La batalla del termostato: la ciencia resuelve que las mujeres trabajan mejor en ambientes cálidos
Ambiente y bienestar
El rendimiento intelectual y físico de ellas es más sensible al frío que el de los varones
Mujeres y hombres no son iguales ante el frío y el calor. Cambia su percepción, la sensación de helor y de sofoco en una determinada temperatura. Tampoco rinden intelectual ni físicamente igual en función de la temperatura ambiente. Ellas son más sensibles al frío: con bajas temperaturas se sienten peor y rinden menos.
Y no se trata de conclusiones extraídas de las reiteradas discusiones por el aire acondicionado o el termostato de la calefacción que se producen en las oficinas y otros centros de trabajo. Se trata de afirmaciones con una base científica. Un estudio realizado de forma conjunta por la Escuela de Negocios Marshall de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles (Estados Unidos) y el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín (Alemania) concluye que el cerebro de las mujeres funciona a mayor rendimiento que el de los hombres en una temperatura ambiente más alta.
“Las mujeres perciben las temperaturas frías más bajas que los hombres, y más altas las cálidas”
Maria Rosa Fenoll-Brunet
Profesora de Histología de la URV
“Las mujeres perciben más bajas que los hombres las temperaturas frías, y más altas las temperaturas cálidas”, explica la doctora Maria Rosa Fenoll-Brunet, profesora de Histología de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Y justifica que las mujeres tienen mayores pérdidas de calor corporal, ya que suelen tener una proporción más grande de superficie corporal en relación a su masa corporal, un mayor contenido de grasa subcutánea y una mayor eficiencia en los mecanismos de transpiración.
Hay además otros factores que influyen, como la menstruación. “La variación de la tasa de liberación de hormonas sexuales durante el ciclo menstrual modifica la termorregulación en las mujeres, de forma que hay diferencia en la temperatura corporal y las respuestas térmicas a cargas de calor positivas o negativas en función de la fase del ciclo menstrual” en que se encuentre cada una, añade Fenoll-Brunet. También se han observado diferencias en la termorregulación en mujeres con menopausia.
Nueva investigación
“No es cuestión de si te sientes cómodo o no, sino que tu rendimiento matemático y verbal se ve afectado por la temperatura”
Tom Chang
Profesor de Finanzas y Economía Empresarial en la USC Marshall School of Business
El estudio mencionado revela que las mujeres realizan mejor las t areas matemáticas y las verbales en ambientes más cálidos. “Hasta ahora se había documentado que a las mujeres les gustan las temperaturas más cálidas que a los hombres, pero se creía que era solo una cuestión de preferencia personal”, explica Tom Chang, profesor de Finanzas y Economía Empresarial en la USC Marshall School of Business y uno de los autores de la investigación.
Para investigar sobre ello, pusieron a trabajar a más de medio millar de personas, de entre 17 y 55 años, y se varió el termostato entre los 16 grados centígrados –considerado un ambiente frío– y los 32,7 grados centígrados. Y en esas circunstancias los participantes tenían que realizar tres tareas: una matemática, una verbal y otra de reflexión cognitiva. “Descubrimos que no es solo cuestión de si te sientes cómodo o no, sino que tu rendimiento en matemáticas y en las dimensiones verbales, se ve afectado por la temperatura”, dice Chang.
Vistos estos resultados, los autores del estudio recomiendan regular la temperatura al alza en los espacios de trabajo para mejorar la productividad en general, tanto de mujeres como de hombres. “Los 26ºC se consideran como una temperatura óptima, donde el cuerpo desnudo no tiene sensación de frío ni de calor, bastante idónea para centros asistenciales en los que se realizan exámenes físicos y exploraciones a pacientes”, como es el caso de los hospitales, sostiene la doctora Fenoll-Brunet. “Para el resto de actividades, con vestimenta, unos 23-24 grados, hacen que nos podamos sentir confortables y a la vez ser bastante respetuosos con el medio ambiente”, añade.
Y apunta que la afectación de la temperatura ambiente no se limita a los trabajos intelectuales. Con temperaturas bajas las mujeres también rinden peor físicamente. “Las diferencias de género en la termorregulación son un aspecto clave por el impacto potencial sobre el rendimiento físico”, apostilla Fenoll-Brunet (URV).
La pelea por el termostato
Vistos los resultados, se aconseja regular la temperatura al alza para mejorar la productividad de todos
Pero el ajuste del termostato nunca está exento de polémica. Un estudio publicado por la Maastricht University Medical Centre en 2015 concluyó que debido a la mejor adaptación de las mujeres a los ambientes cálidos, la temperatura ideal de confort para ellas es de unos 25ºC, mientras que la de ellos sería de 22ºC.
“Si se siente frío o calor, o con una temperatura por encima de los 27 grados, el rendimiento y la productividad bajan; hay que buscar la temperatura adecuada, la idónea, en la franja entre los 22 y los 26 grados”, destaca el doctor Miguel López Dupla, especialista en Medicina Interna del Hospital Universitari Joan XXIII. Y enfatiza que las enfermedades derivadas del calor aparecen a partir de los 27 grados.
Y todos estos valores deben tenerse en cuenta no solo para regular el aire condicionado o la calefacción de la oficina. También son temperaturas de referencia para climatizar el coche, un hospital o una vivienda.
Múltiples factores
No es solo una cuestión de sexo; cuenta la edad, el peso, la capacidad de adaptación...
Tampoco hay que olvidar que la percepción de la temperatura, la sensación de frío y de calor, no es sólo una cuestión de sexo. “Depende de muchos factores, como la edad (disminuye la tolerancia a los cambios de temperatura con la edad), el género, el peso y la altura, la capacidad de adaptación cardiovascular y metabólica, el estado nutricional (tener hambre o haber hecho una buena comida), el consumo de bebidas alcohólicas, la actividad sedentaria, el ejercicio físico, la situación hormonal, o el estado funcional de algunos órganos endocrinos, principalmente la tiroides, entre muchos otros”, subraya Fenoll-Brunet (URV).
Por su parte, López Dupla indica que “las mujeres son más sensibles al frío y al calor, pero no hay ninguna evidencia científica que las mujeres sufran más enfermedades provocadas por el calor”. El doctor se basa en el metaanálisis de más de 30 estudios ya realizados y publicados sobre el impacto del calor para asegurar que está probado que las mujeres sienten más el frío y que son más productivas en ambientes cálidos, pero que el impacto médico del calor no es superior en las mujeres que en los hombres. “Una cosa es el rendimiento, otra la percepción de frío y de calor y otra las enfermedades que puedan estar provocadas por el calor”, enfatiza.
Por otra parte, no todas las personas se adaptan igual al frío y al calor, y la adaptación se transmite de generación en generación. Los humanos tenemos una gran capacidad de adaptarnos, a corto y largo plazo, a una gran diversidad de climas, incluso con cambios a nivel genético que se transmiten de generación en generación en pobladores autóctonos de las zonas más cálidas y más frías del planeta.
“Los pobladores nativos de climas muy fríos presentan adaptaciones filogenéticas que aumentan su metabolismo basal y presentan una mayor cantidad de tejido graso marrón, único tejido del cuerpo humano capaz de generar calor”, explica Fenoll-Brunet. En climas muy cálidos, sus pobladores también presentan adaptaciones filogenéticas en la piel (mayor cantidad de melanina) y en su fenotipo, acostumbran a ser altos y delgados, ya que así incrementan la superficie de la piel, para poder sudar más e incrementar la refrigeración.
La capacidad de adaptación a la temperatura se transmite de generación en generación
En condiciones normales, la temperatura corporal humana está entre los 35,8 y los 37,2ºC, con variaciones durante el día que hacen que esta temperatura sea más elevada por la tarde y la noche. La temperatura del cuerpo humano se regula a través de tres mecanismos básicos. El primero, una red de termoreceptores localizados en la piel y en el cerebro, concretamente en el hipotálamo. El segundo es un mecanismo de termorregulación que depende de la sudoración y la vasodilatación periférica. El tercer mecanismo depende también del cerebro, a través de un centro de procesamiento neural para el control termorregulador, que se estimula a través de la sed y la necesidad de disipar el calor.
“Ancianos, niños y pacientes psiquiátricos pueden tener disminuido este último mecanismo, algo que los convierte en individuos especialmente vulnerables a enfermedades inducidas por el calor”, explica la especialista en Histología de la URV.