Creo que fue a Pessoa a quien leí que la genialidad es necesariamente simple. Estoy de acuerdo, aunque hoy no quiero hablarles del genio creativo, sino de la comida doméstica; ya verán.
Desde hace años tengo el privilegio de presidir el jurado del concurso Ecotrophélia España, organizado por la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Se trata de elegir el prototipo de producto alimentario más innovador y sostenible diseñado por un equipo de alumnos de las mejores universidades para representar este país en la gran final europea.
En el jurado hay auténticos cracks de la innovación con experiencia en las principales empresas del sector, de los que aprendo mucho. Edición tras edición, corroboro que prefieren las ideas claras, sencillas, fáciles de aplicar y reproducir al churriguerismo conceptual o tecnológico por sorprendente o complejo que parezca. Sería como la navaja de Ockham pelando la fruta que nos vamos a comer, para entendernos.
¿Me siguen? ¿No? Paciencia…
El caso es que el otro día fui a la tele a predicar la fe legumbrera de la que, como ya saben, un servidor se confiesa creyente y practicante porque de las leguminosas nacen las sabrosas semillas saludables, sostenibles y económicas que las autoridades sanitarias recomiendan consumir un mínimo de cuatro veces a la semana.
No pocas personas me han comentado que, tras ver mi sección dedicada a los garbanzos, lentejas, judías y guisantes, decidieron incluir legumbres en el almuerzo al día siguiente. Que en realidad les encantan, añaden, aunque suelen reparar poco en ellas en su día a día.
La anécdota me lleva a deducir que uno de los problemas a la hora de escoger nuestros menús cotidianos es la falta de previsión. O si quieren, que ya no tenemos la comida en la cabeza. Al menos no tanto. No la casera, la que hay que comprar y cocinar a diario ni que sea mínimamente.
Preparar la comida no nos ocupa. No nos preocupa, pero debería hacerlo, porque el síndrome de déficit de atención a la cocina que padecemos está directamente relacionado con el aumento de la diabetes y la obesidad desde edades muy tempranas que afecta a nuestra sociedad. No es ninguna broma, hay que hacer algo más y hacerlo ya.
Se me ocurre proponer incluir en los noticiarios un pequeño apartado dedicado a sugerencias de comida. Sin complicaciones ni excentricidades, tan solo mensajes que recuerden que unos garbanzos con un chorrito de aceite del bueno no cuestan nada y están de muerte. O que abrir los mejillones en el microondas son tres minutos. O que, a partir de esta semana y durante todo el verano, la ensalada de tomate es irrenunciable. O ¿qué tal una tortilla de calabacín para cenar? O que con el pan que nos queda seco, el agua de hervir los garbanzos, un par de ajos y alguna almendra, preparamos en un santiamén una sopa digna de un cardenal. O que ahora es tiempo de melocotones, nectarinas y paraguayos. O que, como decía mi abuela Mercedes, si compras sandía, por dos pesetas comes, bebes y te lavas la cara.
Con un minuto en el telediario sería suficiente. Antes o después del tiempo, información de servicio. Y como en la información meteorológica, no se trata de intentar sorprender o entretener más de la cuenta; si hoy vuelven a haber nubes y claros, pues nubes y claros.
“-judías verdes con patatas, sardinas y melón, la sugerencia del día” que esto no es MasterChef ni quiere serlo. No tan competitivo, pero mucho más importante.
¿Que les gusta la idea? Se la regalo.
¿Que no les parece tan creativa? ¿Que en realidad esto ya existe de alguna otra manera en algún sitio, medio o lugar? ¡Por lo que les cobro no se me irán a quejar ahora! No pretendo sorprender sino ayudar. Esto no va de ser original sino práctico.
Les regalo la idea y adáptenla, cámbienla o úsenla como mejor les parezca, porque para construir un mundo mejor lo más importante no es tanto tener la razón como saber compartirla.