Fue el escritor Ricard Ruiz Garzón quien mentó Villa Diodati durante el festival. Recordemos: la mansión donde el matrimonio Shelley, Lord Byron y el médico John William Polidori se refugiaron durante tres días de 1816, cuando la erupción de un volcán indonesio desató una tempestad global.
Allí se propusieron competir a ver quién escribía el relato más siniestro. Ganó Mary, que concibió en la villa su Frankenstein . Y logró un accésit el infeliz Polidori, quien antes de sucumbir a una dosis letal de ácido prúsico publicó El Vampiro , la primera narración con chupadores de sangre.
Un festival en el que los escritores se quedan a escuchar a sus colegas es una red social
Desde entonces, la mención a Villa Diodati se usa, de forma metafórica, para evocar un encierro forzoso de escritores del que se esperan resultados fructíferos. Circuló la expresión, por ejemplo, cuando un ciclón retuvo en 2022 en un hotel de Las Palmas de Gran Canaria a los letraheridos que participaban en las conversaciones de Formentor.
El pasado fin de semana, en el hotel Le Méridien Ra de El Vendrell, sede de las VI Jornadas de Literatura Transversal, el tiempo no causó problemas. El factor Diodati mencionado por Ruiz Garzón no tenía nada que ver con la meteorología. En cualquier caso, si estuvo presente fue por una sensación compartida por algunos asistentes. La sensación de que este congreso –que existe gracias al tesón casi insensato del activista cultural José Luis Espina– es en realidad un acto de resistencia ante las amenazas que se ciernen sobre la cultura: una precariedad galopante; la pérdida de la capacidad de concentración para leer un libro y, sobre todo, la irrupción de unos asistentes de Inteligencia Artificial (IA) que suplantan cualquier autoría a una velocidad casi cuántica.
En El Vendrell apenas se habló de esto. De hecho, hay pocos escritores que estén alarmados por la voracidad de ChatGPT, sea por ignorancia o tal vez por haber interiorizado que ningún avance tecnológico ha podido acabar nunca con el arte de la escritura.
Transversal fue, en consecuencia, una celebración de la vida y las artes analógicas. Cristina Rosenvinge explicó la génesis artesana de sus temas; Ana Merino, que escribe a mano con cuidada caligrafía; Isabel Soler, sus viajes transoceánicos a bordo de su propia escritura; Gabi Martínez y Santiago Beruete, su apuesta por renaturalizar las ciudades; Eloy Fernández Porta, los riesgos para la salud del pluriempleo cultural entusiasta... Todo ello en un festival que tiene un rasgo distintivo: los autores se quedan a escuchar a sus colegas junto al resto del público.
¿Personajes de Melancolía aferrándose a la vida pretendiendo que no hay ningún asteroide avanzando hacia la Tierra o una verdadera red social para la resistencia cultural? En el filme de Lars Von Trier, los últimos supervivientes edificaban su propia Villa Diodati: una frágil cabaña donde resguardarse del fin del mundo. Y no podemos descartar que lograran salvarse.