Miércoles por la noche. Francesco (nombre ficticio para preservar su intimidad), italiano de 32 años afincado en Barcelona dedicado a la dirección comercial, ha quedado a cenar con otras cinco personas en un restaurante del centro de Barcelona. Durante las dos horas que dura el encuentro, compartirá confidencias, discutirá puntos de vista distintos y, en definitiva, lo pasará bien. Hasta aquí todo normal. La novedad es la forma cómo ha conocido a sus acompañantes: un algoritmo ha determinado que son personas compatibles.
Es el modelo de negocio de TimeLeft, una empresa que reúne a desconocidos en un restaurante para cenar. Los participantes tienen que rellenar un test de personalidad antes del encuentro y un algoritmo se encarga de juntar los perfiles más compatibles en función de sus gustos y preferencias. “Dudo si el algoritmo trabaja para juntarte con gente muy parecida o totalmente opuesta a ti. En mis experiencias, me he encontrado de todo”, explica divertido Francesco.
Dudo si el algoritmo trabaja para juntarte con gente muy parecida o totalmente opuesta a ti. Me he encontrado de todo...
TimeLeft opera en 85 ciudades en todo el mundo, entre ellas Barcelona, Madrid, Sevilla, Málaga, Valencia y Palma de Mallorca, y asegura haber organizado más de 55.000 cenas en los últimos seis meses. Una fuerte publicidad en redes sociales y una epidemia de la soledad que sacude con fuerza a los adultos jóvenes son el cocktail perfecto para que su modelo de negocio funcione. “Después de rellenar el test de personalidad y apuntarte a una cena, te envían información puntual los días previos: un dato curioso de cada uno de los participantes, su nacionalidad y ocupación y, finalmente, 24 horas antes de la cita te dicen cuál será el restaurante”, añade Francesco, que explica que puedes escoger entre tres modalidades de precio: económico, medio y alto. “En mi caso, opté por la modalidad superior porque me gusta comer bien”. La entrada puntual cuesta 12,99 euros. El plan de suscripción mensual: 19,99, lo que te permite asistir a cuatro cenas al mes. La cena se paga aparte.
TimeLeft es sólo una de las muchas compañías que apuesta por los encuentros presenciales como modelo de negocio. The Breakfast “te presenta a alguien nuevo e interesante a quien conocer y con quien hablar en la vida real durante el desayuno”, según explican en su página web. Se dirige a una comunidad de perfiles creativos (sic.) y propone un encuentro entre dos personas para conseguir una “conexión humana y genuina”. Para que se produzca la magia, te proponen rellenar un test de personalidad y usan un algoritmo para buscar personas afines. El plan de suscripción mensual cuesta 11,99 euros. Funciona en 13 ciudades, entre ellas, Barcelona.
¿Soledad o altas expectativas en las relaciones sociales?
La dificultad de conocer gente nueva y estimulante a determinadas edades y el hartazgo de las aplicaciones digitales y las pantallas, sobre todo después de la pandemia, podrían explicar, en parte, el auge de estos nuevos modelos de negocio. Uno de cada cuatro jóvenes es víctima de una soledad no deseada, según un estudio reciente realizado por el Observatorio Estatal de la Soledad y promovido por Ayuda en Acción y la Fundación ONCE. Además, tres de cada cuatro jóvenes que dicen sufrir soledad no deseada (75,8%) aseguran sentirla desde hace más de un año y casi la mitad desde hace más de tres. Existe una brecha de género en la soledad: el 31,1% de las mujeres afirma sentirse sola, frente al 20,2% de los hombres. El estudio se ha realizado a partir de entrevistas telefónicas a 1.800 personas entre 16 y 29 años. La OMS asegura desde hace tiempo que la soledad es una pandemia.
“Hay muchos jóvenes que lo único que necesitan es tener a alguien que los escuche. De hecho, muchos teléfonos de la esperanza que se ponen en marcha para prevenir el suicidio terminan por ser un lugar de conexión humana”, apunta el psicólogo especializado en juventud y soledad Jaume Funes. “Detrás de las enfermedades mentales que azotan la salud mental de los jóvenes, y que se manifiestan con mayor intensidad desde la pandemia, no sólo está la soledad, sino también la explotación, el trabajo como eje vertebrador de la vida, la felicidad obligatoria, el éxito individual y, en definitiva, el olvido permanente de las dimensiones afectivas de la condición humana y las dificultades para formar parte de una comunidad”, añade.
“Podría parecer que la soledad afecta a las personas de más edad, pero los datos apuntan que son los jóvenes quiénes más la sufren”, señala la socióloga y directora general de Sociedad Digital de la Generalitat de Catalunya, Liliana Arroyo. “Hay dos elementos principales que definen esta soledad: sentirse excluido y sentirse aislado. Esto no quiere decir que alguien esté solo, sino que se siente dominado por un sentimiento de no pertenecer a ningún grupo”, añade. Las altas expectativas que los jóvenes depositan en sus relaciones sociales podrían explicar este sentimiento.
Minimalismo digital y vuelta a la presencialidad
Tras una década de bulliciosa vida social digital, con centenares o miles de amigos y me gusta, los adultos jóvenes toman conciencia de la necesidad de establecer menos conexiones y de mayor profundidad. Al mismo tiempo que se abren paso las plataformas que fomentan los encuentros presenciales, decaen las interacciones digitales y las acciones de las principales aplicaciones para ligar se hunden en bolsa (con caídas de hasta el 80%).
“A pesar de tener una vida social llena, me gustan este tipo de encuentros porque me permiten salir de mi zona de confort y conocer gente estimulante. Un amigo mío que también usa la aplicación ha encontrado pareja a partir de una de estas cenas”, cuenta Francesco. El uso frecuente de redes sociales también se asocia con la soledad. La presencialidad en las relaciones es relevante en el ámbito de la amistad, la familia y el trabajo. “Estas aplicaciones funcionan porque combinan dos elementos fundamentales que habíamos descuidado: la presencia y los encuentros con personas desconocidas que pueden aportar algún valor”, apunta Arroyo.
Habría que estudiar qué tipo de algoritmos hay detrás y cómo se hace el enlace entre los participantes a través de los tests de personalidad
“La tecnología no deja de ser una herramienta que puede facilitar la interconexión entre personas, pero ahora mismo está en manos de empresas tecnológicas que sólo buscan el beneficio propio a partir de modelos de éxito individuales muy perjudiciales para la salud mental de las personas”, añade Funes. “En este tipo de aplicaciones que posibilitan el cara a cara, que es siempre una mejor manera de establecer vínculos, habría que estudiar qué tipo de algoritmos hay detrás y cómo se hace el enlace entre los participantes a través de los tests de personalidad. Y no tendríamos que perder de vista que son una opción más para conocer gente, entre muchas otras, como ir a un concierto, a una ruta por la montaña o apuntarse a alguna actividad del centro cívico del barrio”.
Viajar y trabajar en compañía
Otras plataformas en auge en los últimos años son las que juntan desconocidos para hacer viajes en grupo: WeRoad y Huakay. “Este verano iré a Nápoles y a la costa amalfitana con un grupo de desconocidos, porque mis amigas no estaban dispuestas a hacer un viaje así y no podían gastar ese dinero”, cuenta Ana Sánchez, maestra de educación infantil y primaria de 26 años. “El año pasado estuve en Corfú y estuvo muy bien. Éramos unas diez personas de entre 25 y 35 años y cada día hacíamos actividades diferentes”.
“El perfil tipo de personas que usan estas aplicaciones tienen ganas de ampliar su círculo social en un momento en que todos sus amigos ya tienen pareja o familia”, apunta la psicóloga Laura Esquinas. “Quizás han decidido estar solas, o acaban de romper una relación, o no la encuentran. En cualquier caso, décadas atrás sólo se podía ampliar el círculo social a través de conocidos y ahora hay otras opciones más allá de las aplicaciones para ligar, que cada vez generan mayor malestar porque las personas sienten que se las trata como un producto y son espacios donde jamás se obtienen los resultados esperados”, añade. Está por ver si los algoritmos de estas nuevas plataformas que fomentan los encuentros presenciales son más efectivos. En el caso de las aplicaciones para ligar, existe la paradoja de que si hacen bien su trabajo y se consolida una pareja, pierden a dos clientes. Además, para que los encuentros funcionen y haya buena sintonía entre los participantes, éstos tienen que ser totalmente honestos a la hora de hacer el test de personalidad.
La presencialidad es tendencia y los jóvenes y no tan jóvenes buscan espacios donde conectar cara a cara. Las plataformas de redes sociales están llenas de anuncios de aplicaciones que permiten hacer cualquier tipo de planes con desconocidos, como salir a correr por la ciudad, jugar a vóley en la playa, hacer una ruta por la montaña o pintar un cuadro mientras se toma una copa de vino. El único requisito es tener “ganas de compartir momentos y hacer amigos”, como indican desde la página web de Bondy, una de las muchas plataformas de este tipo. También en el terreno laboral la presencialidad recupera el protagonismo perdido durante la pandemia. Los espacios de coworking crecen de nuevo. En Barcelona, por ejemplo, el año pasado sumaron 10.000 nuevos metros cuadrados con las aperturas de Aticco (4.300 metros cuadrados en la calle Bailén), IWG en la plaza Molina (3.900 metros cuadrados) y Lexington en la Illa Diagonal.
“Ni redes sociales, ni metaverso, ni inteligencia artificial: la vida nunca transcurrirá sólo a través de las pantallas, porque la esencia humana está hecha para compartir tiempo y espacio. El lenguaje no verbal o la química entre dos personas son cosas que no se dan en el entorno online”, señala Arroyo. Sólo así se entiende el auge de estos modelos de negocio tan nuevos (por la manera de conectar) y tan viejos (por la propuesta de valor) al mismo tiempo.