabroncete colgara otra que rezara “Ganas de perderos de vista”. De Laporta se ha dicho que ha eclipsado el protagonismo de la Champions femenina con el despido innecesariamente humillante de Xavi. Puede que sí, pero no descartemos que también haya eclipsado el chapucero final del entrenador (y otros ejemplos de opaca transparencia) con la despampanante victoria de Bilbao.

President of UEFA Aleksander Ceferin (L) and FC Barcelona's President Joan Laporta attend the UEFA Women's Champions League final football match between FC Barcelona and Olympique Lyonnais at the San Mames stadium in Bilbao on May 25, 2024. (Photo by Pierre-Philippe MARCOU / AFP)

Joan Laporta levanta el pulgar al lado de Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA

PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP

Ambos equipos, uno triunfador y otro perdedor, pertenecen al mismo club

La amplificación mediática, en cambio, ha convertido las expectativas en un fenómeno tan insaciable como monstruoso. Es como si la dimensión más parasitaria de los medios (el entorno) se excediera a la hora de alimentarse del cuerpo y del alma de la especie parasitada (el Barça). Al final, el eclipse es recíproco, aunque el valor de la victoria femenina perdurará mucho más que el vodevil del entrenador. El gran valor de la peregrinación de Bilbao es que encarna una alternativa de orgullo culé que el equipo masculino ha desatendido. Precios asumibles, trato familiar e intergeneracional para la afición, masa salarial terrenal y una propuesta futbolística genuina y atractiva que todavía no ha sido secuestrada por los parásitos y los comisionistas. Con triunfos o derrotas, el Barça sigue siendo una realidad encriptada. Para intentar entenderla, recupero lo que Armand Carabén, amigo de Cruyff y referente de Laporta, escribía en 1994: “A mí me parece que al Barça se le pide demasiado: tiene que alimentar y entretener a miles de familias durante toda la semana laboral (la lista es larga: federativos, periodistas, observadores, intermediarios, locutores de radio, presentadores de televisión, etcétera) y el domingo, además, tiene que salvar el honor de Catalunya. Hemos convertido el Barça en un contenedor donde vertemos nuestro rebentisme más desatado cuando pierde, y nuestro sentimentalismo más ramplón cuando gana. Y tan pronto lo hacemos víctima del triunfalismo como del derrotismo. (...) A base de repetirnos que el Barça es más que un club, entre todos hemos acabado olvidando que el fútbol no es más que un juego”.

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