La doctora Mercè Boada, eminente científica experta en enfermedades neurodegenerativas y cofundadora y directora médica de ACE Alzheimer Center, protagoniza el nuevo episodio del podcast Quédate a comer. Con ella conversamos sobre su primer contacto con las personas de la tercera edad y descubrimos que en su casa convivían cuatro generaciones. “Una bisabuela que acunaba o nos tenía sobre sus rodillas, una abuela que era la intendente de la casa, la otra que se ocupaba del negocio familiar. Ellas nos protegían a nosotros, pero también a nuestros padres para que fueran felices. Recuerdo que cada uno de nosotros tenía su rol y que ayudar, también para mi hermano y para mí, formaba parte del juego”.
Boada explica que vivimos a toda velocidad y tendemos a olvidar el valor de nuestros mayores y lo importante que es envejecer sin dejar nunca de socializar: “Es preferible vivir acompañado, con gente de tu edad, en residencias que tienen actividades, que entienden que es mucho mejor vivir en comunidad que vivir solos”. Explica cómo surgió su vocación por la medicina y por explorar el efecto de las emociones en el organismo y cuenta el fuerte impacto que para ella supuso la llegada del TAC cerebral. “Todo lo que hasta entonces era una operación de pura hechicería, se convertía de repente en poder ver el cerebro humano de un modo en que nunca lo habíamos logrado si no lo teníamos en las manos. Fue una sensación de logro magnífico”.
Es preferible vivir acompañado, con gente de tu edad, en residencias que tienen actividades
Tenemos una población cada vez más envejecida y a la vez más sana, explica la neuróloga, que hace una firme defensa de la medicina de familia y de ese médico que en el pasado era una figura muy próxima y a la que se veneraba, y sigue siendo importantísima. Boada explica el papel tan necesario de seguir a los pacientes y contribuir de un modo importantísimo la detección del Alzheimer.
Uno de los aspectos que señala la Lancet Comission para reducir un 40% los factores de riesgo vascular y de demencia es combatir el analfabetismo, algo en lo que hemos avanzado mucho respecto a los tiempos en que ella empezó a trabajar con personas con pérdida cognitiva y hace una llamada a la importancia de tener a los niños escolarizados y contar con buenos maestros bien remunerados, al igual que señala que deberían estarlo los médicos de familia.
También señala que es importante cuidarnos especialmente entre los 40 y los 60 años tratando de evitar los factores de riesgo cardiovascular –desde la obesidad a la hipertensión o la diabetes– y a partir de los 70 controlar que mantenemos una buena audición y visión, “que es lo que nos mantiene conectados con el mundo que nos rodea”. Y, sobre todo, recuerda que es fundamental tener ilusiones: “A mí me gusta decir que la gente se ha de enamorar. Estar enamorado de lo que sea, de la ciencia, de la música, de la vida, de los niños, de la cocina, nos aparta de la soledad”.
Asegura la doctora Boada que en España llegaremos a tener medicación para el Alzheimer, como ya tienen en otros países, y defiende que hay que buscar un equilibrio entre la efectividad de los medicamentos y los efectos adversos. “Llevamos más de 20 años estudiando y sabemos diagnosticar esos efectos adversos; tenemos experiencia y sabemos que lo haremos bien”, afirma, convencida de que “la ciencia es riesgo; y o arriesgas o no avanzas”. Y va un poco más allá cuando afirma: apelando a la Agencia Europea del Medicamento, que Europa está diciendo no a los pacientes, dice no al conocimiento, dice no a recoger datos del mundo real y, por tanto, está parando el tren de la investigación. “Tendremos fármaco; continuaremos trabajando en ensayos clínicos para tener el mejor fármaco con menos efectos adversos y aprenderemos a combinar fármacos para estar mejor. Y si comemos bien, también combinamos ese fármaco que es la buena alimentación”.
Estar enamorado de lo que sea, de la ciencia, de la música, de la vida, de los niños, de la cocina, nos aparta de la soledad
La cocina, nos explica, tiene un importante papel terapéutico porque supone un magnífico ejercicio de memoria. “Cuando viene una persona mayor, o joven de 60 años, con pérdida cognitiva, no debemos anularlos ni apartarlos de la cocina, sino convertirnos en sus pinches”.
Las emociones son lo último que perdemos, recuerda esta científica que responde a la pregunta de si teme padecer Alzheimer. “Claro que me asusta porque lo conozco, me asusta como a todos nos asusta dejar de ser nosotros mismos, me asusta que los demás padezcan por mí. Que sufran por mí, ser una carga. Que esta persona que mi familia conoce sea otra y que la relación con ellos sea compasiva. Pero les agradeceré mucho que me sonrían y que tengan compasión de mí, que un día me puedan llevar a ver cómo están los árboles que tenemos plantados. Que haya amor, la memoria está en los besos. Y la historia en los cuentistas. Me encantará que me cuenten historias”.
A Boada le gustaría dejar de hablar de Alzheimer. Pero sabe que no sería correcto porque entonces haría un gueto del Alzheimer. "Y el Alzheimer ha de estar con nosotros, no ha de ser un gueto, ha de caminar, entrar en las tiendas, estar en un restaurante, estar en un teatro. El Alzheimer podemos ser tú y yo”.