¿Puede ser ecológico un kiwi cultivado en Nueva Zelanda y comercializado en España?

Materia prima

Muchos consumidores compran alimentos sin prestar atención a su procedencia e ignoran el impacto ambiental que esto conlleva

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Textura del kiwi

Textura del kiwi

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Hay muchos motivos por los que cada vez más consumidores deciden incluir alimentos ecológicos en la cesta de la compra. Según datos del Barómetro de AINIA, un centro tecnológico español que tiene como objetivo analizar las tendencias en el sector agroalimentario, la principal razón por la que los consumidores optan por comprar alimentos ecológicos es que se consideran más naturales (62%). Un 57% asegura que su consumo es saludable, mientras que el 38% afirma que su producción y consumo respeta el medio ambiente.

Más allá de consideraciones acerca de la conveniencia de consumir alimentos ecológicos, los datos confirman que muchas personas escogen alimentos bio creyendo que con este gesto contribuyen a reducir el impacto medioambiental de sus compras. Sin embargo, según un estudio realizado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático publicado en la revista Nature Communications, que realizó una estimación de los gases de efecto invernadero resultantes de los diferentes alimentos, el impacto medioambiental tanto de la carne de vaca como de la de cordero es muy similar en sus versiones ecológica y convencional.

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El impacto medioambiental de la carne de vaca como la de cordero es muy similar en sus versiones ecológica y convencional

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Más allá de esto, otro aspecto a tener en cuenta es que muchos consumidores compran alimentos, sean ecológicos o no, sin fijarse en su procedencia y, por tanto, sin conocer el coste para el medio ambiente que implica esta decisión. Hay numerosos ejemplos de alimentos de consumo habitual procedentes de otro países con una elevada huella ambiental. Los populares kiwis de Nueva Zelanda son un ejemplo paradigmático, aunque hay más: frutas tropicales y algunas frutas de moda, como el jackfruit, procedente de Indonesia, son casos similares. O el aguacate, un ejemplo de cómo un alimento que nos hemos acostumbrado a consumir prácticamente a diario tiene un impacto ambiental alto tanto si se importa (por la huella de carbono derivada del transporte), como si es de producción local (en este caso por la huella hídrica).

Frutas y verduras

El aguacate tiene un alto impacto ambiental, ya sea importado por su huella de carbono o producido localmente por su huella hídrica

“Cuando hablamos de alimentos ecológicos nos referimos a aquellos que cuentan con un certificado oficial que corrobora que se cumple la normativa específica establecida por la Unión Europea para la producción ecológica. Esta certificación se refiere únicamente al modo de producción, no implica nada más”, señala Gloria Isabel Guzmán, directora del máster de Agricultura y Ganadería Ecológicas de la Universidad Pablo de Olavide y la Universidad Internacional de Andalucía. Sin embargo, Guzmán, que es además presidenta de ALIMENTTA, un think tank para la transición alimentaria que trabaja para garantizar una alimentación justa y sostenible, matiza: “Es indudable que la distancia tiene un coste ambiental, ya que provoca emisiones de gas de efecto invernadero, pero hay que tener en cuenta que si el transporte se produce en barco, estas son muchísimo menores que cuando se utiliza el avión”.

Paradójicamente, el problema se agrava –continúa la experta– cuando estos alimentos ecológicos que no son de proximidad llegan a su destino. “Más allá del coste ambiental que pueda tener el transporte de larga distancia, a menudo no se tiene en cuenta lo que ocurre cuando el producto llega al país de destino. Se inicia un camino larguísimo, en el que el alimento viaja entre diferentes centros logísticos a menudo distantes: es aquí donde se dispara el gasto de energía”, explica Guzmán. Por tanto, para ella, “en muchas ocasiones el verdadero problema a nivel medioambiental no es tanto el hecho de que algunos alimentos hayan sido transportados en barco, sino la cantidad de centros logísticos por los que transitan tanto en el país de origen como en el de destino”.

El alimento viaja entre diferentes centros logísticos a menudo distantes: es aquí donde se dispara el gasto de energía”

Gloria Isabel GuzmánPres. de ALIMENTTA

¿Significa esto que los consumidores de productos eco deberían dejar de consumir aquellos de larga distancia si su objetivo es ser sostenibles? Según Guzmán, la respuesta es compleja. “Pese a que a menudo se intenta establecer una dicotomía, sobre todo desde los medios de comunicación, no hay una respuesta clara, no es blanco o negro. Comprar un kiwi ecológico que llega de Nueva Zelanda significa que alguien allí lo está haciendo muy bien, y en muchas ocasiones la alternativa suele ser peor: la gente acaba comprando un kiwi de Nueva Zelanda que ni siquiera es ecológico, de modo que el impacto acaba siendo superior”, explica. Para ella, este tipo de planteamientos no hacen sino “desgastar la certificación ecológica, que es precisamente el modelo hacia el que deberíamos transitar”.

En cuanto a la conveniencia de primar la alimentación ecológica por encima de la convencional, Guzmán lo tiene claro. “Las analíticas son demoledoras: la calidad nutricional de los alimentos es mejor en ecológico”, señala, y argumenta que en el caso de las carnes, por ejemplo, “existen numerosos estudios que certifican que la composición de las grasas es mejor en carnes ecológicas que en las de ganadería intensiva”. En este sentido, un estudio científico publicado en la revista JAMA Internal Medicine concluye que las personas que consumen productos ecológicos tienen un 25% menos de probabilidad de desarrollar ciertos tipos de cáncer –sobre todo de pecho y linfomas– que aquellos que optan por la agricultura y ganadería tradicionales.

transporte alimentos manzana

Transporte de manzanas

Getty Images/iStock

Sin embargo, otro estudio, en este caso realizado por la Universidad de Stanford, asegura que los alimentos ecológicos no tienen más nutrientes ni ofrecen mayores beneficios para la salud que las alternativas convencionales. Así lo defiende también científicos como el doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Valencia, JM Mulet. “Se tiende a pensar erróneamente que existe una especie de verdad en la naturaleza que hace que lo natural sea mejor que lo artificial”, lo que da lugar a la demonización de ciertos productos, cosa que a su vez provoca “que se pongan de moda otros y haya gente que se enriquezca por el camino”. Opina lo mismo Ricardo Díaz, presidente del Consejo General de Colegios de Químicos de España, quien insta a “abandonar el alarmismo, ya que los fitosanitarios autorizados por la UE son completamente seguros, están en constante revisión y se autorizan en cantidades muy limitadas”.

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Coincide con ellos la dietista-nutricionista, licenciada en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y profesora de la Universidad Isabel I, Beatriz Robles. “No se puede afirmar desde un punto de vista científico que los alimentos ecológicos sean más saludables, ni que los fitosanitarios o medicamentos autorizados por la Comisión Europea y revisados por la EFSA (Autoridad Europea para la Seguridad de los Alimentos) tengan repercusión en nuestra salud si se emplean en las dosis permitidas”. Por tanto, para Robles, ante la disyuntiva de comprar alimentos eco que no sean de proximidad o convencionales de proximidad, no hay duda. “Es más interesante optar por cualquier producto de proximidad que dinamice el comercio local, respete el medio ambiente y tenga en cuenta el buen estado de los animales”.

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