Las razones de la ciencia por las que dormir en una habitación fría es mejor para tu salud
Problemas de sueño
La temperatura del dormitorio afecta a la calidad del sueño, sobre todo en la fase REM
Hay a quien le gusta dormir arropado hasta el cuello, bien calentito. Y quien prefiere hacerlo con la ventana abierta incluso en invierno. Sobre gustos... ya se sabe. Pero ¿existe una temperatura idónea para dormir?
Desde el ámbito de la neurología y de la medicina del sueño aseguran que sí, y que dormir en una habitación fría, con una temperatura inferior a la considerada de confort, mejora la calidad del sueño y, por tanto, nuestra salud.
El neurólogo Christopher Winter –un experto en sueño reconocido internacionalmente afincado en Charlottesville (Estados Unidos) y autor de The Sleep Solution (La solución para dormir)– explica que un dormitorio más frío ayuda a alcanzar una temperatura corporal más cómoda que facilita un sueño más profundo. Y detalla que la temperatura ideal para un sueño reparador es de entre 15 y 19 grados centígrados, mientras que temperaturas inferiores a 12 grados o superiores a 24 pueden resultar perjudiciales, porque harán que uno dé vueltas durante toda la noche y pueda conciliar un sueño profundo.
“La temperatura ideal para un sueño reparador se sitúa entre los 15 y los 19 grados”
Christopher Winter
Neurólogo, autor de The Sleep Solution
Porque, como explica Óscar Sans, neurofisiólogo y director médico del Instituto de Medicina del Sueño Adsalutem, en este artículo sobre la temperatura ideal para dormir, nuestra temperatura corporal no es constante y varía de manera cíclica, controlada por el hipotálamo. Antes de irnos a dormir desciende para inducir el sueño, y continúa bajando durante la fase No REM (que predomina en el primer tercio del ciclo de sueño). Pero durante la fase REM (en la que se producen los sueños en forma de historia) el hipotálamo reduce el control de la termorregulación, así que la temperatura ambiental afecta más a la temperatura corporal y, si no es correcta, exige al cuerpo hacer un sobreesfuerzo para regular la temperatura del organismo y ello perjudica la calidad del sueño y del descanso.
Y de ahí que la temperatura de la habitación donde dormimos sea tan importante para la salud a largo plazo. No es sólo que si la temperatura no es la adecuada la persona esté más incómoda, se duerma peor y sea más fácil despertarse durante la noche. Según Winter, acostarse en una habitación más fría también ayuda a caer en un sueño profundo con mayor rapidez, lo que podría significar que durmiendo menos tiempo uno descanse más y mejor que si trata de dormir más horas en una habitación más cálida.
Durante la fase REM, si la temperatura ambiental no es correcta el cuerpo necesita un sobreesfuerzo para regularse
Y a ello se suman el resto de beneficios que los neurofisiólogos atribuyen a un buen descanso. Porque dormir bien o mal afecta a las hormonas de crecimiento y del estrés, a nuestro sistema inmunitario, a la regulación del apetito, la respiración, la presión arterial y la salud cardiovascular.
Sistema inmunitario más eficaz
Diversas investigaciones han constatado que el sistema inmunitario emplea el sueño para regenerase, de modo que un buen descanso facilita estar más sano porque proporcionar más eficacia en la lucha contra las toxinas y los gérmenes.
Mejor memoria
Además, durante la fase REM del sueño, el hipocampo, el almacén de la memoria, se restaura, transformando la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo, de modo que dormir fortalece las conexiones neuronales y ayuda a fijar los recuerdos.
Menor riesgo cardiovascular
Dormir bien también protege el corazón y reduce los riesgos cardiovasculares. El insomnio y los problemas de sueño elevan los niveles en sangre de las hormonas del estrés (adrenalina y cortisol), lo que aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Y también se ha relacionado con unos niveles de colesterol más elevados.
Menos estrés y depresión
Si el sueño es profundo y se descansa bien, mejora la producción de melatonina y serotonina, que contrarrestan los efectos de las hormonas del estrés y mejoran el estado de ánimo, reduciendo el riesgo de ansiedad y depresión.
Menos problemas de peso
Dormir poco o descansar mal está asociado con la obesidad. Porque la carencia de sueño provoca que los adipocitos liberen menos leptina, la hormona supresora del apetito, y que, en cambio, el estómago libere más grelina (la hormona del apetito), de modo que las personas con problemas de sueño acaban comiendo más.
Menos accidentes
Por otra parte, como la experiencia personal avala, cuando el cerebro y el cuerpo están descansados la mente está más despierta y los reflejos más alerta. Y eso y no sólo aumenta la creatividad o la capacidad de resolver problemas, sino que se reduce el riesgo de sufrir accidentes.