El violín que tardó 300 años en volver a casa

Un Nicolas Duclos

Barcelona recupera una pieza que fabricó un heredero de Stradivari en el XVIII

El violín Duclos pasará treinta días en anoxia para evitar toda plaga

El violín que tardó 300 años en volver a casa
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El concertino de la OBC, Vlad Stanculeasa, prueba el violín Duclos del siglo XVIII que acaba de adquirir el Museu de la Música de Barcelona 

Barcelona acaba de recuperar una pieza única de lutería que da lustre al Museu de la Música, pues, aun siendo su colección la más grande de España en número de instrumentos, tiene una cierta carencia de ejemplares de primera división de la cuerda frotada, como sí tiene otras colecciones como la de Bruselas, la de París o la del Royal College en Londres.

Se trata de un violín Nicolas Duclos, de mediados del siglo XVIII, que ha sido muy bien restaurado y que tiene la factura y las características propias del constructor francés que trabajó en Barcelona y Madrid, tras formarse en talleres de la Cremona en la que reinaban Antonio Stradivari e hijos.

La adquisición, por unos razonables 20.000 euros –aportación extraordinaria del Icub, propietario de la colección–, es fruto de la voluntad de la vendedora, Nick Cooper, una lutier de Manchester que estaba muy interesada en que la pieza llegara al ámbito público y pudiera regresar a su ciudad de origen. Su precio de partida, cuando lo ofreció hace cosa de año y medio, eran, ojo, 40.000 libras esterlinas. Y, de hecho, un instrumento de estas características habría salido por lo general a subasta, donde podría haber triplicado el precio de esta venta.

Una luthier inglesa ha preferido rebajar el precio antes que sacarlo a subasta, para que volviera a su ciudad

“Es un acto de responsabilidad y de sensatez por parte de la luthier, muy encomiable”, asegura Jordi Alomar, director del Museu de la Música de Barcelona, quien lo considera “un regalo para Barcelona, una adquisición de la que la ciudad debería sentirse orgullosa”. En la heterogénea colección del museo –conocido mundialmente por su serie de guitarras–, este Duclos puede medirse con una de sus joyas, el recientemente restaurado cello Guillamí que recibe al visitante, fabricado en la Barcelona de la misma época, si bien no es propiedad sino que está en comodato.

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El concertino de la OBC, Vlad Stanculeasa, fue el primero en probar esta semana el violín Duclos, en el Museu de la Música. Interpretando la Sonata núm. 1 de Bach, el músico confesó que no conocía al lutier pero que le parecía un descubrimiento fabuloso.

“Es un gusto tocar esa calidad de instrumento italiano, resulta muy inspirador –dijo, sin dejar de examinarlo–. Hay muchos de esos buenos antiguos que parece que está haciendo música contigo. Este tiene una respuesta muy rápida, pero al mismo tiempo un sonido muy rico y ancho, porque a menudo un violín de sonido fuerte sufre de falta de armónicos y calidad de sonido, pero este tiene una buena mezcla de ambos. En una sala grande es capaz de llenar el espacio, porque con una caja bien cerrada, el sonido tiene una salida muy directa. Sí, es una calidad de sonido que se encuentra poco, me encanta, tienes la impresión de que llegará muy lejos”.

UN COMPONENETE DE LA OBC PRUEBA UN VIOLIN EN EL MUSEO DE LA MÚSICA DEL AUDITORI , FABRICADO POR EL ATELIER DUCLOS. DATADO EN EL SIGLO XVIII Y HECHO EN BARCELONA

El violín fabricado en Barcelona a mediados del siglo XVIII 

MANÉ ESPINOSA

Duclos fabricó cantidad de instrumentos en Barcelona, desde que se instaló, en 1740, y antes de seguir periplo en 1765 a Madrid, donde murió en 1781. Se conservan muchos. Los suyos son violines muy sobrios. “Este en particular tiene muy poca decoración, pero es de una factura excelente. Su sonido es extraordinario, y todos los documentos históricos coinciden en que los intérpretes y oyentes consideraban que estos violines sonaban mejor que la mayoría”, apunta Marisa Ruiz Magaldi, jefa de Col·leccions i Documentació del Museu de la Música.

La casa ya contaba con tres Duclos, aunque ninguno de ellos es practicable: una viola d’amore –con un hermoso rostro de mujer en las clavijas–, un violín, y un cello aumentado, esto es, que fue ampliado en el siglo XIX para interpretar repertorio romántico. Para hacerlos funcionales habría que modificarlos demasiado y ya no serían los originales.

UN COMPONENETE DE LA OBC PRUEBA UN VIOLIN EN EL MUSEO DE LA MÚSICA DEL AUDITORI , FABRICADO POR EL ATELIER DUCLOS. DATADO EN EL SIGLO XVIII Y HECHO EN BARCELONA

El concertino de la OBC probó el instrumento en el Museu de la Música 

MANÉ ESPINOSA

“En el ámbito de los museos, siempre se debate sobre si restaurar o no los instrumentos para hacerlos tocables. Si implica alterar tanto el instrumento que deja de ser auténtico, no tiene sentido”, apunta Ruiz. En cambio, el Duclos recién adquirido, “ha pasado por muchas manos, pero todas ellas han sido buenas manos. Sabemos poco de su historia concreta, de los viajes que ha hecho en estos casi 300 años de historia que tiene, pero sí sabemos que durante los años 60 del siglo XX estaba en el Reino Unido. La casa W.E. Hill & Sons lo había examinado, aunque no sabemos cómo llegó a manos de la persona que nos lo vende ni cuánto tiempo hacía que lo tenía”, añade Ruiz.

Otro de los factores que hizo que el museo apostara por él fue el certificado de autenticidad de John Dilworth, importante luthier del Reino Unido, que certificaba que era de la etapa de Barcelona. A su consistencia musical se añadía el valor patrimonial, por su vínculo histórico.

Este Duclos puede medirse con el ahora restaurado cello Guillamí que recibe al visitante en el museo

Teniendo en cuenta la época en que fue construido, su repertorio natural sería el del último Barroco e inicio del Clasicismo. “Aun así, es un instrumento, como la mayoría de los de la familia del violín, que ha ido sufriendo restauraciones y actualizaciones: se le ha cambiado el mástil, se le ha cambiado el diapasón, para que pueda responder a repertorios del siglo XIX y XX. Por lo tanto, sería un instrumento de amplio espectro”, añade Alomar.

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En época de Duclos, heredero indiscutible de Stradivari, el violín era una familia instrumental relativamente nueva que iba ganando terreno frente a la familia de la viola da gamba. “Era un momento en el que coexistían todos estos instrumentos –dice Alomar–. El propio Duclos fabricó otros como la viola d’amore, que luego se extinguió. Justo en ese periodo se estaba sustituyendo una familia por otra y los lutieres buscaban los focos de innovación tecnológica del momento: Cremona era uno de ellos. Allí Duclos estuvo en contacto con Stradivari, aunque no en su mismo taller. Es muy interesante ver cómo en su caso combinó elementos y características de la construcción francesa con la italiana: encuentras la sonoridad francesa aterciopelada, con ese punto de aspereza del roce con el arco, que en este caso se equilibra con ese brillo, esa vivacidad característica de la tradición italiana”, concluye.

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