“Esta vez ha sido un hostia tan grande que me ha dejado catatónico, sin capacidad de respuesta. La sensación de abandono es total”, explicaba esta mañana Carlos Pérez de Rozas, chef del restaurante Berbena, frente al Parlament de Catalunya; donde este miércoles se han concentrado unas 400 personas para protestar contra el cierre de bares y restaurantes. “Nos han reventado”, continuaba el cocinero, señalando que lo peor de la decisión tomada el pasado jueves por el Govern ha sido la inmediatez.
“Nos han pillado con las cámaras frigoríficas repletas de género, con productos como setas y trufas de temporada en los que habíamos invertido mucho dinero”, afirmaba Susana Aragón, de Céntric Gastro, en el Prat de Llobregat, quien ya se ha puesto una fecha límite (el próximo mes diciembre) para decidir si su restaurante permanecerá abierto o bajará la persiana para siempre. “No podemos resistir, la mochila de deudas es muy grande”, añadía la cocinera con 25 trabajadores a su cargo, “25 familias, ¿qué clase de oportunidad les voy a dar?”.
Con cacerolas, cucharones, cazos y un sinfín de herramientas de cocina para reivindicar un unísono “no al cierre”, en la concentración de hoy tampoco han faltado caras conocidas como la del chef Xavier Pellicer, quien cuestionaba que “aunque estamos ante un problema sanitario profundo, en otros lugares de Europa se están tomando acciones muy diferentes. No hay acuerdo sobre qué medidas se deben tomar para entender cómo se debe tratar esta pandemia”.
Y es que, si bien el confinamiento obligó a la restauración a echar el cierre de un día para otro, ya han pasado 7 meses desde que la Covid-19 se instaló en nuestras vidas: “Ha habido tiempo de sobra para prepararnos antes de la segunda ola, pero los políticos no han sabido hacer bien sus deberes”, afirmaba Pérez de Rozas, lamentando que si bien la hostelería se ha ido adaptando a las nuevas normativas cambiantes día tras día, tratando de hacer de los bares y restaurantes un lugar seguro, ahora sea tachada como el principal problema relativo a la transmisión del virus.
Las empresas de distribución están cerradas y haciendo números para llegar a fin de mes"
Los ánimos de los restauradores están caldeados y parece que el prometido paquete de ayudas tampoco ayuda. “De los 40 millones destinados al cierre de la hostelería, tocará a unos 1.500 euros por restaurante o bar. ¿Qué hacemos con ese dinero en cada local?”, decía Daniele Rossi, propietario de Rasoterra, quien aunque ve bien la nueva medida de la rebaja de los alquileres cree que “debería haberse tomado en el mes de marzo para ayudarnos a respirar. Ahora es tarde, estamos con el agua al cuello todos”.
“Las semiayudas del gobierno sólo nos han llevado a endeudarnos más”, señalaba Pellicer, “por no hablar de lo que va a suponer el cierre de nuestros negocios para agricultores, ganaderos, distribuidores… El efecto rebote será tremendo”. Un efecto dominó que, según el director comercial de Guzman Distribución, Miguel Baceills, ya se empieza a notar: “Las empresas de distribución están cerradas y haciendo números para llegar a fin de mes. Y lo peor de todo es que nos están dejando fuera de las ayudas”.
“El gobierno no es consciente de la situación económica que se nos viene encima”, concluía Alberto Barrios, presidente de la Asociación de Bares y Restaurantes del barrio de Gracia, quien en la concentración través de su megáfono lanzaba la siguiente pregunta: “¿Quién se cree que el próximo 1 de noviembre vayan a cobrarse los ERTE?”.
Mientras tanto, a la espera de que transcurran estos 15 días decisorios para saber si bares y restaurantes volverán a levantar la persiana el próximo mes de noviembre, ya se ha convocado una nueva manifestación para el próximo 28 de octubre.