Ir en bus y metro para entretenerse y socializar es la nueva afición de la gente mayor

Los nuevos oasis de la edad dorada (1)

Las nuevas generaciones de jubilados utilizan el transporte público como excusa para salir de casa, explorar la ciudad y relacionarse con otras personas

Lo importante es encontrarse confortable en el vehículo, sentir el calor humano de la gente e ir un paso más allá de la preceptiva vueltecita por el barrio para comprar los víveres del día y tomar un poco el sol

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Luis Mayor Navarro coge el autobús en Barcelona para divertirse y mantenerse activo. Suele ir en bus y volver andando, o viceversa.

Pau de la Calle / Shooting / Colaboradores

Soplar muchas velitas en el pastel de cumpleaños tiene cosas malas pero entre las buenas destaca poder dejarse llevar por el viento hasta aficiones desconocidas. En la práctica, muchas de estas ventoleras transportan hasta lugares parecidos, con independencia del país que se trate. Por ejemplo, a utilizar el transporte público para explorar nuevos parajes, relacionarse con otras personas y, en definitiva, como excusa para salir de casa.

Algunos duermen la siesta, otros leen, los hay que socializan o que viajan sin rumbo fijo por todas las líneas del metro hasta que llega la hora de regresar a sus hogares. Pero, sea cual sea el objetivo del trayecto, declaran que viajar les hace bien porque les anima a arreglarse y a salir del domicilio un buen rato. Esto es lo que hace en ocasiones, por ejemplo, Concha Aparisi Furió, una valenciana de 74 años que de vez en cuando se sube al autobús hasta el final del trayecto y aprovecha para pasear por zonas que no frecuenta.

Rutinas

Algunos duermen la siesta, otros leen, los hay que socializan o que viajan sin rumbo fijo por las líneas del metro hasta que llega la hora de regresar a sus hogares

“El autobús número 9 que pasa por mi calle termina en Sedaví y a veces paseo por allí. Algunos días enlazo con otra línea y acabo tomando un café por Nazaret o la Malvarrosa, muy cerca de la playa”, señala esta mujer que vive en la avenida Gaspar Aguilar de Valencia y que hace servir el Bono Oro (un carnet de transporte para personas mayores de 65 años que cuesta 20 euros al año y permite viajar los 12 meses).

“A veces me he sorprendido a mi misma en el autobús hablando con personas a las que no conocía”, desvela. “Como poco, cuando regreso a casa me ha dado el aire y me he distraído un poco”, comenta.

Grupo de gente mayor que se encuentra en el transporte público y que recibe el acompañamiento afectivo de Som Base

Algunas asociaciones, caso de la Fundación Amics de la Gent Gran, se llevan a pasear en una furgoneta a mujeres de edad avanzada pero jóvenes de espíritu, por Barcelona.

Mau Blancafort

De igual modo que para descansar hay que cansarse previamente, también las personas de edad avanzada manifiestan disfrutar en mayor medida de sus hogares cuando tienen que ausentarse de ellos durante unas horas.

Luis Mayor Navarro, por ejemplo, a sus 85 años de edad, coge el autobús que pasa cerca de la calle Llobregós, en Horta, para desplazarse aleatoriamente hasta diferentes puntos de Barcelona.

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“Tengo comprobado que para estar bien físicamente he de caminar, como mínimo, cinco kilómetros diarios”, explica. “Entonces lo que hago es coger el autobús hasta el Velódromo de Horta, como he hecho hoy, y luego volver andando. Pero también lo puedo hacer al revés: ir hasta algún sitio caminando y luego regresar sentado”, explica acerca de su modus operandi. “Indiscutiblemente, es una excusa para salir de casa”, confirma.

El hábito de tomar el autobús o el metro con el mismo espíritu que cuando se va al cine, parece haber arraigado entre algunas personas de edad avanzada, al menos por lo que indican los responsables de varias asociaciones que ayudan a quienes se hallan en el otoño o el invierno de sus vidas. “Nos consta que que hay personas mayores que con regularidad pasan una mañana o una tarde realizando varias veces el recorrido de una línea de autobús para distraerse y conocer a otras personas”, manifiesta Albert Quiles, el director de la Fundació Amics de la Gent Gran.

A veces me he sorprendido a mi misma en el autobús hablando con personas a las que no conocía... como poco, cuando regreso a casa, me ha dado el aire y me he distraído un poco”

Conchita AparisiValenciana. 74 años.

Según Quiles, “la gratuidad y accesibilidad del transporte público permite a muchas personas mayores que sufren soledad utilizar el autobús y el metro como un canal relacional que les ayuda a paliar el sufrimiento”. Y es que muchas veces el simple hecho de saludar, dar los buenos días y hablar del tiempo basta para iniciar una conversación que saque del aislamiento.

Otro tanto opina Mau Blancafort, coordinador de Som Base, una asociación que reivindica el derecho de las personas mayores a tener un acompañamiento afectivo. “El transporte público es terapéutico, pues permite a los más mayores conectar con otras personas y también relacionarse con la ciudad en la que viven”, manifiesta.

La gratuidad y accesibilidad del transporte público permite a muchas personas mayores que sufren soledad utilizar el autobús y el metro como un canal relacional que les ayuda a paliar el sufrimiento”

Albert QuilesDirector de la Fundació Amics de la Gent Gran

“Dentro del autobús o el metro se está calentito en invierno y fresco en verano”, recuerda Blancafort, unos minutos antes de comunicarse por vía telemática con la Comisión de Asuntos Sociales del Eusko Legebiltzara o Parlamento Vasco que debe debatir una propuesta no de ley que garantice el derecho al acompañamiento afectivo, en especial de las personas mayores.

Blancafort dice conocer a varias personas mayores que se lo pasan pipa yendo arriba y abajo en autobús, caso de Marisa Flores, una mujer que utiliza el transporte público “como si se tratara del bus turístico, pero sin serlo”, bromea.

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Al final, lo importante es encontrarse confortable en el vehículo, sentir el calor humano de la gente e ir un paso más allá de la preceptiva vueltecita por el barrio para comprar los víveres del día y tomar un poco el sol.

Esto hace, por ejemplo, Mercedes Zubiburu, una jovencita de 75 años que vive en la calle Brusi de Barcelona. “En lugar de quedarme en casa viendo la tele, lo que hago es coger el autobús y estar con todo tipo de gente, grandes y mayores”, cuenta. “El autobús me da mucha energía”, apostilla.

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Luis Mayor Navarroa la espera de que pase el bus en el barrio de Horta de Barcelona.

Pau de la Calle / Shooting / Colaboradores

Al igual que otras personas consultadas en este artículo, a Zubiburu le encanta pasear en autobús para observar, por ejemplo, las luces de navidad, así como el gentío que se arremolina en las calles. Uno de sus autobuses preferidos es el V15 que pasa por la Plaza Molina y termina en la Barceloneta.

“Los sábados y domingos, como mis hijos tienen cosas que hacer con los amigos, lo que hago –dice– es subirme al autobús número 7 y bajarme en Palau Real. A veces también cojo el Trambaix en la plaza Francesc Macià y camino cerca del Club de Polo”.

Dentro del autobús o el metro se está calentito en invierno y fresco en verano... el transporte público es terapéutico, pues permite a los más mayores conectar con otras personas y relacionarse con la ciudad”

Manu BlancafortCoordinador de Som Base

Últimamente la señora Mercé, cuando no tiene que ir a recoger a sus nietas, acostumbra a pasearse en autobús con una amiga que también se ha quedado viuda. Hace poco estuvieron viendo el rompeolas y luego su amiga cogió el autobús 22 para regresar adonde vive, cerca del puente de Vallcarca.

Se practica en muchos lugares, pero en algunos países ya es un pasatiempo. El diario The New York Times publicó recientemente que aunque viajar en metro es para millones de personas una forma de llegar de un punto A a un punto B con relativa facilidad y a un precio razonable, en Corea del Sur es también un entretenimiento. En total, el 15% de los pasajeros que transitan por las 76 estaciones de Seúl, la capital, superan los 65 años de edad y viajan gratis.

En lugar de quedarme en casa viendo la tele, lo que hago es coger el autobús y estar con todo tipo de gente, grandes y mayores; me da mucha energía”

Mercedes ZubiburuBarcelonesa. 75 años

Gracias a estos paseos en autobús o a las conversaciones que mantienen en las tiendas de cercanía donde se aprovisionan, algunos huerfános sociales (como les llama Mau Blancafort) dejan de escuchar el silencio y comparten a la mínima oportunidad que se les presenta su sabiduría humana con todos aquellos pasajeros dispuestos a escuchar sus peripecias vitales y su convencimiento de que la vida es un viaje donde lo más importante es disfrutar del camino.

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