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Cómo saber que ha llegado el momento de aplicar la eutanasia a tu perro (o gato)

Convivir con animales

Señales para identificar que el animal ha dejado de tener una vida digna y empieza a sufrir

Cómo saber si tu perro o gato está enfermo

Cómo afrontar el duelo por la pérdida de nuestro perro

El propietario acostumbra a vivir un duelo por la pérdida de su perro o gato igual que el que se pasa por una persona

pablorebo1984 / Getty Images/iStockphoto

Se llamaba Kira. Algunos ya la conocen tras aparecer en un artículo que escribí sobre las señales de calma que emiten los canes. Era mi perra, una labrador retriever color canela; pero también una amiga, confidente y gran maestra de vida. Inseparables las dos, el vacío que sentí cuando falleció se hace aún presente cuando desarrollo estas líneas sobre cuál es el momento justo en qué hay que sacrificar a tu perro o gato enfermo. Es decir, en qué situación es preferible la eutanasia a la vida y qué pasa por la cabeza (y el corazón) de su responsable –mejor que propietario– que hace tan difícil decirle al veterinario: “adelante, ha llegado el momento”.

Tras diagnosticarle un problema en el hígado, Kira, que desprendía vitalidad por las cuatro patas y alegría y gratitud infinita en su ojos, empezó a menguar sus fuerzas. Observándola y acompañándola en su proceso, los síntomas de la enfermedad se fueron agravando hasta que hubo un día en el que nos situamos cerca del umbral en el cual podía dejar de tener una vida digna. Esa es la palabra, y el momento, según los expertos. Es ahí donde ha de intervenir la eutanasia. En su caso, no había dolor, pero evitar el sufrimiento también es esencial en esta decisión. Y una vez tomada, empieza una fase nada fácil para el propietario, porque muchas ilusiones y recuerdos parece como si desvanecieran hacia la nada.

Los especialistas recomiendan transmitirles paz en sus momentos finales

fotoedu / Getty

Pero lo importante no eres tú, ni tu duelo, que ha comenzado a manifestarse; sino el animal. Este ser que te ha acompañado en tus días alegres y también tristes. Que fue contigo en aquella excursión por la montaña donde encontrasteis un río en el que no pudo evitar darse un chapuzón, y que estuvo a tu lado esas semanas en que llegabas tarde a casa y te sentías decaído. El paseo que hacíais juntos por los alrededores era para él pero también para que aireases tu pesadumbre. Ese alguien que lo ha dado todo por acompañarte. Y ahora te a toca a ti acompañarlo a él. Te lo pide. Según los especialistas, si observas bien a tu animal entenderás qué quiere ahora, como buenos compañeros que sois después de todos estos años compartiendo la vida juntos.

Kira dejó de ser ella. De alguna forma –no sé decir cómo, pero a través de gestos y la dulce mirada– me expresó su cansancio. Y la veterinaria unos días después también me expuso, tras valorarlo con criterio médico, la recomendación de adormecerla con la inyección letal. Pese a lo difícil de la situación, pensé que en sus últimos días tocaba darle sin dilaciones lo mejor de mi con respeto, serenidad y gratitud hacia ella. Aunque costara.

“Si alguna cosa les debemos, es estar a su lado en esta última de sus últimas etapas”

Albert Vilardell
Educador canino

“Son unos momentos complicados, pero si hay un momento en el que debemos estar con ellos es precisamente ahora porque es cuando nos necesitan más que nunca: que los escuchemos y les agradezcamos todo el acompañamiento que nos han dado”, me comentó en ese momento Albert Vilardell, educador canino, quien insiste en la importancia de “no transmitirles tristeza, sino alegría de poder estar con ellos; y en sus últimos momentos regalarles la mejor de las despedidas, un acompañamiento con calma, lleno de amor y la máxima ternura posibles”.

Vilardell me recalcó, y también insiste ahora que volvemos a hablar del tema, que dejara la tristeza para más adelante, para cuando la perra ya no estuviera. “Si alguna cosa les debemos, es estar a su lado en esta última de sus últimas etapas.”, asegura. Y es que el referente en esta situación pasa a ser el animal. “En un proceso como este podemos transmitirles paz y adoptar esta actitud: Con tu vida y tu enfermedad, yo me pongo a tu lado. Estaré contigo”, recomienda el también educador canino, Jordi Herrera, que junto con Vilardell y Nicolás Planterose forman el proyecto Tartaruga Educació Canina, basado en los valores esenciales de respeto, confianza y sinceridad con los canes.

Los animales viven la muerte de forma distinta a los humanos al asumirla con naturalidad

Andy Roberts / Getty

El animal, de hecho, vive la muerte de forma muy distinta a nosotros. “El perro siempre va adelante, y lo asume con naturalidad. No está contento de morir pero tiene que hacerlo y ya está”, opina Herrera. Además, según este experto, “para él no es un proceso triste, sino natural; cuando llega, llega. Mientras nosotros morimos desde el minuto uno y pensamos en qué día moriré, ellos viven el día a día y morir es un paso más en la vida. Si llegan a una edad y el cuerpo no funciona, entonces se empiezan a apagar porque es lo que toca. Empiezan a morir de una manera muy clara y con mucha dignidad. Sin que esto les implique grandes cambios a nivel emocional”, opina Herrera fruto de la observación y después de muchos años de trabajo con perros.

“De la misma forma que en vida el animal se complica lo menos posible, morir también lo hace de la manera más fácil posible. Adaptando su rutina mientras le permita su capacidad para irse con toda dignidad”, precisa este educador.

“En la naturaleza, cuando un animal nota que el final está cerca, se esconde y busca un rincón donde estar tranquilo. Desde la domesticación sin embargo, también puede ser que los animales busquen el confort de la compañía de sus propietarios para pasar sus últimos momentos”, aclara la veterinaria de Canis Hospital Veterinario, Elena Desoi, que precisamente trató a Kira en su última etapa.

El dolor, la capacidad de comer o el estado de ánimo son señales de bienestar o malestar sobre la calidad de vida que tiene el animal

RONCORONI / EFE

Las señales

A nivel veterinario hay signos de bienestar o malestar que informan de si el perro o el gato tienen o no calidad de vida. Según aclara Desoi, “cada caso es individual y, dependiendo de la enfermedad del animal, este puede mostrar unos u otros síntomas”.

“Para ayudar a tomar la decisión a los propietarios nos guiamos sobre todo por la presencia y control del dolor, la capacidad de comer, el estado de limpieza que puede mantener el animal, el estado de ánimo y tipo de días, si hay más buenos o malos...”, indica esta veterinaria, quien señala que “nuestro objetivo es conseguir una vida digna y sobre todo, sin dolor; en el momento en que eso no es posible, ya es una razón para plantearse la eutanasia”.

Por su parte la veterinaria natural Mercè Giménez precisa: “Hay que ver cuántos días hace que no come (si es que come), qué nivel de actividad tiene, si camina, si orina solo, si puede controlar o no los esfínteres, o si ha disminuido su calidad de vida. También hay que fijarse en su tratamiento, si responde bien a él o si no está respondiendo o no mejora, cómo avanza la enfermedad. Si hablamos de cánceres, la medicación suele ser fuerte, y si le hemos dado dos tandas y no está dando el resultado esperado, debemos valorar si una tercera sería más desagradable que la esperanza de vida que podemos darle”, detalla Giménez.

Porque cuando los perros están enfermos,“si algo se puede hacer por ellos, es evitar que sufran. Y si detectamos que lo hacen, podemos pedir a un veterinario que nos ayude. Muchas veces con la mera intención de adormecerlos, ya se van”, comenta Vilardell.

El dónde y el cómo

No hay una hora y un lugar concreto para la eutanasia. “Es la propia familia la que debe tomar la decisión y pensar no lo mejor para ellos, sino lo mejor para el animal, y tomar la determinación desde el corazón. Hay que tener en cuenta qué recuerdos le quedarán al humano responsable y cuál será la experiencia final del animal, por eso, si es posible, siempre es mejor que la eutanasia sea en un lugar conocido. En casa es un buen sitio. Así el animal podrá sentirse cómodo: en el domicilio, con el veterinario (conocido o no), acompañado de sus seres queridos y en su sitio”, relata Giménez. Un buen recuerdo.

Esta especialista canina considera, además, que “el viaje hacia la clínica veterinaria puede estresar al animal y si le lleva a un lugar nuevo, con otros perros o gatos aún peor”. Aunque, según añade, “cada vez son más los hospitales donde hay un espacio separado y silencioso, preparado para el momento final, en el que preferiblemente el animal no ve a otros animales y sus responsables pueden entrar por un lugar y salir por otro, que no es la entrada principal”.

Se trata de unos momentos de intimidad en los inevitablemente nos viene a la mente si realmente estamos haciendo lo correcto y nos acecha un posible sentido de culpabilidad. Pero el secreto es volver a pensar en el vínculo que tenemos con nuestro animal y revisar su día a día con todos los efectos derivados de la enfermedad, si hace falta de la mano del veterinario, para valorar si el perro o el gato está transitando con calidad de vida sus últimos días o si ya es la hora de pensar en ayudarlo en su partida.

En el hospitales veterinarios suele haber un espacio separado y silencioso para el momento final

Adina Voicu / Pixabay

En ocasiones, los humanos llegamos a retrasar el momento de la eutanasia no por el animal, sino por nosotros. Por todos los sentimientos que se nos vienen encima. “Hay un apego muy fuerte. No queremos que nuestro perro o gato se vaya. Tenemos miedo al pensar qué haremos después sin él y tenemos miedo del dolor que sufriremos nosotros. Es por eso que la mayoría de veces la decisión de la eutanasia se demora, o se alarga la situación de sufrimiento del animal”, puntualiza Giménez.

Un apego muy fuerte

“No queremos que nuestro perro o gato se vaya. Tenemos miedo de pensar qué haremos sin él y del dolor que sufriremos nosotros”

Mercè Giménez
Veterinaria natural

“Como propietarios no queremos separarnos nunca de ellos y esto en ocasiones hace que retardemos la decisión de ayudarles a marchar en paz. Todos querríamos que nuestra mascota pudiera marchar durmiendo tranquilamente en casa, pero esperar esto la mayoría de veces implica un sufrimiento, que es el que queremos evitar con la eutanasia”, añade la veterinaria Elena Desoi.

Cuidado con normalizar el deterioro

La situación de alargar demasiado el sufrimiento al animal también puede darse porque el propietario ve como normal el estado en el que se va encontrando su perro o gato pese al avance de la enfermedad. “Uno de los problemas con el que nos encontramos es la normalización que hacemos de su estado, cosa que dificulta el momento de tomar la decisión de practicar la eutanasia. El proceso de la enfermedad avanza y el hecho de convivir con la enfermedad te hace normalizar lo que estás viviendo porque tu normalidad está en esta nueva normalidad. No piensas en cómo estaba antes el perro o el gato, sino que por ejemplo subir un bordillo o que tarde mucho en levantarse, ya se convierte en algo razonablemente normal”, indica Herrera.

El perro tiene que saber que puede contar contigo, indican los expertos. Se trata de un vínculo de sinceridad que se refuerza con los años

Getty

Otro handicap que dificulta la decisión de la eutanasia es que en ocasiones, durante la vejez, tampoco vemos que el animal se encuentre tan mal como realmente quizá está. “Para mantener el bienestar del grupo e intentar estar a la altura, el perro puede hacer lo que le pedimos, pero con ello podríamos sobrecargarlo exigiéndole ciertas cosas que, físicamente, ya no está preparado y para él sería realmente un sobresfuerzo”, expone Herrera.

“A cierta edad, por ejemplo, pueden comenzar a mostrar que les cuesta levantarse, se les ve más reticentes a la hora de salir a dar un paseo, cambia la rutina de sus descansos, en la calle pierde la vista y no te localiza... El propietario podría no ver esta situación y es cuando vemos a personas tirando con fuerza de la correa para que su perro viejo camine más deprisa y a su ritmo”, comenta Herrera.

Una situación poco apropiada, según los especialistas. “Es que si no te puedes fijar en él es triste, porque habrás tirado por la borda una vida de vínculo”, lamenta este educador canino. “Entonces, ¿por qué has tenido un perro? ¿Era un perro de jardín o te lo habían regalado? A lo mejor te das cuenta de que no tenías ni idea de quién tenías al lado. Por eso, la sinceridad y el vínculo es muy importante. Que el perro sepa que puede contar contigo. Y ese vínculo y sinceridad se genera desde el primer momento y se refuerza con los años”, añade Herrera.

La despedida

Precisamente el vínculo con este ser querido, es lo que agrava su pérdida. Según Giménez, decirle “perdón, gracias y darle permiso para que se vaya” es básico para empezar a hacer un duelo correctamente. “Perdón porque como en todas las relaciones humanas hemos tenido momentos de conflicto: actué mal en algunos momentos por desconocimiento pero después aprendí. También darle las gracias, porque ayuda a allanar el camino y a no sentirte culpable sino presente en la situación (además se pueden dar las gracias en todas las fases del duelo: gracias por todo lo vivido). Y finalmente, un ejercicio de liberación: aunque ahora estemos tristes, recordar lo bien que hemos estado junto a él. Pensarlo por los buenos momentos que el animal se merece, y dejarlo ir si es lo que quiere. Es el último acto de amor que le das. Cárgate de fuerza. A veces es lo mejor que puedes hacer si conoces bien a tu compañero animal. Con el tiempo la tristeza se irá y lo que quedará es el amor”, describe esta veterinaria natural.

Y debemos tener en cuenta que, en el caso de que no se haga la eutanasia y el animal se vaya apagando en casa, deberá ser preferiblemente “bajo supervisión veterinaria y con la medicación adecuada para que no haya dolor”, añade.

Lo cierto es que, una vez resuelto cómo y cuándo aplicas la eutanasia al perro o al gato de la mano del veterinario, lo importante es ir adelante y dejar la culpa a un lado, porque siempre habrá incertidumbres. “Ya no valen las culpas. Siempre quedará un punto de duda. Podemos pensar que a lo mejor querría haberse quedado una semana más o quince días, pero tanto si es así como si no: tenemos que vivir la situación como presente, igual como el animal la vive, aquí y ahora en cada momento”, expone Giménez, quien añade que “la mayor parte de las veces el animal ya percibe que pronto tomarás la decisión o que ya la has tomado, y a menudo aceptan la situación, estén o no de acuerdo”.

“Si están en contra, ya lo intentan manifestar, si pueden”, asegura. ¿Cómo? Con su actitud y viviendo pese a todo. Se mostrarán con ganas de vivir, más activos, reacios a ir o hacer según qué, aseguran los especialistas.

Los perros y los gatos que no quieren morir se mostrarán con ganas de vivir, más activos y reacios a ir o hacer según qué, aseguran los especialistas

Group4 Studio / Getty

Según la terapeuta animal Olga Porqueras, “no deberíamos considerar la muerte como un castigo, ni tampoco es el contrario de la vida: la muerte forma parte de la vida. Es un proceso. Nacemos, vivimos y morimos”. “No tenemos cultura de muerte consciente como sí tienen otras culturas”, indica Porqueras, que asegura que “siente en la distancia” cómo está el perro o el gato al igual que a otras especies animales y explica que “llegado los últimos momentos, la familia está más preocupada por la partida de su compañero y el proceso se invade de sufrimiento y se confunde a veces con lo que realmente está pasando en esos momentos”.En su opinión “el proceso de muerte es una maestría de vida: acompañar un ser animal o humano en sus últimos momentos es un gran aprendizaje”.

En este sentido, Vilardell destaca que “en la última de sus etapas los animales nos regalan su última lección: cómo vivir una despedida de la forma más natural y respetuosa posible. Sin convertirlo en una tragedia. Hasta el último momento nos están enseñando vivencias”.

“Siempre quedará un punto de duda de si querría haberse quedado una semana más o quince días; tenemos que vivir la situación como presente”

Jordi Herrera
Educador canino

Y es que el amor que existe entre ambos puede ser inmenso. Giménez subraya que “algunos estudios científicos han observado a nivel bioquímico el vínculo que se crea entre el responsable y el animal, principalmente en perros y gatos, y se ha visto que son muy similares a los que se crean entre humanos a nivel maternofilial”.

El duelo

“Cada vez son más las personas que consideran al animal un compañero de vida”, indica esta veterinaria natural, quien lamenta que “todavía no existe una conciencia global y la gente no se ha atreve a decir cómo se siente por la pérdida de éste Si se verbalizara más, se normalizaría el sentimiento de duelo por el animal que nos ha acompañado durante toda su vida. Recomiendo que lo expresen y no se avergüencen de ello”.

Y es que el duelo llegará con toda probabilidad: “Las personas que vivimos con animales que realmente amamos hemos de saber que cuando mueran pasaremos por el mismo proceso que con el duelo por el fallecimiento de una persona. Si hay un vínculo fuerte y sano, pasarás un duelo tal cual: de la a la zeta”, recalca.

Así que, ante todo, hay que procurar que en este adiós nos quede el recuerdo de haber hecho las cosas bien. “En el momento de su muerte has de ser capaz de ponerte en un segundo plano. Si no sabemos hacerlo, mejor da un paso al lado y pide ayuda”, indica Herrera. A lo que Giménez añade: “Los días previos a la eutanasia podemos intentarlos vivir desde el gozo de haber vivido con ellos. Y darle al perro o gato lo que más le gusta. Deseos de final de vida”, afirma.

Con Kira nos fuimos a la playa, justo donde desemboca el río, un lugar donde ya íbamos y que le gustaba mucho. Se bañó disfrutando de cada instante. Aprovechando como el agua mojaba su pelo. Revolcándose en ella hacia un lado y otro. Por la tarde nos acercamos al Estany de Banyoles, donde también íbamos con frecuencia. Fueron sus momentos. Yo simplemente la acompañé. Estaba ahí con ella y para ella. Que supiera que podía contar conmigo.

Los expertos aconsejan darle lo que al perro lo que más le gusta en sus últimos días

Barcroft / Getty

Elena Desoi, la veterinaria, se acercó a casa el día siguiente, un domingo por la mañana. Kira la saludó y se fue a su lecho de siempre. Dándole calor con el contacto de nuestras manos, se adormeció con la inyección que la veterinaria le puso, y su corazón dejó de latir. Sentí como de alguna forma me daba las gracias y me quedé con una gran pena interior, pero tranquila al saber que había hecho todo lo que estaba en mis manos por ella hasta el último momento, con la aprobación de la veterinaria.

“Te invito a permitir que la emoción te atreviese, te llene y te vacíe. Te invito a pasar las fases del duelo. Piensa que sí o sí las pasaremos”, indica Giménez, quien subraya que es importante no esconderles nada a los niños de lo que sucede en esos instantes. “La muerte del compañero canino es una de las primeras muertes que experimentará un niño. Lo mejor para él es que les expliquemos lo que está pasando, y que observen, si quieren, que el animal ya no respira. Sería bueno que la conversación quede después abierta para que el menor se pueda expresar con las personas adultas acerca de sus preguntas y sus emociones”, comenta esta veterinaria.

“Darle las gracias por todos estos meses y años. Despedirse con alegría más que tristeza. Si algo se merecen es que se vayan viendo que nos quedamos bien. Y sobre todo, dejar que se vayan. Eso también es importante”, subraya en este sentido Vilardell.

En ocasiones, la eutanasia se usa como herramienta para el mal comportamiento del animal, según denuncian algunos educadores caninos

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El mal comportamiento no es razón

Este gran acto de amor de la eutanasia también puede convertirse en una herramienta mal usada, en una salida rápida ante un mal comportamiento, según lamenta Herrera. “Es una excusa enorme”, agrega. Desoi añade que “la eutanasia no está justificada en casos de mal comportamiento, exceptuando en casos de agresividad donde las personas están en riesgo, y antes hay que agotar todas las alternativas posibles”.