Ori and the Will of the Wisps, un emotivo viaje al corazón del videojuego
Videojuegos
Está llamado a convertirse en uno los mejores videojuegos del año y desde hoy está disponible para Xbox One y Windows 10
Cuando se valora la calidad de un videojuego se suelen destacar aspectos como el diseño, la narrativa o la estética. Son características que, hasta cierto punto, actúan como varas de medir y permiten realizar un análisis cuantificable sobre el valor de una obra. Ori and the Will of the Wisps, la secuela del genial juego de plataformas lanzado hoy hace exactamente cinco años, destaca en estos tres frentes. Sin embargo, el título desarrollado por Moon Studios que hoy llega a Xbox One y PC también alberga otras cualidades que no son tan fáciles de describir con palabras.
Algunas de las características propias del medio interactivo no siempre son apreciables a simple vista, pero muchas veces son las que marcan la diferencia. Estamos hablando de las sensaciones que un juego es capaz de transmitir al jugador desde un punto de vista más táctil, esa conexión intangible pero crucial que el diseñador Steve Swink bautizó como game feel. Después de varias horas saltando y explorando el mundo de Ori and the Will of the Wisps es fácil entender este concepto.
La conexión entre juego y jugador es el fin más elevado al que aspira cualquier obra interactiva, y lo cierto es que solo unos pocos títulos pueden alcanzar esa comunión perfecta entre las manos, el cerebro y aquello que se ve en la pantalla. Uno de los ejemplos típicos cuando se quiere hablar de esta sensación es el clásico Super Mario Bros. (1985), y es que desde que este icónico personaje diera sus primeros saltos, han sido muchos los que han intentado transmitir sus mismas sensaciones, pero muy pocos lo han conseguido. Con la grandiosa aventura de Ori en su intento de salvar a su amiga Ku he vuelto a sentir esa conexión.
De la misma manera que el juego protagonizado por la mascota de Nintendo, lo nuevo de Moon Studios es esencialmente un plataformas en 2D. No obstante, y como ya pasaba con la primera entrega, quedarse únicamente con los saltos sería obviar otros aspectos importantes, como son los combates y la exploración. De esta combinación de mecánicas surge un título que va más allá del simple hecho de pasar pantallas, que propone al jugador sumergirse en un mundo hiperconectado. No es algo nuevo, de hecho, es una mezcla que está bastante de moda en el mundo del ocio electrónico, pero en el caso que nos ocupa sorprende lo bien integradas que están todas sus partes.
“Probablemente, Ori and the Will of the Wisps sea una de las producciones en 2D más ambiciosas jamás realizadas”
En la piel de Ori, una encantadora criatura con aspecto de conejo, el jugador debe recorrer un mundo de naturaleza exuberante que, como ya pasaba con la primera entrega, entra por los ojos. El diseño artístico, el nivel de detalle de cada escenario, las animaciones de cada una de sus criaturas de fantasía, el sonido orgánico de sus entornos, la maravillosa música de Gareth Coker… Es un escándalo (en el buen sentido).
Probablemente, Ori and the Will of the Wisps sea una de las producciones en 2D más ambiciosas jamás realizadas –sino la que más–. Es tal el nivel de esta obra que los tráileres no consiguen hacerle justicia, hay que jugarlo para hacerse una idea, y en esto tiene mucho que ver lo que comentaba de la sensación de juego. Algunos quizá destaquen su renovado sistema de combates, las nuevas habilidades del protagonista o los caminos alternativos y zonas secretas que ofrece su gran mapeado, pero nada es comparable a la citada conexión.
La fluidez en las animaciones, la precisión en el control y la inteligente configuración de las acciones en el mando se traducen en uno de esos juegos que “da gusto” controlar, y ese es, quizá, el gran mérito invisible de un título excelente en todo lo aparente y sublime en lo intangible. Es el resultado de un laborioso trabajo en Moon Studios, una desarrolladora particular en la que sus alrededor de 70 miembros trabajan de forma remota repartidos por todo el planeta –tres de ellos son españoles– y que, aun así, ha convertido el pulido y el refinado en su marca de la casa.
Ori and the Will of the Wisps ha conseguido alinear diseño, narrativa y estética alrededor de una historia emotiva que demuestra lo mucho que ha avanzado el arte de la interacción desde que Mario y compañía dieran sus primeros saltos. Pero es mucho más que so. En el fondo, es un viaje al corazón del videojuego y una demostración de hasta que punto puede llegar a refinarse el lenguaje de lo interactivo.