Descubra si su hijo duerme las suficientes horas
Sueño infantil
Claves para que los niños descansen bien, se acuesten pronto ¡y sus padres sean más felices!
Si el niño ronca, ¿hay que preocuparse?
Irritabilidad, problemas de atención y memoria, dificultades para relacionarse, rendimiento deficiente o un mayor riesgo de obesidad son solo algunas de las consecuencias que pueden sufrir los niños que no duermen las suficientes horas. Un hecho, el de dormir poco y mal, que es muy habitual teniendo en cuenta algunos estudios sobre la población infantil publicados recientemente. Según el estudio Pasos de la Fundación Gasol, un 40,9% de los niños y adolescentes no cumplen las recomendaciones de sueño entre semana, cifra que llega al 48% los fines de semana.
Desde que nacemos hasta que morimos nuestras necesidades de sueño van variando en función de nuestra edad. Por ejemplo, un neonato debe dormir el doble de horas que un adolescente, y un niño en etapa preescolar casi el doble que una persona de edad avanzada.
El 40% de niños no cumplen las recomendaciones de sueño entre semana
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los lactantes menores de tres meses de edad deben tener entre 14 y 17 horas de sueño de buena calidad, incluidas las siestas; y los de cuatro a once meses, de 12 a 16 horas. Los niños de uno a dos años deben dormir entre 11 y 14 horas y en la etapa preescolar (tres, cuatro y cinco años), entre 10 y 13 horas diarias.
El pediatra Xavier Duran recomienda limitar las siestas durante esta franja de edad preescolar a menos de una hora para no interferir en el descanso nocturno. Para la OMS, un niño de entre seis y 11 años, durante su etapa de educación primaria, debería dormir una media de once horas diarias. Si normalmente, la escuela en esa franja de edad empieza a las nueve, el niño debería acostarse como muy tarde 9 de la noche.
Un niño de entre 6 y 11 años debería dormir once horas y acostarse como muy tarde a las 9 de la noche
Durante la adolescencia, entre los 13 y 18 años, es recomendable dormir un mínimo de ocho horas, aunque lo ideal son diez, según el pediatra Xavier Duran. No obstante, son más bien pocos los adolescentes que se acuestan a las nueve de la noche para despertarse a las siete. En esa edad muchos empiezan escuela a las ocho de la mañana.
Precisamente es en la adolescencia cuando se hace más complicado cumplir con los horarios de descanso nocturno. El abuso por parte de este colectivo de las pantallas (móviles, tabletas, ordenadores…), que entre otras cosas favorecen el síndrome del ojo seco, hace que lo de acostarse pronto sea tarea ardua.
Según la National Sleep Foundation, entidad referente en la investigación sobre el sueño, la luz azul emitida por las pantallas puede retrasar en los niños la liberación de melatonina, la hormona que induce el sueño, promoviendo el estado de vigilia.
Los dispositivos electrónicos interfieren en el ritmo circadiano, el ritmo biológico de vigilia y sueño, lo que vendría a ser el reloj biológico interno que nos ayuda a dormir. El doctor Eduard Estivill, referente en la medicina del sueño, explica que a partir del medio año de edad el cerebro del niño está preparado para acostarse alrededor de las 8 u 8.30 de la noche. “Es el momento en que el que les será más fácil coger el sueño; si la retrasamos o la avanzamos el bebé tendrá más dificultades”, explica.
“A partir de los 6 meses el cerebro está preparado para ir a dormir alrededor de las 8 u 8.30 de la noche”
Eduard Estivill
Médico, especialista en medicina del sueño
El pediatra Xavier Duran recomienda también durante la adolescencia, evitar tomar bebidas estimulantes , energéticas o chocolate al atardecer, y aconseja realizar actividad física regular, aunque no antes de acostarse, ya que esto sería contraproducente y activaría aún más al joven. “Que el niño esté cansado por la noche le ayudará a conciliar el sueño”, explica.
En los menores de seis años es primordial fijar hábitos y rutinas que permitan al pequeño anticipar que se está aproximando la hora de irse a la cama. Por ejemplo es bueno fijar pautas al llegar a casa: primero un baño, luego ponerse el pijama, luego ir a cenar, lavarse los dientes y explicar un cuento. “Para que el niño lo interiorice, hay que hacerlo siempre en el mismo orden”, explica Duran, que añade también la importancia de relajar el ambiente, reducir ruidos y bajar la iluminación.
“Fijar hábitos y rutinas, siempre en el mismo orden, ayuda a anticipar que se aproxima la hora de acostarse”
Xavier Duran
Pediatra
“El niño debe acostarse tranquilo y relajado; de esta forma conciliará mucho mejor el sueño”, subraya el coach Ferran Aran, que explica algunos de los errores que cometen los padres con sus hijos. “Nada de tele dos horas antes de acostarse, ni móviles, ni largas conversaciones; hay que evitar todo aquello que suponga una alteración del sueño”, afirma.
En este sentido, da una serie de pautas para que el momento de acostar a los niños no se convierta en un suplicio. Por ejemplo, la realización de ejercicios de respiración y relajación (yoga), que ya han adoptado algunas escuelas para mejorar la concentración de los niños, ayuda a rebajar la frecuencia cardíaca y tener un sueño más reparador. Otros consejos son darse un baño de agua caliente al caer la tarde y reducir los decibelios, evitando chillar, gritar o regañarles antes de acostarse.
Si uno parte de las recomendaciones de la OMS, los niños deberían acostarse entre 8,30 y 9 de la noche. Pero que levante la mano quien acuesta a sus retoños a esa hora. Las jornadas laborales inacabables, la siempre mal resuelta conciliación laboral y familiar, las actividades extraescolares que copan las agendas de los pequeños, o la irrupción de artilugios como móviles, tabletas, ordenadores o consolas a edades cada vez más tempranas complican cumplir el objetivo de la hora límite.
Ante esta situación, Aran recomienda a los padres no estresarse cuando van más tarde de lo que sería idóneo. “No tiene sentido correr para llegar a casa a una hora concreta porque ese estrés luego se traspasa a los hijos, y aún es más perjudicial. La calidad del sueño es tan o más importante que la cantidad”, subraya.
“Cuando un adulto tiene prisa traspasa ese estrés al niño y eso también repercute en el sueño”
Ferran Aran
Coach
El doctor Estivill explica en su obra Duérmete niño (DeBolsillo) que las consecuencias del insomnio infantil varían en función de la edad de la criatura. Por ejemplo, en lactantes y niños pequeños la ausencia de horas de sueño se traduce en irritabilidad, mal humor, llanto frecuente y una gran dependencia de sus cuidadores; son niños que no saben estar solos.
En niños en edad escolar, el insomnio tiene incidencia en el fracaso escolar, y repercute también en el carácter del niño y puede desembocar también en mayor inseguridad y timidez. El pediatra Xavier Duran explica que, durante el sueño, el niño recupera el equilibrio físico y psicológico. Afirma que dormir las horas estipuladas favorece en la etapa escolar los procesos de atención, memoria y consolidación de todo aquellos que se va aprendiendo.
Dormir las horas suficientes en la etapa escolar favorece los procesos de atención y memoria
Añade que una mala higiene del sueño repercute negativamente en el bienestar personal. Reducir tan solo una hora de sueño pueda hacer que sea difícil concentrarse al día siguiente y tener un tiempo de respuesta lento.
Además a nivel físico, una mala calidad del sueño, aumenta el riego de tener presión arterial alta, enfermedades cardíacas, más probabilidad de sufrir sobrepeso u obesidad, desarrollar diabetes y preferir alimentos con alto contenido de calorías o carbohidratos. Los estudios señalan que los niños que incumplen de forma crónica las recomendaciones del sueño tienen el doble de riesgo de obesidad en la infancia.
¡También los padres son más felices!
Y no solo los niños se benefician del descanso. Los padres son más felices cuando sus hijos se acuestan antes. Si eres padre o madre probablemente asientas ante esta afirmación, que la ciencia también ha dado por buena.
Un estudio de investigadores australianos realizado a más de 3.600 niños de entre cuatro y nueve años y a sus respectivas familias concluye que los niños que se acostaban temprano, antes de las 20.30h, no solo eran más saludables y felices, sino que sus progenitores gozaban de una mejor salud mental.
Investigación australiana
Los padres que acuestan a sus hijos pronto tienen mejor salud mental
El estudio, realizado por el Murdoch Children’s Research Institute de Melboure y la Universidad de Nueva Inglaterra, recopiló datos sobre el sueño y el estilo de vida de padres de niños de cuatro a cinco años, de seis a siete y de ocho a nueve que participaron en el estudio longitudinal Growing Up in Australia. El investigador principal, Jon Quach, destacaba cuán importante es la hora de acostarse de los pequeños para la salud mental de padres y madres.
Acostar a los niños temprano permite a los progenitores ganar espacio y tiempo; en definitiva, calidad de vida conyugal. Tener tiempo para uno mismo, para relajarse, para estar y hablar con la pareja, para cenar con tranquilidad, a una hora razonable, contribuye también a la felicidad de la pareja.
En los padres
“Cansancio, inseguridad, frustración, acusaciones mutuas en la pareja ... son algunas de las consecuencias del insomnio infantil”
EDUARD ESTIVILL
Doctor especialista en sueño y autor de Duérmete, niño
“Es evidente que existe una relación muy directa entre un niño que duerme bien y que una madre/padre sea feliz o tenga uno de esos puntos que contribuyen a la felicidad”, explica el doctor especialista en sueño, Eduard Estivill que en su obra Duérmete, niño enumera algunas de las consecuencias del insomnio infantil en los progenitores, como el cansancio, la inseguridad, el sentimiento de culpa, acusaciones mutuas en la pareja, frustración ante la situación sensación de fracaso e impotencia, reacciones agresivas...