Diez hábitos para mejorar la digestión y evitar las molestias más frecuentes
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Nutricionistas con orientación naturista aconsejan cómo dejar de lado la sensación de pesadez y otros malestares típicos
La digestión es un proceso complejo. Tal vez por ese motivo muchas personas se resignan a tener molestias frecuentes, las minimizan, le restan importancia o hasta llegan a naturalizarlas.
“La realidad es que no es normal tener un poco de ardor después de comer, sentir el estómago hinchado o alternar períodos de diarrea y estreñimiento. Las molestias se producen por alguna causa y esta puede estar en ciertos hábitos”, explica Jordi Sagrera-Ferrándiz, médico naturista y autor del libro “Una digestión perfecta”, publicado por la Editorial Integral. A continuación adjuntamos algunos consejos fáciles de implementar:
En ritmo slow
“En la digestión intervienen varios órganos. Comienza en la boca, con la masticación y la salivación, continúa por el esófago, el estómago y los intestinos, órganos que son ayudados por la vesícula biliar y el páncreas. Si engullimos la comida, sin masticar lo suficiente, los demás procesos se verán afectados. Además, al hacerlo sin prestar atención en ese acto, también lo notaremos”, explica Sagrera-Ferrándiz en su libro.
“Dejar los cubiertos en el plato entre bocado y bocado ayudará a comer más despacio, a masticar bien y a degustar la comida”
“Dejar los cubiertos en el plato entre bocado y bocado ayudará a comer más despacio, a masticar bien y a degustar la comida. Lo ideal es que la comida se extienda durante 20 minutos, que es el tiempo que el cerebro tarda en enviar la señal de saciedad”, explica Sagrera-Ferrándiz.
Un plan completo
“La ingesta debe estar dividida en las cuatro comidas principales -desayuno, almuerzo, merienda y cena-. Saltear las comidas y, por consiguiente, juntar más hambre para la siguiente es uno de los errores más frecuentes”, aconseja la licenciada en nutrición Patricia Robiano, especialista en nutrición holística y natural.
Adelantar el horario de la cena
“Hay que tener la precaución de no irse a dormir inmediatamente después de la última comida del día. Siempre dar dos horas de pausa, entre las actividades activas y pasivas”, comenta Robiano.
Ni muy frío ni muy caliente
“Está demostrado que las temperaturas extremas irritan las mucosas digestivas. Cuando se trata de comidas muy frías, el efecto son las molestias intestinales. En cuanto a las bebidas, se recomienda sacarlas de la heladera un rato antes de consumirlas”, opina Sagrera-Ferrándiz.
“Está demostrado que las temperaturas extremas irritan las mucosas digestivas”
Masticar 20 veces
“La masticación es el primer paso de la digestión. Si los alimentos no están debidamente triturados, la saliva no los emulsiona y las secreciones no pueden actuar convenientemente sobre ellos”, dice Sagrera-Ferrándiz.
Los líquidos, después de la comida
“Con la intención de regular la cantidad que comemos, muchas veces bebemos demasiado líquido durante las comidas. Esto favorece la dilución de jugos gástricos y entonces, la comida cae pesada. Lo mejor, beber los líquidos después de la comida”, concluye Robiano.
Platos equilibrados
“En el almuerzo y la cena, siempre recomendamos que el plato esté conformado por una mitad de alimentos cocidos y la otra, mitad crudos”, puntualiza Robiano.
Controlar las cantidades
“Si el estómago está sobrecargado, presionará al esófago y esto puede favorece el reflujo. Para evitarlo, es importante calcular las porciones justas”, sugiere Sagrera-Ferrándiz.
“En el almuerzo y la cena, siempre recomendamos que el plato esté conformado por una mitad de alimentación cocidos y la otra, mitad crudos”
Incluir proteínas en cada comida
“Esto debe ser en pequeñas cantidades. Favorecerá la secreción de sustancias que intervienen en la digestión. Hay que tener en cuenta que las proteínas no están presentes solo en las carnes. También, en el huevo, los productos lácteos y las legumbres”, completa Sagrera-Ferrándiz.
El horario de entrenamiento
“Debe realizarse dos horas antes o después de la comida. Sucede que con la actividad física todo nuestro sistema y sangre queda a disposición del músculo. Por ende, resta esa capacidad de trabajo al estómago y entonces, vienen los calambres. Para digerir un alimento que resulta muy pesado para el organismo, nuestra sangre tiene que estar a disposición de la digestión y si está los músculos también requieren de su intervención, se genera el problema”, detalla Robiano.