Rilke en la era de la Inteligencia Artificial

BLUES URBANO

Rilke en la era de la Inteligencia Artificial

La onda expansiva de la Inteligencia Artificial (IA) generativa avanza por el mundo de la cultura motivando reacciones diversas. Desde el entusiasmo de los creadores que creen que ChatGPT o DALL·E (un cruce del WALL·E de Pixar y de Salvador Dalí) estimulará su inspiración, hasta la resistencia de quienes temen que llegará el día en que no podrán reconocer ni sus propias creaciones. 

Entre estos últimos está la novelista de éxito que confiesa en privado que se encierra a escribir en una habitación analógica, sin ningún tipo de dispositivo conectado y el móvil desterrado en la terraza para neutralizar a agentes dobles como Siri y los de su calaña.

Llegará un día en que no será necesario advertir que la IA no es ni inteligente ni artificial, pero la fascinación que nos producen sus interfaces pulcras y futuristas, sumada a la buena pluma de los chats y a la sensación de autoridad que emana de su celeridad en la respuesta nos seguirán confundiendo aún durante un tiempo.

Tendrá que ser el propio artista quien, con su presencia física, certifique su autoría

Porque, si hablamos de creación cultural, lo que hacen los modelos de IA generativa como ChatGPT no es exactamente crear contenidos, sino analizar ingentes cantidades de datos para extraer patrones a través de los cuales satisfacer las peticiones del usuario. Sus respuestas, por imaginativas que parezcan, surgen de la deglución y digestión de todo lo que se ha escrito, compuesto, diseñado, pintado, esculpido... desde la cueva de Altamira hasta este artículo que está leyendo ahora.

De alguna manera, su potencia de procesamiento descomunal se pone al servicio de la reinvención del pasado cultural. El modelo predice, a partir de los patrones aprendidos durante su proceso de entrenamiento, qué palabras son más probables que sigan a las palabras que las preceden, dada una secuencia preexistente.

(Eingeschränkte Rechte für bestimmte redaktionelle Kunden in Deutschland. Limited rights for specific editorial clients in Germany.) Rainer Maria Rilke,Rainer Maria Rilke (*04.12.1875-29.12.1926+) , Schriftsteller, Österreich, auf einer Parkbank in Rippoldsau im Schwarzwald, - 1913 (Photo by ullstein bild via Getty Images)

Rilke, en un banco de un parque de Rippoldsau, en la Selva Negra

ullstein bild Dtl. / Getty

Cuidado: tanto artificio no está necesariamente reñido con la calidad. Como afirma el escritor Jorge Carrión, “la literatura también se ha sometido a la lógica de la digitalización y la serialidad, de modo que es cuestión de tiempo que pueda ser producida con excelencia por la inteligencia artificial”.

La historia de nuestra cultura es un continuo reciclaje de contenidos preexistentes, desde la literatura clásica hasta el remix de los DJ. Así que, de algún modo, ideas clásicas como el préstamo cultural o la difusión transcultural podrían usarse igualmente hoy para definir el tráfico que circula por las redes neuronales de IA cuando pedimos que se pongan creativas.

Pero es evidente que dista un mundo entre el método de escritura del procesamiento de datos y, por otro lado, el aprendizaje de la inspiración pura que Rainer Maria Rilke proponía en sus Cartas a un joven poeta , a quien aconsejaba dejar la mente en blanco e indagar en el propio recuerdo sin ninguna ayuda externa: “Aunque estuviera usted en una cárcel cuyas paredes no dejaran llegar a sus sentidos ninguno de los rumores del mundo; ¿no seguiría teniendo siempre su infancia, esa riqueza preciosa, regia, el tesoro de los recuerdos? Vuelva ahí su atención”.

En lugar del algoritmo cooperador, el desamparo absoluto: “Sólo necesita gran soledad interior. Entrar en sí y no encontrarse con nadie durante horas y horas”.

Siendo como son métodos creativos tan dispares, lo cierto es que, ya sea mediante la inspiración pura de Rilke o echando mano del chat próvido, el artista de hoy está condenado a personarse allí donde esté su público. Porque el uso masivo de la IA dinamitará los conceptos de derechos de autor y propiedad intelectual. No se trata de que los modelos de lenguaje plagien, sino que son capaces de recrear, a petición de quién sea, el estilo de culquier artista o escritor, incluso con su imagen y con su voz. De ahí el peligro.

Las creaciones serán de todos y no serán de nadie. Tendrá que ser el propio artista, escritora o músico quien certifique, con su presencia, la autoría de su trabajo. Soy yo, pueden tocarme. Puedo firmar libros. Puedo tomarme un café con usted cuando acabe esta presentación.

¿Un empleo que esté a salvo de la amenaza que nos viene? El de coach que enseñe a hablar y a moverse en público a los artistas obligados a abandonar su escritorio o su estudio para ir diciendo por el mundo “esta obra es mía”. ¿Un cambio útil en el sistema educativo. Enseñar a los niños y las niñas técnicas de expresión oral y conceptos actorales.

Como sostiene estos días el matemático y novelista Enrique Gracián, a partir de ahora se valorará, sobre todo, a la persona “que estaba ahí”.

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