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Así se puede prevenir la obesidad y la diabetes tipo 1 infantil

Con fruta, verdura y cereales integrales

La microbiota intestinal de los niños en los primeros años de vida predice el riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes y metabólicas

La obesidad durante la infancia se asocia con un aumento del riesgo de sufrir obesidad en la edad adulta, diabetes, enfermedades cardiovasculares y de las articulaciones, cáncer y trastornos de salud mental, como problemas de autoestima

kwanchaichaiudom / Getty Images/iStockphoto

Las primeras bacterias comienzan a colarse desde la placenta al feto durante el embarazo, aunque es en el nacimiento, cuando el bebé atraviesa el canal de parto, cuando microorganismos de la madre pasan al recién nacido y comienzan a colonizar de forma masiva del tracto digestivo del bebé. Se sientan así las bases de la futura microbiota intestinal del niño, el conjunto formado por más de 100 billones de microorganismos que cumplen funcionales cruciales para la salud humana, desde digerir los alimentos hasta entrenar al sistema inmunitario.

La alimentación, el entorno, el consumo de antibióticos, el contacto con animales e incluso la localización geográfica influyen en la composición de esa microbiota. Se sabe que los primeros años de vida, que es precisamente cuando se está formando esa comunidad microbiana, resultan cruciales para prevenir enfermedades autoinmunes y metabólicas más adelante en la vida, como asma, alergias, obesidad o diabetes.

En este sentido, esta semana se publican tres investigaciones, dos en la revista Nature y una en mBio, que arrojan luz sobre cómo es el proceso de formación de ese ecosistema microbiano que funciona como un órgano, como el corazón o el hígado; y cómo esa primera composición puede ayudar a identificar qué niños tienen riesgo de desarrollar sobrepeso, obesidad y diabetes tipo 1 más adelante en la niñez.

La microbiota intestinal está formada por más de 100 billones de microorganismos.

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Los dos trabajos publicados en Nature se basan en el que es hasta el momento el mayor conjunto de datos de microbiota infantil que existe, TEDDY, las siglas en inglés de Estudio de los determinantes medioambientales de la diabetes en niños. Durante 10 años investigadores de seis centros en Estados Unidos, Suecia, Finlandia y Alemania tomaron muestras de heces cada mes de más de 8600 niños de entre 3 meses y cuatro años con el objetivo de intentar identificar qué factores desencadenan la diabetes tipo 1, una enfermedad autoinmune en la que ya se sabía que la microbiota intestinal desempeñaba un papel importante.

Predecir la diabetes tipo 1

En el primero de los estudios, liderado por el Broad Institute del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), analizaron casi 11.000 metagenomas de muestras de heces de 783 niños. Descubrieron que la microbiota de los niños que no desarrollaron diabetes más adelante en la infancia contenía más bacterias relacionadas con la fermentación y la síntesis de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que se ha visto en estudios previos que están asociados a un efecto protector frente a las enfermedades metabólicas, como la diabetes y la obesidad. Mientras que los chavales que acabaron desarrollando la enfermedad tenían una cantidad elevada de especies de Bacteroides, más pro inflamatorias, y una carencia de las bacterias que producen AGCC.

“Si podemos detectar e identificar rasgos fiables para distintas comunidades y poblaciones, puede ser un factor de predicción muy útil que nos permita diseñar intervenciones, por ejemplo a través de la dieta”, considera Francisco Guarner, investigador del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR), que no ha participado en el estudio.

Microbiota estable a los dos años

En el segundo de los trabajos recogidos en Nature, liderado por investigadores de la Escuela de Medicina de Baylor, en Houston (EE.UU.), analizaron 12005 muestras de heces de 905 niños de entre 4 y 46 meses de edad de la cohorte TEDDY para entender mejor cómo es el proceso de establecimiento de la microbiota.

“Se sabe que los primeros años de vida son cruciales para el establecimiento de la microbiota. Nacemos con pocos microbios y las comunidades microbianas se forman en el organismo durante esos primeros años de vida”, señala Joseph Petrosino, director del Centro Alkek de Metagenómica e Investigación del Microbioma y autor principal de este trabajo.

Así, los investigadores detectaron tres fases diferenciadas: una de desarrollo, que iba de los 3 a los 14 meses; otra de transición, de 15 a 30 meses; y la de estabilización, de los 31 meses en adelante. Vieron que en la primera fase, la lactancia materna se asociaba con niveles más elevados de bifidobacterias y que la diversidad de la microbiota aumentaba cuando los niños comenzaban a incorporar alimentos sólidos. También observaron que los niños que habían nacido vaginalmente tenían un aumento temporal de Bacteroides, que a su vez se asociaban con una mayor diversidad y maduración del intestino.

La lactancia materna. se asociaba con niveles más elevados de bifidobacterias.

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“Ambos estudios son interesantes pero no muy novedosos, puesto que reafirman lo que ya conocemos”, opina Guarner, que puntualiza que “no es que a los dos años y medio, como pudiera parecer por los resultados del estudio, la microbiota ya esté estabilizada. Eso no ocurre hasta los 10 años de edad, como se ha visto en diversos trabajos. Pero sí que se ve a partir de los treinta y pico meses una estabilización progresiva”.

Para este experto mundial en microbiota, lo relevante de ambos estudios es que destacan el papel crucial que desempeña la dieta. “Es muy importante que desde muy pequeños los niños tomen alimentos que le den a la microbiota sustratos que fermentar. Carbohidratos de origen vegetal no absorbibles, fibra, carbohidratos más complejos, como cereales integrales, que contengan fibras variadas como la inulina, oligosacáridos, que ayuden al establecimiento de una buena microbiota”.

Es muy importante que desde muy pequeños los niños tomen alimentos que le den a la microbiota sustratos que fermentar”.”

Prevenir la obesidad infantil

En este sentido, el tercer estudio, recogido en mBio, señala que la composición microbiana a los dos años de edad se asocia con el índice de masa corporal (IMC) a los 12. Aunque los niños no sean obesos o tengan sobrepeso en la primera infancia, los investigadores de la Universidad de Colorado han visto que la composición microbiana puede ser el primer signo de advertencia para detectar la obesidad.

Para llegar a esta conclusión se basaron en una cohorte llamada NoMic, que comenzó en 2002 como una de las primeras de nacimiento del mundo que investigaba la microbiota en el inicio de la vida y que estaba impulsada por el Instituto Noriego de Salud Pública en Oslo. Los investigadores compararon el IMC a los 12 años con muestras de microbiota tomadas a los 4, 10 días, 1 y 4 meses, 1 y 2 años, de las que secuenciaron el ARN. Y vieron que había una diferencia de composición en la microbiota de aquellos niños que a los 12 años habían desarrollado sobrepeso u obesidad.

La obesidad infantil, un problema social a nivel mundial

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“Lo que estos estudios revelan al final es que se pueden detectar alteraciones en la microbiota que sean un factor de riesgo para la obesidad y la diabetes tipo 1. La buena noticia es que con una buena alimentación es susceptible de ser cambiado”, considera Guarner.