¿El consumo moderado de vino puede proteger de los efectos de la Covid-19?
Consultorio de vino
Son muchos los que se hicieron esta pregunta a raíz del comunicado difundido por la FEAE al principio de la crisis
Cócteles para hacer en casa con las reliquias del mueble bar
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“Ferran, he leído que el consumo moderado de vino puede proteger de los efectos de la Covid-19. ¿Qué opinas?”
Sinceramente, me esperaba esta pregunta. Dentro del mundillo vitícola se ha generado un gran revuelo en estos días debido a ciertas noticias aparecidas en la prensa que han acabado por inundar las redes sociales. Me refiero al comunicado de la Federación Española de Enología (FEAE), publicado el 23 de marzo de 2020, que lleva la rúbrica de su presidente, Santiago Jordi Martín. El documento se difundió rápidamente porque dejaba entrever que el vino tenía propiedades paliativas respecto del Coronavirus, incluso se mencionaba que beber una copa de vino (esperemos que bueno) permitía luchar contra él. En las últimas semanas los comentarios sobre este polémico informe no han parado, algunos de los miembros de mi círculo de amistades vinícolas nos hemos ruborizado por la imprecisión de la FEAE.
Para contestar a la pregunta, primero nos toca aclarar qué es un virus. Como no soy biólogo, ni lo pretendo, me permito preguntarle a el científico de referencia de este consultorio y especialista en bioquímica, Rubén López Cortés, quien especifica: “Un virus no es un ser vivo, pero está formado por las mismas biomoléculas que forman parte de los seres vivos (material genético, proteínas, sacáridos y lípidos) y se organiza igual que una célula (la unidad anatómica de todos los organismos vivos), por lo que la frontera entre el mundo inerte y la vida es borrosa”. De igual manera que los seres vivos, los virus necesitan condiciones (temperatura, entorno) que les permitan mantenerse íntegros a nivel estructural. Por tanto, aunque no se trate de un ser vivo a nivel taxonómico, esta pequeña unidad que recuerda a una célula, bien podría ser comparada a un “zombie” de los de Walking Death: no está vivo pero puede campar a sus anchas por la Tierra para atacar a la vida, alimentándose de ella.
Para comprender el funcionamiento de los virus, como explica Rubén, “se puede hacer un símil con las levaduras y el vino. Cuando el contenido en etanol supera determinados porcentajes, normalmente el 15%, la pared celular de las levaduras se desorganiza y se rompe, con lo que la levadura muere. Lo mismo sucede con un virus, si las envolturas que protegen a su material genético se rompen este muere (metafóricamente, pues no es un ser vivo)”. Para desintegrar este virus las personas utilizamos —o deberíamos utilizar— jabón y también nos valemos de productos en gel con un contenido alcohólico elevado. Las sustancias muy ácidas, o muy básicas (lejía), o las temperaturas extremas también hacen su efecto, pero son más difíciles o inadecuadas para aplicar directamente en la piel de las personas; aunque pueden servir para desinfectar materiales como ropa, suelos, muebles o mascarillas sanitarias. “Existen otras maneras de ‘luchar’ contra los virus a través de aplicar radiaciones pero este es un ámbito de laboratorio”, comenta Rubén, por tanto lo dejaremos para los científicos.
Para analizar más a fondo la cuestión del consumo del vino en relación al vrius de la Cobid-19, me pongo en contacto con Gemma del Caño, farmacéutica especialista en Industria y Seguridad Alimentaria. Gemma es, además, una persona de notoriedad pública que despierta admiración entre la comunidad sanitaria. De su mano y la de Rubén desgranaremos el “famoso” comunicado de la FEAE.
En uno de los primeros puntos del documento se afirma que “el consumo moderado de vino, vinculado al consumo responsable, puede contribuir a una mejor higiene de la cavidad bucal y la faringe, esta última es la zona donde anidan los virus durante las infecciones”. Sobre este apartado se debe puntualizar que los geles que se utilizan para desintegrar los virus tienen una concentración mínima de alcohol de entre 60 y 85%, el vino (o cualquier otra bebida alcohólica) tiene un porcentaje mucho menor, por lo que no es efectiva contra el virus. Además, Rubén apunta que “la buena higiene no es lavarse las manos una vez al día, ni dos, sino a menudo. Suponiendo que beber vino fuese efectivo, ¿recomendamos entonces ir borrachos todo el día? Un vaso a la mañana, otros dos mientras vamos a por el pan, uno más recién llegados a casa… Con este ritmo, antes de la merienda necesitaríamos un hígado nuevo con casi total seguridad”. Sobre este asunto, Gemma se expresa en el mismo sentido: “El vino contiene etanol, pero en ningún caso en las cantidades adecuadas para considerarse desinfectante, así que, por supuesto, no mejora la higiene bucal. De hecho, puede contribuir a aumentar el riesgo de cáncer de boca y garganta. Por otro lado, el virus entra por la boca pero también por la nariz y no es un virus estomacal sino respiratorio”. Este comentario me hace pensar en que nadie ha esnifado el vino para consumirlo en estos días de confinamiento, ¿verdad?
En un segundo punto el comunicado afirma: “la supervivencia del virus en el vino parece imposible porque la combinación concomitante de la presencia de alcohol, un ambiente hipotónico y la presencia de polifenoles, impide la vida y la multiplicación del propio virus”. Es un inciso menos polémico, pero también impreciso. “Sí, es cierto que el virus no puede vivir en el vino porque los virus necesitan las células de un organismo vivo para multiplicarse. En el vino sencillamente no las hay, pero exactamente igual que en otros alimentos”, afirma Gemma, y prosigue: “no hay ningún argumento para seguir atribuyendo propiedades curativas al vino (ni a ningún alimento) y menos en estos momentos tan críticos, donde se requiere, reclama y necesita información veraz. De hecho, lejos de mejorar, el alcohol (y aquí también se incluye el vino) compromete el sistema inmune con lo que no se recomienda su consumo en tal sentido, tampoco frente a este virus en particular”. Esta opinión también viene respaldad por la OMS.
Llegamos al tercer punto del comunicado, el cual afirma que “la contaminación por el embalaje parece ser muy remota, si no estadísticamente inexistente, también en vista de la corta vida del virus y la ausencia de un positivo huésped vivo biológico”. Ciertamente, pese a que la contaminación es complicada porque este virus en ausencia de un huésped vivo tiene dificultad para subsistir, “los embalajes pueden pasar por diferentes manos y es necesaria la escrupulosa higiene por parte de todos. Como medida de seguridad extra, con estos envases (y con el resto), se puede limpiar con un paño con lejía diluida y lavarnos las manos después de la manipulación”, nos recuerda del Caño.
Por ahora, la comunidad científica no ha demostrado que ningún alimento —ni vino, ni queso, ni berberechos— sean métodos efectivos para detener y luchar contra la coronavirus, por mucho que nos llene de alegría tenerlos en la mesa. Desde una perspectiva del mundo farmacológico, Gemma del Caño nos recuerda que “comunicar estos argumentos a favor del consumo de alcohol fomentan una desinformación en absoluto necesaria en estos momentos. No existe base científica que los sostenga. A día de hoy no hay ninguna comunicación de las autoridades de seguridad alimentaria sobre notificaciones de contagios por alimentos, es un virus respiratorio cuyo contagio es por contacto, no por ingerir alimentos. Aunque si hay un riesgo de contagio es por el contacto con superficies contaminadas y que la mano toque la cara, el virus entrará por las mucosas (nariz o boca) así que la prioridad siempre debe ser lavarse las manos”. Por su parte, desde perspectiva científica y enológica, Rubén sentencia: “No entiendo cómo la FEAE ha redactado este comunicado. Y es una pena, porque el grado de enología forma a profesionales, técnicos y científicos muy versátiles y con profundos conocimientos en disciplinas científicas como la química, la biología, la microbiología, economía, ingeniería, y tantos otros campos de conocimientos; estoy seguro que muchos de estos grandísimos profesionales se han echado las manos a la cabeza cuando leyeron la noticia”.
Es un tema sensible, y algunas personas utilizaron el comunicado de FEAE para sacar conclusiones simplistas y decir que “bebiendo vino, todo irá bien”, lo cual es una irresponsabilidad total que me llena de tristeza. Otros colectivos también han desmentido o matizado este comunicado. La Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN), en un ejercicio de transparencia y rigor científico ha publicado una nota de prensa en la que se puede leer: “actualmente no hay evidencias científicas que demuestren que el vino tiene un efecto positivo sobre la Covid-19” y nos recuerdan que según la Ley española de Seguridad Alimentaria y Nutrición 17/2011, sólo entidades con base científica pueden hacer difusión de estudios relacionados con la salud”. Por tanto, sería bueno recordar al lector que para evitar fake news en estos momentos, se debe confirmar que la fuente de la que procede la información tiene rigor científico.
Permitidme acabar este consultorio disculpándome por si alguno de los lectores habituales no ha encontrado el tono afable que intento imprimir en esta sección, pero hoy se ha tocado un tema muy serio que nos afecta a todos, y la rigurosidad era forzosa. Aprovecho para enviar un caluroso agradecimiento a Gemma y Rubén por sus extensas y profundas reflexiones, las cuales he intentado plasmar de la manera más fiel posible. Finalmente, aunque el vino no sea el luchador más adecuado para la Covid-19, recordemos que un consumo responsable de vino de la mayor calidad posible puede hacer que este confinamiento sea mucho más llevadero.