¿Te falta alegría? Presta atención a los objetos que te rodean
Entorno y bienestar
Diez estrategias sencillas para construir un entorno más feliz
Hay algo inherentemente placentero en el orden. Ni siquiera es necesario entender mucho de decoración o completar el método de Marie Kondo para darse cuenta de que la disposición, el carácter y las formas de los objetos que nos rodean tienen un profundo efecto en nuestro bienestar. ¿Por qué nos sentimos más a gusto en un espacio que en otro? ¿Por qué cuando nos decidimos por fin a ordenar nuestra caótica mesa de trabajo inmediatamente sentimos alivio e incluso más claridad mental?
Un estudio reciente de la Universidad de Liverpool ha concluido que las personas asociamos inconscientemente las formas simétricas a palabras positivas como “placer”, “paraíso” o “cielo”, mientras que las asimétricas o aleatorias se asocian a palabras como “desastre”, “mal” o “muerte”. Charles Darwin observó en 1871 que “el ojo prefiere la simetría o figuras con cierta repetición regular”. Y es que el cerebro puede reconocer formas simétricas con una rapidez asombrosa (menos de cien milisegundos), y las percibimos aunque no dirijamos la mirada directamente hacia ellas. Otro estudio reciente concluyó que la simetría nos hace sonreír, literalmente: mirar composiciones simétricas provoca una contracción del cigomático mayor, uno de los principales músculos faciales que intervienen en la sonrisa.
El cerebro reconoce primero las formas simétricas, que asociamos con placer y paraíso
Ingrid Fetell Lee, diseñadora y autora del fascinante libro Las formas de la alegría, explica que “uno de los motivos por los que nos encanta la simetría es que es un símbolo externo de la armonía interna”. Quizá sea porque sentimos el deseo innato de ordenar el caos o quizá porque nos produce satisfacción ver que cada objeto encuentra su lugar, como una proyección mental para encontrarle sentido al mundo y hacer que las cosas encajen, aunque solo sea en el plano material.
Pero no solo la armonía de los objetos nos hace sentir mejor. Para Fetell Lee, fundadora del blog The Aesthetics of Joy (La estética de la alegría), las cosas que nos rodean en la vida cotidiana poseen otros elementos capaces de influir en nuestro estado de ánimo, desde su color, su abundancia o su relación con la libertad o el juego, pasando incluso por su magia o la trascendencia que encierran: “Las últimas investigaciones demuestran la existencia de un vínculo evidente entre el entorno y la salud mental. Hay estudios que demuestran que las personas que trabajan en espacios soleados duermen mejor y ríen más que sus compañeros que pasan la jornada laboral en oficinas menos iluminadas, por ejemplo, y que las flores mejoran la memoria además del estado de ánimo”.
¿Qué relación hay, pues, entre los elementos estéticos y las emociones que sentimos? ¿Pueden determinadas cualidades físicas de los objetos estimular la alegría? Para comprenderlo mejor puede ser interesante conocer la historia de Edi Rama, el alcalde de Tirana que en 2004 ganó el premio Alcalde del Mundo por su labor de reconstrucción de la ciudad. Fracturada por décadas de dictadura, asfixiada y sin recursos, tras el caos que siguió a la caída del comunismo a finales de la década de 1990, la capital de Albania se había convertido en un lugar sucio, corrupto e inseguro, con altos índices de criminalidad.
A finales de otoño de 2000, el desesperado alcalde tuvo una idea: hizo pintar de un vibrante color naranja la fachada de uno de los edificios históricos de Tirana, lo que provocó reacciones ambivalentes entre los ciudadanos. A ese edificio le siguieron otros, y la ciudad empezó a poblarse de colores y dibujos llamativos, esbozados al principio por el propio Rama, que era también artista profesional. Con las arcas vacías y la desesperación por el estado del municipio, el alcalde emprendió la renovación del entorno con lo mínimo: algunos kilos de pintura. Las reacciones de la gente continuaron siendo variadas: a algunos les gustaban las llamativas fachadas y a otros les parecían un horror. Pero como explica Ingrid Fetell en su libro: “Poco después empezaron a pasar cosas raras. La gente dejó de ensuciar las calles y empezó a pagar impuestos. Los tenderos retiraron las rejas de metal de los escaparates. Afirmaban que sentían que las calles eran más seguras, a pesar de que la presencia policial no había aumentado. La gente volvió a reunirse en las cafeterías... Nada había cambiado, a excepción de unas cuantas fachadas. Unas cuantas notas rojas, amarillas, turquesas y violetas”.
Tendemos a pensar que la felicidad proviene siempre de un estado interior, y que los objetos materiales pueden producir cierto placer, aunque siempre efímero y superficial. El budismo, por ejemplo, asegura que el camino a la felicidad pasa por el desapego hacia las cosas materiales. La psicología moderna también tiende nos conduce hacia la idea de que la verdadera alegría es un ejercicio de superación de la mente sobre la materia. Y sin embargo, existen infinidad de momentos en los que las personas encontramos alegría genuina en el mundo material. Todos hemos podido observar en alguna ocasión cómo la energía que nos rodeaba afectaba claramente a nuestra propia energía, como les sucedió a los habitantes de Tirana.
Algunas formas de aportar más alegría a nuestra vida a través de los objetos y el entorno pueden ser:
1. Lleva un diario de alegría
Para identificar aquellos lugares, personas, cosas o actividades que te producen alegría.
2. Rediseña o decora un pequeño espacio de la casa
Teniendo en cuenta todos aquellos aspectos que has ido anotando en el diario. Por ejemplo, si las flores frescas de la cafetería cercana a la oficina nos encantan y nos hacen sentir mejor nos aseguraremos de incluir flores en nuestro proyecto decorativo. O si las velas que nuestra amiga encendió en la última cena en su casa nos hicieron sentir acogidos y tranquilos las utilizaremos también en casa.
3. Ordena los objetos pequeños
La filosofía de la gurú del orden Marie Kondo se basa en muchos puntos en la simetría y el placer que esta nos produce. Un ejemplo de ello es la forma en que Kondo propone organizar los calcetines, enrollándolos como si fueran sushi y colocándolos de pie en filas dentro del cajón. Podemos hacer lo mismo ordenando alguna colección de objetos, si la tenemos, o con los útiles de baño o de la cocina, por ejemplo.
4. Añade color
El cerebro asocia los colores vibrantes con la alegría. Para traernos a casa esta energía podemos pintar de color una pared del comedor, por ejemplo, y aportar pequeñas notas de este mismo tono en algún accesorio, como unos cojines, un jarrón o el marco de un cuadro.
5. Hazte con algún objeto que sorprenda
Por ejemplo, si vas completamente vestido de negro, ponte unos calcetines de colores o unos pendientes grandes en un tono brillante. De la misma manera que al cerebro le encanta detectar patrones de armonía, también le gustan los contrastes y las sorpresas. Si te haces la manicura, píntate la uña del pulgar o del índice, o las que quieras, de un tono diferente, o rompe con la monotonía de tu vajilla y alégrala con algunos platos de otro color que te guste.
6. Pon más música
“La música limpia el polvo de la vida cotidiana que se posa sobre el alma”, escribió el novelista alemán Berthold Auerbach. Y es que unas pocas notas pueden transformar una comida familiar en toda una celebración. Un estudio de Apple y Sonos reveló que los miembros de una familia se sentaban un 12% más cerca cuando la música sonaba en una habitación. Un equipo de neurólogos, por su parte, estudió los cerebros de un grupo de guitarristas mientras tocaban juntos y observó cómo la actividad cerebral de los intérpretes se sincronizaba. También se ha demostrado, al observar a un grupo de cantantes de un coro, que cantar alinea la frecuencia cardíaca de los cantantes.
7. Renueva
Aunque de entrada pueda parecer pesado, realizar las típicas limpiezas estacionales y cambios de armario en casa nos conecta con los ciclos de renovación de la naturaleza. Si aprovechamos para hacer también limpieza mental, liberándonos de creencias y viejos pensamientos que no nos proporcionan alegría, estaremos aprovechando al máximo su potencial.
8. Pon plantas
Se ha demostrado el efecto calmante de convivir con plantas, pero además, tenerlas en casa es interesante porque nos ayudan a contrarrestar la sensación de desarraigo que podemos sentir al vivir en la ciudad alejados de la naturaleza. Las plantas, en este sentido, nos ayudan a mantener los pies en el suelo.
9. Rodéate de formas redondeadas
Las formas puntiagudas pueden resultar atractivas, pero según los expertos, inhiben nuestras ganas de jugar. Una casa llena de ángulos genera una tensión sutil en sus habitantes y aumentan la sensación de formalidad. Una mesita circular o elíptica, en cambio, puede transformar el salón, que pasa de ser un lugar de interacciones tranquilas y contenidas a convertirse en un centro animado de conversación o de juegos de mesa improvisados.
10. Olvídate del minimalismo por el minimalismo
Tener pocas cosas puede ser placentero, pero la felicidad no pasa necesariamente por deshacerse de ellas sino por saber apreciar la abundancia que nos aporta cada una. Como afirma Ingrid Fetell: “Estamos aquí para ver arcoíris y para pintarlos, y para que nos hagan cosquillas y nos fascinen, y para, si lo deseamos, repetir de postre. Y, de vez en cuando, para sentir la verdad del famoso aforismo de Mae West: “Demasiado de algo bueno puede ser maravilloso”.