Hace más de 100 años, dos expediciones se disputaban el honor de ser los primeros en conquistar la Antártida, un continente helado al sur del globo terrestre que hasta entonces estaba deshabitado.
El noruego Roald Amundsen fue el primer hombre en llegar al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911, para desgracia del inglés Robert Falcon Scott y su expedición.
La aventura de Amundsen y Scott abrió la puerta a un continente inexplorado, el laboratorio perfecto para científicos e investigadores que querían estudiar cómo era la vida en la Tierra hace millones de años, antes de que el hombre dejara su huella.
Una veintena de países han construido más de 60 estaciones científicas para realizar investigaciones: desde estudiar las burbujas de aire atrapadas en el hielo y saber cómo era la atmósfera hace millones de años, hasta analizar los efectos del cambio climático en el Polo Sur.
Sin embargo, cada vez más, la Antártida llama la atención de turistas intrépidos dispuestos a soportar las bajas temperaturas y con muchas ganas de descubrir paisajes únicos en la Tierra.
Volcanes y desiertos en el hielo
A pesar de las temperaturas bajo cero y de las duras condiciones del entorno, los paisajes de la Antártida tienen una belleza inigualable: merece la pena la larga travesía solo por el hecho de no ver nada construido por el hombre durante kilómetros y kilómetros.
En la Antártida existen muchos animales para contemplar: pingüinos, focas, ballenas, cormoranes… Aunque seguramente la fauna más interesante es la que está oculta bajo el hielo y el agua, una gran fuente de información sobre la evolución de las especies.
Las propuestas turísticas incluyen tiendas de campaña fabricadas con materiales sostenibles y reciclados, excursiones por los glaciares, visitas a las bases de los primeros exploradores y hasta ‘kite-skiing’ (esquiar sobre el hielo impulsados por una cometa).
Los investigadores han descubierto que hay un centenar de volcanes bajo la profunda capa de hielo de la Antártida. Ahora están apagados, pero el aumento de temperaturas provocado por el cambio climático podría cambiar la situación.
De hecho, la lucha contra el cambio climático y la conservación del hielo antártico es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos.
El deshielo de la Antártida podría cambiar la composición del agua de los océanos, lo que repercutiría en las mareas y la fauna marina, además de aumentar el nivel del mar y poner algunas poblaciones y ciudades costeras en peligro.
Un viaje de lo más inusual
La Antártida no es un país, pero sí tiene unas leyes que hay que cumplir. El Tratado Antártico es un acuerdo internacional que establece una serie de normas para garantizar la conservación de este territorio tan importante para la investigación científica.
En primer lugar, no es necesario obtener ningún visado para viajar pero sí un permiso que sólo pueden dar las agencias autorizadas. De esta forma se controla el flujo de visitantes.
Llegar a la Antártida no es fácil. La opción más habitual es viajar hasta Ushuaia, al sur de Argentina, para tomar un barco que nos lleve hasta el continente helado. La otra opción es coger un avión desde Australia o Argentina, aunque es bastante más caro.
En la Antártida los móviles no funcionan y tampoco existen zonas horarias. Las multas por contaminar el ambiente, tirar basura al mar o dañar el entorno son de miles de euros. Todo esfuerzo es poco para conservar uno de los últimos tesoros naturales del planeta.
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