La relación de poder en la pareja habitualmente se configura de manera inconsciente y depende de la combinación de ambos caracteres. Las parejas son entes dinámicos y se hallan en constante proceso, por lo que la distribución del poder en la pareja es compleja y cambiante.
En los casos en los que se da de manera equilibrada, cada uno adquiere más peso en aquellos ámbitos en los que tienen un mayor interés o conocimiento, está repartido equitativamente y hay un acuerdo, ya sea explicitado o no. La relación de poder “sana” debe tender, dentro del cambio, a conservar cierto equilibrio.
Roles
Las personas que se sientan más cómodas dirigiendo lo harán naturalmente
Las personas que se sientan más cómodas dirigiendo en un determinado campo lo harán naturalmente y habrá flexibilidad. Por ejemplo, en el terreno sexual, más allá de las tendencias personales de dominación-sumisión, se podrán ir cambiando los roles, para que no se vuelva rígido o disfuncional.
Cuando se da de forma desequilibrada, la dinámica de poder genera conflicto y malestar, confluyen fuerzas internas donde prima el ego y la necesidad constante de auto afirmación. Suele haber aquí, por parte de una o ambas partes, una acusación culpabilizadora constante, poca capacidad de auto observación, autocrítica o expresión de la propia vulnerabilidad.
Una de las causas más frecuentes en la base de estos conflictos es un sentimiento de inferioridad. Cuando estas personas se sienten minusvaloradas, excluidas o incapaces de satisfacer a la pareja, canalizan su frustración, su rabia y su impotencia a través de un sentimiento compensatorio de superioridad. Pueden encontrar en la sensación de poder, la seguridad y el control que han perdido en sí mismas
La necesidad de tener siempre la razón, priorizar los propios intereses a los de la otra persona o los de la relación, la dificultad para asumir errores y la culpar al otro, suelen ser comunes en personas que necesitan ostentar ese poder desigual dentro de la relación.
Desigualdad
Dejar atrás estas dinámicas de poder en una relación no es fácil, porque el problema se mezcla con las carencias afectivas
Dejar atrás estas dinámicas de poder en una relación no es fácil, porque el problema se mezcla con las carencias afectivas de cada uno y suele ir acompañada de una comunicación deficiente. Pero cuando las parejas se percatan del sufrimiento que genera esta dinámica, pueden asumir retos que les permitan evolucionar hacia formas más sanas de relación.
¿Qué nos puede ayudar a salir de una dinámica de relación teñida por esta lucha de poder? En primer lugar, tomar conciencia de los patrones relacionales que se repiten, tanto en la dinámica de esta relación, como en relaciones anteriores.
En segundo lugar, expresarlo. Encontrar espacios con la pareja, en los que no haya ningún conflicto abierto, para poder hablar y escuchar tranquilamente con la intención de entender mejor la manera del otro y poder expresar la propia.
En tercer lugar, buscar ayuda profesional. Si lo anterior no funciona, es mejor buscar un apoyo que oriente y de un poco de luz a lo que ocurre en la relación y herramientas para afrontarlo.
Y, por último, dejar la relación si nada de lo anterior funciona. Si estas dinámicas están muy enquistadas, y no se consigue salir de ellas, quizá hay que valorar si merece la pena estar dentro de una relación que resta en vez de sumar. Por dolorosa que sea una separación, en ocasiones es la salida para poder aprender de lo sucedido, y construir a futuro relaciones más equilibradas y que proporcionen bienestar y crecimiento.