Cómo salar bien la carne
Alimentos
El momento y el tipo de sal son importantes para conseguir una textura y sabor perfectos
Lasaña de carne, según la receta tradicional
Que no te engañen con la carne: lo que debes saber al comprarla
Es un tema recurrente cuando se prepara una barbacoa o una comida carnívora entre amigos. “¡No sales la carne todavía! ¡Siempre después de asada!”. Seguro que has sido destinatario o destinataria de esta exclamación en más de una ocasión. Pero como en tantos otros temas, cada maestrillo tiene su librillo y se hace necesario aclarar conceptos.
¿Cuándo es mejor salar la carne? ¿Es cierto que este condimento potencia su sabor? ¿Cuál es la cantidad ideal? ¿En todos los tipos de carne actúa de la misma manera si la cocción elegida es la parrilla?
Salar la carne
Cuándo
La principal y más habitual pregunta es el momento en que debemos salar las piezas de carne que vamos a asar. Carles Tejedor, director gastronómico de Lomo Alto/Lomo Bajo en Barcelona, restaurante especializado en carnes, apunta dos maneras generales de salar: en seco y en húmedo (con agua). En caso de piezas de pollo enteras (como zancos o pechugas con hueso), cerdo, cordero o trozos de carne que se van a picar para hacer, por ejemplo, hamburguesas, “se puede sumergir la carne en un agua con sal al 8%: 8 gramos de sal por cada litro de agua.
Dependiendo de lo grande que sea cada pieza puede estar entre 10 minutos y una hora sumergida. Al ser un líquido, sala por todas partes igual y la sal va hacia dentro. Con este método las carnes se vuelven más tiernas, la fibra muscular se rompe”. Este proceso se haría antes de cocer las piezas.
En el caso de carnes de vacuno en grandes piezas a la parrilla o a la plancha, Tejedor recomienda no salarlas antes, sino durante y después de la cocción. “Cuando está marcada por un lado, le doy la vuelta. Por el lado ya marcado, le echo un puñado de sal gorda de cocina, de forma que queda completamente blanca. Cuando está marcada también por la parte de abajo, la sal que queda por encima la tiro a un lado. De esta forma la sal protege la carne para que no se enfríe por arriba y además como el poro está abierto, absorbe perfectamente la sal que necesita”. Después, al acabar la cocción, da el toque final “con sal en escamas, para notarlas y que te hagan salivar”.
“No se puede salar la carne antes de tiempo porque pierde agua”
Dani Lechuga, chef del meat bar Bardeni y amante de las buenas carnes, asegura que “salar la carne no es una ciencia exacta. Dependiendo de cada pieza, se puede hacer de una manera u otra”. Pero añade: “lo único cierto es que no se puede salar antes de tiempo porque pierde agua, de esta manera pierde jugosidad, se seca”.
También encontramos buenos consejos en Todo sobre la carne, el libro de Arthur Le Caisne que acaba de publicar Lunwerg. “Salar después de la cocción es mucho más interesante porque sabrás exactamente la cantidad de sal que tendrá la carne. Hay dos posibilidades: salarla antes de que repose, o después. Si lo haces antes de que repose, gran parte de la sal se disolverá y la parte exterior estará uniformemente salada. Si lo haces después la así no se disolverá y al masticarla te encontrarás con granitos de sal que se rompen entre los dientes y estimulan las papilas. ¡Lo mejor!”.
Salar la carne
Cuánta sal
Podemos pensar que la sal potencia el sabor y por lo tanto, no está de más salar a conciencia, pero un exceso de sal no será adecuado ni para nuestro paladar ni para nuestra salud. “Tendemos a pasarnos con el punto de sal. Como es tan bonita a la vista, la sal en escamas da la sensación de que no es sal. Y no, no es un juego, el exceso de sal no es bueno. Yo siempre intento echar la menos posible, y tomar carnes con mucho sabor”, apunta Lechuga.
Pero reconoce que si se trata de una pieza grande, como un chuletón, se le puede poner, justo antes de asarla, una buena capa de sal gorda que creará una especie de costra. “No te la acabas comiendo, porque cae buena parte de la que se echa”, explica.
Carles Tejedor apunta una proporción, “entre 5 y 10 gramos de sal por cada quilo de carne. Unos 8, como decía con el agua con sal, es suficiente”. Esta cifra es “universal”, según el cocinero, y sirve tanto para salar la carne que se va a picar para hacer hamburguesas, como para el relleno de canelones.“Es una buena proporción para notar que la carne tiene sal pero sin pasarse. A partir de 15 gramos de sal por quilo de carne es demasiado salado”.
Arthur Le Caisne afirma, además, que no es cierto que la carne sea un potenciador del sabor. “La sal no aumenta los sabores, los modifica. En muchos casos reduce la acidez o el amargor de un plato, mucho más que el azúcar, por ejemplo en una salsa de tomate”.
Salar la carne
Qué tipo de sal
Otra duda que nos asalta a los cocineros aficionados es qué tipo de sal debemos usar. Los incondicionales de la sal en escamas (o sal Maldon) la usan por doquier, pero ¿lo hacen bien?
Según Le Caisne, hay que olvidar la sal fina para siempre, “esa que está por todas partes. Es una sal sin ningún sabor en particular, sin personalidad. Existen multitud de sales con texturas diferentes y sabores sorprendentes. No dudes en cambiar de sal en función de la cantidad y de la receta”.
Entre los tipos que podemos encontrar en el mercado y con los cuales experimentar, se encuentran la sal rosa del Himalaya, la fina kosher, la azul de Persia, la roja de Hawai, la Maldon, la ahumada Chardonnay y decenas de especialidades más cercanas a nosotros que se producen en España.
En cambio el cocinero de Bardeni no es partidario de usar todo tipo de sales diferentes. “Yo no las uso mucho, porque cambian el sabor a la carne, pero es cierto que las hay más potentes y más ligeras. Se pueden usar no como simple sal, sino como condimento, para aportar matices diferentes. La sal volcánica por ejemplo es menos astringente, o la roja de Himalaya tiene un sabor menos agresivo que la sal normal”.
Tejedor opta por la sal gorda en unos casos, como explicaba con los chuletones a la brasa, y el toque final con la sal escamada.
Salar la carne
El truco del chef
Como explica en su libro Le Caisne, el cocinero francés Pierre Gaignaire usa un truco del físico-químico Hervé This: mezcla un poco de sal con unas gotas de aceite de oliva. “Una película microscópica envuelve así los granos de sal e impide que se disuelvan al entrar en contacto con la carne. Al comer, encontraremos un crujiente muy ligero que estimulará las papilas. ¡Maravilloso!”