Karin Smirnoff: “‘Millennium’ trataba la violencia contra las mujeres desde la visión de un hombre”
Entrevista
La autora sueca, que continúa las novelas de Lisbeth Salander, envía a los protagonistas al norte del país
La azarosa varita de los bestsellers mundiales ha tocado a Karin Smirnoff (Umeå, 1964), una pequeña empresaria maderera sueca que, pasados los 50 años, decidió matricularse en un grado de escritura creativa en la universidad y que debutó hace muy poco, en el 2018, consiguiendo un enorme éxito en su país con el personaje de Jana Kippo, una artista plástica reconvertida en empleada doméstica. La familia de Stieg Larsson (su hermano Joakim y su padre Erland) y la agente literaria Magdalena Hedlund la han escogido para proseguir las andanzas de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, la serie Millennium, que ha vendido más de 100 millones de ejemplares en todo el mundo. El próximo miércoles día 30 se publica Las garras del águila (Destino/Columna), séptima entrega tras los tres primeros volúmenes escritos por Larsson (1954-2004), publicados entre 2005 y 2007, y la segunda trilogía a manos de David Lagercrantz (entre 2015 y 2019). La autora recibe a este diario en The Wood Hotel, en Skellefteå, al norte del país, un establecimiento construido en madera no muy lejos de la aldea de doce casas donde vive.
Gustos
“Como lectora, perdí el interés en los libros de Lagercrantz, que son pura acción”
¿Recuerda el día en que le propusieron continuar Millennium?
Fue en una fiesta. El editor de Polaris -la nueva editorial que publica la serie- se sentó conmigo a tomar un café y, como el que no quiere la cosa, me preguntó: ‘¿Has leído los libros de Millennium?’. ‘Por supuesto, todo el mundo los ha leído’. ‘¿Y qué te parecen?’. ‘Me encantan, soy una fan de Lisbeth Salander’.’¿Te gustaría continuarlos?’. Sin dudar, respondí que sí. Lo más raro fue explicarlo en mi casa al volver a las tantas.
Como lectora, ¿qué le parecen los seis libros anteriores?
Me gustan mucho los tres primeros, están conectados entre sí, fue realmente distinto, Larsson nos contó algo nuevo. Es especialmente bueno con los personajes, los recuerdo perfectamente a todos, con sus nombres, eso es algo que no podemos decir de la mayoría de novelas. Luego, lo retomó David Lagercrantz y yo perdí un poco el interés porque no soy lectora de género negro, por curiosidad leí el cuarto y el quinto pero es pura acción, esa Lisbeth Salander convertida en superheroína que lo resuelve todo no era para mí, ¿dónde quedó su vulnerabilidad? Lagercrantz hizo un buen trabajo, pero el suyo era un universo finito, acaba en su trilogía, así que yo no parto de ahí, construyo algo desde el principio, conectando con el espíritu de los tres primeros.
Está al frente, como autora, de una máquina de generar millones. ¿Ha dejado de ser una escritora libre?
Creo que aún lo soy. Me he traído a los personajes a mi pueblo, no están en Estocolmo. Por supuesto, esto es un gran proyecto, con mucha gente involucrada y un montón de personas que aspiran a ganar dinero. Pero, para mí, es solo una etapa. No puedo hacer lo que me de la gana, no puedo matar a Mikael o a Lisbeth... pero sí a cualquier otro personaje. La verdadera presión para mí son las fechas de entrega: cuando quedaban tres semanas para enviar el libro a la imprenta, decidí reescribir la mitad. Fue horrible. Las versiones traducidas, como la que llega ahora a España, están más pulidas que la primera edición sueca.
Sus libros anteriores –no traducidos al castellano– también se ocupan de la violencia...
Es un tema global que permite descender a lo más profundo de las personas, a sus oscuridades. Millennium lo abordaba, sí, pero desde el punto de vista de un hombre. Pienso que un hombre no puede saber realmente lo que es la violencia contra nosotras. Tienes que ser mujer para comprenderlo. Si has sido golpeada por un hombre, conoces cosas que nadie más conoce. Pero no es un libro feminista.
¿Por qué no?
Yo sí lo soy, el libro no. Si eres mujer, naces feminista. Suecia también es un mundo dominado por los hombres. Pero no es mi agenda temática como autora. Otros lo hacen mucho mejor, a mí me interesa retratar las relaciones entre personas.
He leído que usted misma fue víctima de acoso...
Es una experiencia que he sufrido, sé de lo que hablo. Pero hay otra mucha gente a mi alrededor con las mismas experiencias, es algo muy común. ¿Quién no conoce o ha sufrido ella misma violencia en la infancia o por parte de amigos o de hombres? La violencia es algo lamentablemente habitual, y no solamente la criminal, hay una violencia establecida socialmente que es incluso legal. Es muy difícil, por ejemplo, penetrar a fondo en temas como la violencia profunda que se da en el seno de las familias.
En la fiesta de Karin
Desnortados
No es fácil llegar a la aldea sueca de Hertsånger (doce casas y tres novelas de muertos, que diría Carles Porta), a más de 700 quilómetros de Estocolmo. Pero tenemos allí una cita a la que no podemos faltar, una cena en casa de Karin Smirnoff, la nueva autora de thrillers globales que, hasta hace poco, vivía de lo que facturaba su empresa maderera familiar (si ven un elegante porche en una residencia sueca, puede que los tablones los hayan hecho ellos).
Las puertas de su casa estan abiertas, en el jardín iluminado hay una hoguera y, en el interior, entre guirnaldas, todo tipo de alimentos y bebidas, distribuidos por todas las habitaciones. Todos los habitantes participan en la fiesta de lanzamiento de 'Millennium 7. Las garras del águila': unos vecinos han hecho comida, otros sirven en las mesas, otros han contribuido con la decoración, algunos ayudarán en la recogida y limpieza...
Para Smirnoff es importante estar aquí, en el norte. “Estoy orgullosa de mis raíces, nací en el condado de Västerbotten, como Larsson, y a él le gustaría el giro geográfico que le he dado a la serie. Puede ver que la gente es muy abierta, para mí esto es la humanidad, recibir al extraño y no tener miedo de los demás, las casas están abiertas y se mantiene un sentido de la hospitalidad que se ha perdido en las grandes ciudades”.
En un bullicio reconfortante, sofisticados editores internacionales más acostumbrados a cócteles en Frankfurt y Manhattan, llegados de Estocolmo y de medio mundo (como la española Elena Ramírez, del grupo Planeta) se mezclan con los vecinos, muchos niños, adolescentes, gente mayor e incluso algún perro despistado...
“En las ciudades –prosigue Smirnoff, tras abrazar a su madre– hay competición todo el tiempo. No puedes ser quien quieres sino lo que los otros creen que tú eres, hay una lucha feroz por los mejores puestos de trabajo. Aquí, en cambio, ves a graduados universitarios haciendo servicios de asistencia a domicilio y son felices porque esa es su decisión”.
Los problemas del área son el eje de las nuevas novelas de Millennium. “Hay un montón de grandes empresas que se instalan aquí porque la electricidad es cuatro veces más barata que en Estocolmo. Somos una de las grandes zonas de fábricas de baterías, por ejemplo. Cuando esas multinacionales llegan, los políticos les ponen la alfombra: ‘Sí, sí, hagan ustedes lo que quieran, destruyan la naturaleza si les apetece’, porque traen millones y puestos de trabajo, y encima te lo visten como ecológico porque necesitamos esas baterías para los coches eléctricos. Olvidan que tienen que construir enormes minas para extraer los minerales necesarios. Al pueblo samii le han prometido todo tipo de cosas, pero es papel mojado, la realidad es que tienen que mudarse porque sus tierras están contaminadas y el dinero que se gana allí no va a sus bolsillos”.
En el cálido interior de la casa de Smirnoff, todo parece desmentir que nos hallemos en zona de conflicto: las risas, los cánticos, la carne de reno, los arenques o la mermelada de arándanos. Fuera, nos imaginamos a Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist luchando contra los poderosos intereses que destrozan el entorno. “Sé que no existen pero me da fuerza pensar que en la novela están enfrentándose a las corporaciones que destruyen nuestra montaña”, afirma Liam, con camisa de cuadros, antes de brindar con aguardiente de nombre impronunciable.
En su libro, Lisbeth Salander asume responsabilidades impensables anteriormente...
Se queda a cargo, contra su voluntad, de una niña de 13 años, Svala, la hija de su hermanastro muerto. Ella nunca quiso niños, es Lisbeth Salander y no tiene tiempo para cuidar de una adolescente, pero de algún modo van construyendo algún tipo de conexión, podríamos llamarlo una relación.
Usted ha declarado en Suecia que aceptó el encargo por Lisbeth Salander. ¿Qué problema tiene con Mikael Blomkvist?
Es un tipo unidimensional. Hace solo dos cosas: ir detrás de las mujeres y trabajar. Alguien bastante aburrido, en mi opinión. Quise romper esa dinámica, por lo que, en mi libro, la revista Millennium no existe, se ha transformado en un podcast. Y a él no le gustan los podcasts, lo que quiere es escribir reportajes, así que está en el paro. Millennium era su identidad y ahora no tiene nada, vive una crisis total, así empieza mi libro, con él desorientado viajando al norte porque su hija Pernilla se va a casar con un influyente político local. Blomkvist empieza a reflexionar sobre sí mismo: ‘¿Quién soy? ¿qué voy a hacer con mi vida? No tengo nada: ni esposa, ni familia, solo una mala relación con una hija de la que no me he ocupado durante años’. Está desnudo, y desde ahí ha intentado reconstruirlo, darle una personalidad que le permita aguantar.
Usted también ha sido periodista, como Larsson o Lagercrantz. ¿Qué visión del oficio hay en la novela?
La de un periodismo local, muy basado en pequeñas noticias como una nueva guardería, un accidente con un árbol que se ha caído... Para Blomkvist, acostumbrado a los grandes escándalos e investigaciones, esto es un desastre, e intenta hacerles entender que, si miran un poco más allá de sus narices, tienen los mismos problemas que en Estocolmo, solo deben cambiar su mirada. Por eso va a la redacción del periódico del pueblo, a intentar ayudarles.
'Millennium' ha desaparecido como revista, ahora es un podcast y Blomkvist se va al paro"
¿Hablamos del papel de las águilas en la trama?
Sin hacer spoilers, digamos que, al principio, vemos actuar al Limpiador, un hombre solitario que vive en lo alto de la montaña, que mata a gente y alimenta a las águilas con cuerpos humanos. Se preocupa mucho por estas aves, que sobreviven gracias a él.
Da usted vida ahora a Lisbeth Salander pero aquí en Suecia la conocen por ser la madre de Jana Kippo. ¿Cómo es?
¡Son parecidas! Pero Jana Kippo es más una chica joven normal, no una superheroína. Los libros tratan de la relación con su hermano gemelo, de cómo se va construyendo como persona tras un pasado y entorno de violencia y alcoholismo, cómo pasa de la destrucción a la construcción a través del arte. Fantaseo con que Jana y Lisbeth pasen una noche juntas, ¿por qué no?
¿Tiene usted un contrato por tres libros?
Sí. Este primero es sobre electricidad, el segundo aborda la minería y el tercero el tema del petróleo. Todos se ambientan en parte en áreas árticas o subárticas, donde hace mucho frío, vive poca gente y la naturaleza es vulnerable. Las grandes empresas creen que pueden esquilmar los recursos y destrozar el entorno porque no vive nadie por allí.
¿Hace envejecer a los personajes?
Sí, pero no hablo de ello. La novela está ambientada en el 2021, y me imagino que Lisbeth y Mikael tienen 40 y 60 años, más o menos. Pero no se explicita en ningún momento, cada lector puede imaginar lo que quiera.
Estrena supervillano, Marcus Branco.
Mis personajes se basan en personas que he visto en la vida real. El Branco real ya murió, es alguien que conocí en mi infancia y que sólo tenía torso, ni brazos ni piernas. Cometía crímenes y asustaba a la gente, sólo para llamar la atención. No era malo, pero hacía cosas malas. Transformé ese personaje en Branco, que sí es malo, malísimo, de verdad.